domingo, 28 de agosto de 2016

La reforma educativa y la ética; Manuel Pérez Rocha; La Jornada, 25 de agosto del 2016

La defensa de los derechos de los niños, el respeto a un supuesto estado de derecho y una política educativa que se dice es esencial para el futuro del país, son argumentos con los cuales Peña Nieto y Aurelio Nuño defienden la reforma educativa. De este modo, se presentan como la personificación de una postura ética y han montado una costosísima campaña publicitaria, acusando a sus opositores de ser representantes de la maldad, la infamia, la mezquindad, los intereses ilegítimos.

No se necesitan muchas indagaciones para saber si el compromiso de estos priístas es la ética. Además de los escándalos en que están enlodados todos los días, sabemos que impusieron la mal llamada reforma educativa mediante un acuerdo cupular que violó la Constitución, la base misma del supuesto estado de derecho. Pero sobre todo, si estos compromisos del gobierno de Peña Nieto fueran auténticos –y no hubieran puesto al frente sus intereses políticos– las cosas se hubieran hecho de una manera totalmente distinta, y sin los graves costos que está pagando el país.

Por su irresponsabilidad, la mal llamada reforma educativa es un desastre. Este juicio no es una mera opinión personal de quien esto escribe. Por ejemplo, el doctor Gilberto Guevara Niebla, ex subsecretario de Educación Básica de la SEP, y uno de los cinco miembros de la junta directiva del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE), ha confesado públicamente: Desde el principio se hicieron mal las cosas; definimos a la carrera perfiles, parámetros, indicadores de medición, y eso también se hizo mal. Cuando fue creado este INEE, hubo mucha presión política para echar a andar las cosas rápido. Se obligó a salir muy rápido, no se informó apropiadamente, se creó una estructura sobre la marcha y muy absurda, para evaluar; además, para dirigir el proyecto más importante de la reforma educativa se puso al frente a un administrador que es muy bueno para ver números, mover plazas, pero nada más. Guevara también criticó la contratación del Centro Nacional de Evaluación para la Educación Superior (Ceneval) para que evaluara e hiciera exámenes, sin ninguna experiencia en exámenes de educación básica. Se les encargó y lo hicieron mal, a la carrera, urgente; mal. Todas estas confesiones las consignó el diario La Crónica el pasado 17 de julio.

Y Silvia Schmelkes, la presidenta del INEE, ha hecho también diversas declaraciones que, en conjunto, también configuran a la falsa reforma educativa de este gobierno como un desastre, obligado por los intereses políticos de los funcionarios del gobierno peñista. En este sentido, reconoció que estos procesos de evaluación, los primeros en el marco de la reforma educativa, presentaron diversos problemas técnicos y de aplicación: fallas en los sistemas de cómputo, periodicidad muy frecuente entre los procesos de evaluación, alta exigencia en la elaboración de instrumentos, problemas en entrega de claves, presencia policiaca, instrumentos de evaluación que no cumplieron con la confiabilidad técnica, entre otros; las cuales no se pudieron corregir por falta de tiempo.
Como es evidente para quien tenga ojos y quiera ver, lo que ambicionan estos funcionarios gubernamentales es pasar a la historia como los salvadores de la patria mediante una reforma educativa que con ignorancia supina califican de inédita, y abonar el camino para colocar a Aurelio Nuño como el siguiente presidente priísta de la República.

Las demoledoras confesiones de los dirigentes del INEE respecto de la reforma educativa se quedan cortas, pues los graves errores de la misma son muchos más, y han sido señalados a lo largo de tres años por muchos especialistas en asuntos educativos, por la CNTE y en este espacio. El gobierno ha ignorado estos señalamientos. Ahora, en su siguiente irresponsable paso, dirigido por los mismos intereses ilegítimos de los funcionarios, han presentado dos voluminosos y abrumadores documentos de 475 páginas (Modelo y Propuesta curricular 2016, que supuestamente significan una reforma nunca vista) y tienen la pretensión de que se analicen y discutan ampliamente ¡en mes y medio!, para que el nuevo modelo entre en operación en 2018. Evidentemente, este plazo atiende a un calendario que no tiene otra justificación que esos intereses irresponsables de los gobernantes priistas.

