domingo, 17 de septiembre de 2017

El Papa en Colombia; Sept. 10 '17; Bernardo Barranco

La Jornada
Medellín.

El Papa cuestionó la rigidez institucional, el apego cómodo a la severidad doctrinal y, sobre todo, la corrupción en la Iglesia. Por ello debe renovarse, aseveró en su tercera homilía en suelo colombiano. “Como Jesús zarandeaba a los doctores de la ley para que salieran de su rigidez, ahora también la Iglesia es zarandeada por el Espíritu para que deje sus comodidades y apegos. La renovación no nos debe dar miedo. La Iglesia está siempre en renovación –Ecclesia semper reformanda–. La renovación supone sacrificio y valentía, no para considerarse mejores o más pulcros, sino para responder mejor al llamado del Señor. La Iglesia no es nuestra ni de los doctores en la ley, es de Dios, es decir, es de todos”.
La cuarta jornada se centró en la misión de la Iglesia, así como en un encuentro con sacerdotes, seminaristas y religiosos. El pontífice se trasladó a Medellín, segunda ciudad más importante de Colombia. En la gran mancha urbana hay unos 4 millones de habitantes. Francisco celebró la misa en el aeropuerto Enrique Olaya Herrera, de Medellín. Llegó con un retraso de 40 minutos, debido a la espesa bruma que le impidió llegar en helicóptero. Frente a más de un millón de asistentes y una atmósfera lluviosa, pronunció una homilía interpelante tanto a los actores eclesiales como a la misión de la Iglesia. La multitud aguardó paciente, desde altas horas de la madrugada. Soportó frío, lluvia y espera. El Papa, al inicio de la celebración, se disculpó por el atraso, ante la ovación de la gente que se debatía entre el lodo y la fatiga.
Conformismo de la alta jerarquía
Francisco fue contundente en su homilía, frente al conformismo burocrático de la alta jerarquía, tanto de Colombia como de América Latina, al señalar: “Hoy, a nosotros, se nos pide crecer en arrojo, en un coraje evangélico que brota de saber que son muchos los que tienen hambre, hambre de Dios, hambre de dignidad, porque han sido despojados. Y, como cristianos, hay que ayudar a que se sacien de Dios, no impedirles o prohibirles ese encuentro. No podemos ser cristianos que alcen continuamente el estandarte de ‘prohibido el paso’ ni considerar que esta parcela es mía, adueñándome de algo que no es absolutamente mío”. El mensaje tiene como trasfondo la pérdida de catolicidad tanto de Colombia como de todos los países de la región. El Estado no guarda estadísticas sobre las religiones en el país. Según la encuesta de Barómetro de las Américas, de la Universidad Vanderbilt en Colombia, sólo 60 por ciento son católicos, mientras según un gran sondeo de El Tiempo, periódico colombiano, los católicos romanos alcanzan 70 por ciento. Hay gran mutación hacia las iglesias pente y neopentecostales, que además se mantienen muy activas en el ámbito político partidario. Por ello, Francisco apuró: “No nos aferremos a cierto estilo, a ciertas prácticas que nos acercan más al modo de ser de algunos fariseos de entonces. Acerquémonos a la libertad de Jesús. Porque hay que ir a lo esencial, renovarse e involucrarse”. Imposible pasar por alto la mención que hizo de Medellín, los míticos documentos que en 1968 impulsaron los obispos a la Iglesia a optar por los pobres y que fueron la semilla determinante para el surgimiento de la Teología de la Liberación. Así lo refirió: “Colombia está llamada a empeñarse con mayor audacia en la formación de discípulos misioneros. Discípulos que sepan ver, juzgar y actuar, como lo proponía aquel documento latinoamericano que nació en estas tierras (cf. Medellín, 1968). Discípulos misioneros”.
Pero no todo en la visita es solemnidad. El humor de los paisas, así se les dice a los antioqueños de Medellín, es especial e ingenioso. Desde hace días la conductora panameña Castalia Pascual se ha convertido en tendencia en las redes sociales, porque en vivo y plena transmisión para el canal TVN se confundió. Reportaba: “Justamente aquí, en la avenida nacional, por donde se espera que pase el papa Francisco en el ‘batimóvil’. Perdón, en el papamóvil”. Los memes han sido implacables no sólo con la periodista, sino con el ahora batipapa Francisco. En Medellín también hay sarcasmo en torno a un espectacular de la municipalidad, cercano al aeropuerto, que en inglés da la bienvenida al Papa argentino. En un gran anuncio se lee: “Medellin council declares Pope Francis as illustrious son of the city”. La intención internacionalista de las autoridades ha sido objeto de profusas bromas y memes.
Por la tarde, en el Hogar San José, en Medellín, que alberga a niños abandonados, en situación de calle y huérfanos de la guerra, Francisco tuvo un emotivo encuentro, en el que los infantes se le abalanzaron. Bergoglio se dio tiempo para compartir con cientos de niños en condiciones desfavorables. Ahí, con mucha dulzura, les dijo: “Escuchando todas las dificultades por las que han pasado me venía a la memoria del corazón el sufrimiento injusto de tantos niños y niñas en todo el mundo que han sido y siguen siendo víctimas inocentes de la maldad de algunos”.
En seguida tuvo un encuentro con seminaristas, sacerdotes, consagrados y religiosos en el centro de espectáculos La Macarena, en el corazón de la ciudad y a un lado del río Medellín. Ante los actores religiosos, Francisco les advirtió de la corrupción eclesial. Dijo: “Las vocaciones mueren cuando se quieren nutrir de honores, cuando están impulsadas por la búsqueda de una tranquilidad personal y de promoción social, cuando la motivación es ‘subir de categoría’, apegarse a intereses materiales, que llega incluso a la torpeza del afán de lucro. Lo dije ya en otras ocasiones y lo quiero repetir: No se olviden que el diablo entra por el bolsillo siempre. Nosotros tenemos que estar atentos, porque la corrupción en hombres y mujeres que están en la Iglesia empieza así, poquito a poquito, luego –nos lo dice Jesús mismo– se enraíza en el corazón y acaba desalojando a Dios de la propia vida”. Y con energía, Francisco exclamó: “¡No se puede servir a Dios y al dinero!”

La conclusión que me llevo de esta cuarta jornada de Francisco en Colombia es: Ay, Norberto Rivera, que lejos estás de la Iglesia de Francisco.