La Jornada
Medellín.
El Papa cuestionó la rigidez
institucional, el apego cómodo a la severidad doctrinal y, sobre todo, la
corrupción en la Iglesia. Por ello debe renovarse, aseveró en su tercera
homilía en suelo colombiano. “Como Jesús zarandeaba a los doctores de la ley
para que salieran de su rigidez, ahora también la Iglesia es zarandeada por el
Espíritu para que deje sus comodidades y apegos. La renovación no nos debe dar
miedo. La Iglesia está siempre en renovación –Ecclesia semper reformanda–. La
renovación supone sacrificio y valentía, no para considerarse mejores o más
pulcros, sino para responder mejor al llamado del Señor. La Iglesia no es
nuestra ni de los doctores en la ley, es de Dios, es decir, es de todos”.
La cuarta jornada se centró en la
misión de la Iglesia, así como en un encuentro con sacerdotes, seminaristas y
religiosos. El pontífice se trasladó a Medellín, segunda ciudad más importante
de Colombia. En la gran mancha urbana hay unos 4 millones de habitantes.
Francisco celebró la misa en el aeropuerto Enrique Olaya Herrera, de Medellín.
Llegó con un retraso de 40 minutos, debido a la espesa bruma que le impidió
llegar en helicóptero. Frente a más de un millón de asistentes y una atmósfera
lluviosa, pronunció una homilía interpelante tanto a los actores eclesiales
como a la misión de la Iglesia. La multitud aguardó paciente, desde altas horas
de la madrugada. Soportó frío, lluvia y espera. El Papa, al inicio de la
celebración, se disculpó por el atraso, ante la ovación de la gente que se
debatía entre el lodo y la fatiga.
Conformismo de la alta jerarquía
Francisco fue contundente en su
homilía, frente al conformismo burocrático de la alta jerarquía, tanto de
Colombia como de América Latina, al señalar: “Hoy, a nosotros, se nos pide
crecer en arrojo, en un coraje evangélico que brota de saber que son muchos los
que tienen hambre, hambre de Dios, hambre de dignidad, porque han sido
despojados. Y, como cristianos, hay que ayudar a que se sacien de Dios, no
impedirles o prohibirles ese encuentro. No podemos ser cristianos que alcen
continuamente el estandarte de ‘prohibido el paso’ ni considerar que esta
parcela es mía, adueñándome de algo que no es absolutamente mío”. El mensaje
tiene como trasfondo la pérdida de catolicidad tanto de Colombia como de todos
los países de la región. El Estado no guarda estadísticas sobre las religiones
en el país. Según la encuesta de Barómetro de las Américas, de la Universidad
Vanderbilt en Colombia, sólo 60 por ciento son católicos, mientras según un
gran sondeo de El Tiempo, periódico colombiano, los católicos romanos alcanzan
70 por ciento. Hay gran mutación hacia las iglesias pente y neopentecostales,
que además se mantienen muy activas en el ámbito político partidario. Por ello,
Francisco apuró: “No nos aferremos a cierto estilo, a ciertas prácticas que nos
acercan más al modo de ser de algunos fariseos de entonces. Acerquémonos a la
libertad de Jesús. Porque hay que ir a lo esencial, renovarse e involucrarse”.
Imposible pasar por alto la mención que hizo de Medellín, los míticos
documentos que en 1968 impulsaron los obispos a la Iglesia a optar por los
pobres y que fueron la semilla determinante para el surgimiento de la Teología
de la Liberación. Así lo refirió: “Colombia está llamada a empeñarse con mayor
audacia en la formación de discípulos misioneros. Discípulos que sepan ver,
juzgar y actuar, como lo proponía aquel documento latinoamericano que nació en
estas tierras (cf. Medellín, 1968). Discípulos misioneros”.
Pero no todo en la visita es
solemnidad. El humor de los paisas, así se les dice a los antioqueños de
Medellín, es especial e ingenioso. Desde hace días la conductora panameña
Castalia Pascual se ha convertido en tendencia en las redes sociales, porque en
vivo y plena transmisión para el canal TVN se confundió. Reportaba: “Justamente
aquí, en la avenida nacional, por donde se espera que pase el papa Francisco en
el ‘batimóvil’. Perdón, en el papamóvil”. Los memes han sido implacables no
sólo con la periodista, sino con el ahora batipapa Francisco. En Medellín
también hay sarcasmo en torno a un espectacular de la municipalidad, cercano al
aeropuerto, que en inglés da la bienvenida al Papa argentino. En un gran
anuncio se lee: “Medellin council declares Pope Francis as illustrious son of
the city”. La intención internacionalista de las autoridades ha sido objeto de
profusas bromas y memes.
Por la tarde, en el Hogar San José,
en Medellín, que alberga a niños abandonados, en situación de calle y huérfanos
de la guerra, Francisco tuvo un emotivo encuentro, en el que los infantes se le
abalanzaron. Bergoglio se dio tiempo para compartir con cientos de niños en
condiciones desfavorables. Ahí, con mucha dulzura, les dijo: “Escuchando todas
las dificultades por las que han pasado me venía a la memoria del corazón el
sufrimiento injusto de tantos niños y niñas en todo el mundo que han sido y
siguen siendo víctimas inocentes de la maldad de algunos”.
En seguida tuvo un encuentro con
seminaristas, sacerdotes, consagrados y religiosos en el centro de espectáculos
La Macarena, en el corazón de la ciudad y a un lado del río Medellín. Ante los
actores religiosos, Francisco les advirtió de la corrupción eclesial. Dijo: “Las
vocaciones mueren cuando se quieren nutrir de honores, cuando están impulsadas
por la búsqueda de una tranquilidad personal y de promoción social, cuando la
motivación es ‘subir de categoría’, apegarse a intereses materiales, que llega
incluso a la torpeza del afán de lucro. Lo dije ya en otras ocasiones y lo
quiero repetir: No se olviden que el diablo entra por el bolsillo siempre.
Nosotros tenemos que estar atentos, porque la corrupción en hombres y mujeres
que están en la Iglesia empieza así, poquito a poquito, luego –nos lo dice
Jesús mismo– se enraíza en el corazón y acaba desalojando a Dios de la propia
vida”. Y con energía, Francisco exclamó: “¡No se puede servir a Dios y al
dinero!”
La conclusión que me llevo de esta
cuarta jornada de Francisco en Colombia es: Ay, Norberto Rivera, que lejos
estás de la Iglesia de Francisco.