¿Y los intereses de los niños que Peña, Nuño y compañía invocan cuando se enfrentan a la legítima oposición a sus irresponsables acciones? ¿Dónde está la causa última de que se interrumpan clases, de que se realicen marchas que obstaculizan el libre tránsito de los automóviles? Después de esas confesiones de funcionarios de primerísimo nivel, y de análisis y denuncias documentadas por especialistas en educación, ¿cómo pueden justificar el uso de la fuerza pública que se ha traducido en la pérdida de vidas humanas?


Los directivos del INEE han hecho declaraciones que parecen meras opiniones personales sobre asuntos que no les incumben. Han asumido que su función es meramente técnica (validar los reactivos y demás instrumentos de la evaluación del magisterio) y se desentienden de la función política de graves consecuencias que están desempeñando. Siguiendo un criterio ético y las atribuciones que les da la ley como organismo autónomo, deben exigir la anulación de todo el proceso de evaluación del magisterio y sus consecuencias. También deberían informar a la nación acerca de quién los presionó, cómo los presionaron, y con qué los amenazaron.

SIN EXCLUIR, Dom 22 Ordinario; Agosto 28 del 2016; José Antonio Pagola

Jesús asiste a un banquete invitado por “uno de los principales fariseos” de la región. Es una comida especial de sábado, preparada desde la víspera con todo esmero. Como es costumbre, los invitados son amigos del anfitrión, fariseos de gran prestigio, doctores de la ley, modelo de vida religiosa para todo el pueblo.
Al parecer, Jesús no se siente cómodo. Echa en falta a sus amigos los pobres. Aquellas gentes que encuentra mendigando por los caminos. Los que nunca son invitados por nadie. Los que no cuentan: excluidos de la convivencia, olvidados por la religión, despreciados por casi todos. Ellos son los que habitualmente se sientan a su mesa.
Antes de despedirse, Jesús se dirige al que lo ha invitado. No es para agradecerle el banquete, sino para sacudir su conciencia e invitarle a vivir con un estilo de vida menos convencional y más humano: “No invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes ni a los vecinos ricos porque corresponderán invitándote... Invita a los pobres, lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú porque no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los justos”.
Una vez más, Jesús se esfuerza por humanizar la vida rompiendo, si hace falta, esquemas y criterios de actuación que nos pueden parecer muy respetables, pero que, en el fondo, están indicando nuestra resistencia a construir ese mundo mas humano y fraterno, querido por Dios.
De ordinario, vivimos instalados en un círculo de relaciones familiares, sociales, políticas o religiosas con las que nos ayudamos mutuamente a cuidar de nuestros intereses dejando fuera a quienes nada nos pueden aportar. Invitamos a nuestra vida a los que, a su vez, nos pueden invitar. Eso es todo.
Esclavos de unas relaciones interesadas, no somos conscientes de que nuestro bienestar solo se sostiene excluyendo a quienes más necesitan de nuestra solidaridad gratuita, sencillamente, para poder vivir. Hemos de escuchar los gritos evangélicos del Papa Francisco en la pequeña isla de Lampedusa: “La cultura del bienestar nos hace insensibles a los gritos de los demás”. “Hemos caído en la globalización de la indiferencia”. “Hemos perdido el sentido de la responsabilidad”.
Los seguidores de Jesús hemos de recordar que abrir caminos al Reino de Dios no consiste en construir una sociedad más religiosa o en promover un sistema político alternativo a otros también posibles, sino, ante todo, en generar y desarrollar unas relaciones más humanas que hagan posible unas condiciones de vida digna para todos empezando por los últimos.

