domingo, 12 de noviembre de 2017

32° Dom. Ord; Nov 12 '17; Homilía FFF

Sabiduría 612-16; Salmo 62; 1ª Tesalonicenses 413-18; Mateo 251-13

El tiempo de adviento se aproxima; tiempo que nos invita a esperar la venida del Señor. De ahí las lecturas que hoy nos ofrece la liturgia.
El evangelio nos narra una escena más de un banquete de bodas, como la fiesta del Reino. La máxima felicidad a la que el ser humano, el creyente, puede acceder, es a estar ahí: en esa fiesta en la que el amor será el ambiente que se respire, porque en medio del Señor Jesús, del Padre y del Espíritu, nos encontraremos todos los hombres y mujeres rebosando de vida, al ser invitados gratuitamente por el Dios del Reino.
Sin embargo, la parábola en la que Jesús describe el acceso al banquete está implicando una preparación, un cuidado especial. 10 doncellas esperan la llegada del Novio; sin embargo, 5 de ellas no piensan que la espera se puede alargar; no prevén alguna contingencia; algo que pueda ocurrir y que, entonces, el Novio tarde más en llegar y el aceite de las lámparas se les termine.
Hay un primer dato interesante: todas tienen las lámparas encendidas; no han sido descuidadas, perezosas o indiferentes a la llegada del Novio. El problema es que no han ido más allá de lo que exigiría un primer comportamiento –podemos decir normal- para alguien encargado de esperar al Novio. Simplemente cumplieron con su deber; pero no fueron más allá “de la ley”, al estilo farisaico. Eso era lo que les habían pedido; y eso hicieron.
Pero Jesús, en este reclamo está señalando que el Reino lo pide todo; exige más que la ley; pide que estemos alertas, que lo preveamos todo; que incluso nos imaginemos el peor escenario y que a ese queramos responder. El Reino no es para los que se conforman con cumplir; sino para los que están dispuestos a dar más de lo que se les pide. Y esto no lo hicieron las vírgenes imprudentes.
La siguiente parte de la parábola es un tanto escandalosa, porque parece que entre ellas no hay solidaridad. Uno esperaría que así como Jesús invitaba a compartirlo todo (“si te piden la túnica, dales también la capa”-había señalado en otra parte del Evangelio-), las Vírgenes prudentes compartieran su aceite, pues lo importante era que todas entraran al banquete con el Novio. Sin embargo, no lo hacen. Les sugieren que vayan a comprar más; pero en su tardanza quedan fuera porque el Novio llega antes. ¿Por qué no comparten? ¿Por egoístas? ¿No sería más importante la solidaridad que la entrada en el Banquete?
Obvio que sí; pero en este momento lo que Jesús quiere subrayar con toda la fuerza y claridad es que para entrar al Reino, no basta con “cumplir”; con hacer las cosas como lo indica la costumbre, la ley o la tradición. El Reino lo exige todo; exige ir un paso adelante; requiere gente apasionada que al estar convencidos de lo fundamental y no querer perdérselo, cuidan todos los flancos para evitar ser excluidos del Banquete. No basta una primera respuesta; el Reino exige una previsión, un comportamiento más astuto, en el que el amor por el Novio nos hace prever el futuro.
El tema, sin embargo, no queda aquí. La pregunta es qué significa para nosotros “ser previsores”; estar preparados para lo imprevisto. La primera lectura, la del libro de la Sabiduría, nos ofrece pistas muy interesantes. Veamos:
Radiante es la sabiduría; con facilidad la contemplan quienes la aman”: este es el primer dato. Si amamos verdaderamente, si amamos al modo de Jesús, si amamos con pasión, iremos más allá del “mero cumplir” y estaremos preparados para lo que venga y para cuando venga. No estaremos midiendo nuestra entrega; no estaremos pichicateando nuestra relación con Dios.
Entonces nosotros entraremos en Él y Él en nosotros, algo semejante al banquete del Reino; “pues ella se deja encontrar por quienes la buscan y se anticipa a darse a conocer a los que la desean”. Si la buscamos, si la deseamos, entonces las cosas se darán naturalmente, sin mayor esfuerzo. “El que madruga por ella no se fatigará, porque la hallará sentada a su puerta…; quien por ella se desvela pronto se verá libre de preocupaciones… ella misma sale a buscarlos por los caminos; se les aparece benévola y colabora con ellos en todos sus proyectos”.
El que lo da todo, todo lo recibirá; el que ama apasionadamente más allá de la ley o del cumplir, ese podrá entrar en el Reino de los Cielos.