22° domingo ordinario; 28 de agosto del 2016; Homilía FFF

Eclesiástico 319-21. 30-31; Salmo 67; Hebreos 1218-19- 22-24; Lucas 141. 7-14

Las lecturas de este domingo tocan dos temas fundamentales para la vida, no sólo del cristiano, sino de cualquier persona que aspire a la autenticidad, a la verdad, a la igualdad. Un tema es la dimensión moral y el otro la dimensión social. Veamos.
El primero es una clara invitación a ubicarnos en lo que somos: ni más ni menos; es el deseo del Evangelio para que cada uno nos “ajustemos”, hagamos justicia a lo que somos: ni humillarnos ni exaltarnos. El problema es que buscamos en la relación con los demás el reconocimiento que no nos damos a nosotros mismos; como que vivimos desubicados y sólo cuando el otro nos alaba, entonces nos sentimos en paz, a gusto, satisfechos. No tenemos consistencia y por eso la buscamos afuera.
El camino sutil del Evangelio es preguntarnos con toda verdad quiénes somos; qué somos; incluso, quiénes creemos ser. El que no está ubicado en su propia realidad, entonces andará buscando el reconocimiento, el aplauso, los primeros lugares, el agarrarse a algo, a una situación, que le pueda evidenciar que él sí es de los importantes, de los que valen la pena, de los que son tomados en cuenta.
Ya sólo este hecho, nos está hablando de alguien acomplejado que no está satisfecho con lo que es, que no cree lo que es, que eso que es no le basta; por lo que está buscando el reconocimiento de fuera: quiere sentirse importante, sentarse en los primeros lugares, ser reconocido por los otros poderosos como él; quiere que las miradas de los otros se claven en él y sólo de verlo lo reconozcan: es “don fulano”, con todo lo que esto implica.
Pero visto desde el evangelio, para Jesús esa persona es “un pobre diablo”, alguien que no vale: se cree el primero, pero es el último, desde la dimensión del Reino, de lo fundamental, de lo trascendental. Sus riquezas y su poder es algo que se lo comerán las polillas y al final terminará tan desnudo como cuando llegó a la tierra.
Desde el punto de vista moral, religioso, no somos más que creaturas. Seres que han sido creados por otros; que han dependido de otros; que no son eternos; que al final inevitablemente les esperará la muerte. Es decir, no somos Dios. De ahí que no tenemos nada en qué gloriarnos, como dice San Pablo, sino “en la cruz de Nuestro Señor Jesucristo”. El “Ego” nos lanza a competir con Dios; y así atropellamos a los demás y los instrumentalizamos: los ponemos en un lugar inferior y los obligamos a reconocernos, pues sólo eso nos hace sentirnos bien. “Muchos trabajo les ha costado tener lo que tienen –dicen los ricos y poderosos- y ser lo que son, como para que no se les reconozca y les den su lugar”.
Sin duda que es el comportamiento dominante de nuestras sociedades desiguales y clasistas, poco más o menos como la sociedad judía, en la que los fariseos no resistían la autenticidad de Jesús. Lo invitan a comer para “espiarlo”; pero a final de cuentas, los que terminan espiados y evidenciados son ellos, pues el Maestro se da cuenta que lo que ellos “buscan los primeros lugares”, y eso es vergonzoso; ridículo. ¿Quiénes somos comparados con Dios? El que vive en la trascendencia de Dios no puede sentirse por encima de ningún otro ser humano: todos no somos más, pero tampoco menos, que creaturas.
Sin embargo, el problema radical no es sólo del individuo egoísta, soberbio, autosuficiente; sino de la sociedad que así se va creando, en la que hay escalafones, lugares, espacios que no cualquiera puede transgredir. De ahí la dimensión social que Jesús también critica. El desear los primeros lugares y buscar el reconocimiento, lleva a despreciar a los “pequeños”; lleva a establecer una clara división de clases, a romper la igualdad de la Comida del Reino a la que Jesús nos invita.
Lo que crea la posibilidad de ser reconocido por Dios o, en términos del Evangelio, de “ser pagado, cuando resuciten los justos”, es el invitar a aquellos que no pueden devolvernos el favor; porque entonces no estaremos buscando ni el aplauso ni la recompensa. El que tiene, entonces invita y comparte lo que tiene con los que no podrán devolver el favor; y eso irá construyendo una sociedad diferente; irá igualando los extremos sociales que no le están haciendo “justicia” a la propuesta del Reino y del Banquete de Jesús en el que tiene que haber lugar para todos.
La invitación es muy radical, pues sólo acentuando los extremos es como podremos caer en la cuenta de lo que nos falta para hacer de esta sociedad lo que Jesús esperaba. “Cuando des una comida –señala Lucas- o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque puede ser que ellos te inviten a su vez y con eso quedarías recompensado. Al contrario, cuando des un banquete, invita a los pobres, a los lisiados, a los cojos y a los ciegos; y así serás dichoso, porque ellos no tienen con qué pagarte; pero ya se te pagará”.
No estaría mal revisar los comportamientos que nos surgen de nuestro Ego y nuestros complejos, como también revisar quiénes son los que asisten a nuestras mesas. El Reino y su justicia van más allá de nuestras prácticas religiosas.





domingo, 21 de agosto de 2016

A propósito de la Puerta Estrecha. "Postura de Jerarcas, ¿cristiana?" P. David Fernández, sj.

Agosto 18 del 2016
Una de las frases más citadas del Papa Francisco es aquella que externó cuando, a su vuelta de Río de Janeiro, los periodistas le preguntaron sobre las personas homosexuales. "¿Quién soy yo para juzgarlos?", dijo. Con esa expresión, ponía en práctica lo que expresó él en Roma desde el principio de su pontificado: "hay que dar menos importancia a las normas y más a la misericordia".
De hecho, en un documento de trabajo difundido en el mes de junio de 2014, el Papa jesuita señalaba, en alusión a las personas homosexuales, que "los católicos del mundo deben ser menos excluyentes y más humildes". Más recientemente, también afirmó que la Iglesia debería pedir perdón a los y las homosexuales. En el documento preparatorio del Sínodo de Obispos de octubre de 2014 el Papa afirmó que, aunque los jerarcas sigan oponiéndose a las uniones entre personas del mismo sexo, "la Iglesia Católica debe tener una actitud respetuosa". Y un tono semejante, o medido, tuvo el documento oficial publicado en esa ocasión.
Más misericordia quiere decir un trato respetuoso, afectuoso, con cariño, por todas las personas, incluidas aquellas cuya sexualidad es diversa a la de la mayoría. Algo que tiene que entender la Iglesia a la que pertenezco es que, mientras queramos seguir siendo cristianos seguidores de Jesús, debemos respetar a las personas gays y lesbianas. Desafortunadamente, no es precisamente esto lo que estamos viendo en estos días de debate sobre la iniciativa del Ejecutivo acerca del matrimonio igualitario.
Muchos sacerdotes y dignatarios eclesiásticos, siguiendo la postura oficial de la Iglesia, afirman que ser homosexual no es pecado; pero al mismo tiempo preconizan que los homosexuales no deben practicar su homosexualidad, y los exhortan a abstenerse. Esto para mí es muy difícil de entender.
Esa misma Iglesia que llama a la abstinencia postula que el celibato y la castidad son dones de Dios. Es decir, que no se pueden forzar: a unos los da y a otros no. ¿Todas las lesbianas y personas transgénero u homosexuales tienen el don de la castidad? Probablemente alguna de las dos posturas que sostiene la Iglesia debe estar equivocada. Obligar a algo que es un don, ¿es posible?
Muchas veces, delante de Dios me he hecho esa y otras preguntas y admito que me siento confundido. ¿Podrá el Dios revelado por Jesús, el Dios de la misericordia, de la ternura, de la liberación, de la solidaridad, nuestro buen Padre Dios, exigirle obligatoriamente a un joven que nació homosexual o lesbiana que guarde un celibato impuesto hasta el día de su muerte?
Y luego me pregunto de nuevo. ¿Podría ese Dios que es Padre y Madre buenos, ese Dios bondadoso y benévolo, exigir a un joven o una joven que nacieron distintos, que nunca, en toda su vida, tengan una pareja y expresen hacia ella su amor?
Hay muchas hipótesis y teorías sobre el origen de estas sexualidades minoritarias. La discusión continúa y me confieso abierto a lo que la ciencia diga. Pero lo que puedo afirmar con toda rotundidad es que, en mi experiencia pastoral y educativa, la enorme mayoría de las personas que se consideran homosexuales lo descubrieron desde pequeños, y se asumen así desde su nacimiento. Su sexualidad no es mayoritaria, ciertamente, pero tampoco es anormal: justo igual que los zurdos. En todas las culturas, las más homofóbicas, incluso en aquellas en la que la homosexualidad se penaliza con la muerte, siempre hay un porcentaje constante de personas con estas orientaciones, que ronda entre el 6 y el 10 por ciento. De manera que lo verdaderamente importante para nosotros cristianos es que creemos que a todos y todas los ha creado Dios. Así como son. Y después de tratar a muchos durante mucho tiempo puedo afirmar que buena parte de ellos son excelentes seres humanos, sensibles, afectuosos, comprometidos, devotos del servicio y la compasión. Me atrevo a decir que Dios no sólo los ama, sino que le caen bien.
¿Puede la Iglesia privar a estas personas del derecho al ejercicio genital de su sexualidad?
Cuando la Carta a los Romanos habla de su condena a "cambiar el uso natural por otro contra la naturaleza", el autor no tenía ni idea de las realidades que nosotros conocemos ahora de manera más científica sobre la sexualidad, y pensaban que sólo eran costumbres de paganos e idólatras.
En el debate actual una pregunta central es si la unión de personas del mismo sexo es matrimonio u otra cosa. No lo sé. Pero me pregunto de nuevo: ¿discriminarlos es auténticamente humano, digno de un Dios fiel a lo que ha creado y rebosante de misericordia? Me siento ofuscado.
Si a nosotros sacerdotes católicos que hemos abrazado libremente el celibato nos cuesta mucho trabajo ser fieles hasta la muerte, ¿cómo será para las personas homosexuales, lesbianas, transgénero o transexuales, llevar esa carga impuesta contra su voluntad por los años sin cuento que tienen por vivir después de confesarse a sí mismos y a sí mismas su condición?
El Dios de Jesucristo es antes que nada misericordia, amor, perdón, cercanía, comprensión, ternura. Y no hace acepción de personas, no tiene preferencia entre sus hijos e hijas.

El autor es Rector de la Universidad Iberoamericana.


Artículo Interesante sobre la Educación: UNESCO.

Replantear la educación: UNESCO, Verano 2015
Resumen
Replantear la educación: hacia un bien común mundial
Los cambios del mundo actual se caracterizan por niveles nuevos de complejidad y contradicción. Estos cambios generan tensiones para las que la educación tiene que preparar a  los individuos y las comunidades,  capacitándolos  para adaptarse y responder. Esta publicación contribuye a replantear la educación y el aprendizaje en este contexto. Parte de una de las tareas principales que tiene encomendada la UNESCO como observatorio mundial de las transformaciones sociales y tiene como objetivo fomentar los debates públicos sobre políticas.
Es una llamada al diálogo entre todos los interesados. Se inspira en una concepción humanista de la educación y el desarrollo, basada en el respeto a la vida y a la dignidad humana, la igualdad de derechos, la justicia social, la diversidad cultural, la solidaridad internacional y la responsabilidad compartida de un futuro sostenible. Éstos son los fundamentos de nuestra humanidad común. El presente libro ahonda en la visión que presentaban dos publicaciones memorables de la UNESCO: Aprender a ser: la educación del futuro (1972), el ' Informe Faure'; y La educación encierra un tesoro (1996), el ' Informe Delors'.

El desarrollo sostenible: una preocupación esencial

La aspiración al desarrollo sostenible exige que resolvamos problemas y tensiones comunes y que reconozcamos nuevos horizontes. El crecimiento económico y la creación de riqueza han reducido los índices mundiales de pobreza, pero en todo el mundo han aumentado la vulnerabilidad, la desigualdad, la exclusión y la violencia en el interior de las sociedades y entre éstas. Los modelos insostenibles de producción económica y consumo  contribuyen  al  calentamiento  planetario,  el   deterioro  del medio ambiente y  el  recrudecimiento de  las catástrofes  naturales. Además,  aunque los marcos  de derechos humanos internacionales se han fortalecido en los últimos decenios, la aplicación y la protección de esas normas sigue planteando grandes dificultades.  Por ejemplo, pese al progresivo empoderamiento  de las mujeres gracias a un mayor acceso a la educación, siguen teniendo que hacer frente a la discriminación en  la vida  pública  y  en  el trabajo. La violencia  contra  las  mujeres  y  los  niños,  en  particular las niñas, sigue socavando esos derechos. Una vez más, al mismo tiempo que el desarrollo tecnológico contribuye a una mayor interconexión y abre nuevas vías para el intercambio, la cooperación y la solidaridad, asistimos a un incremento de la intolerancia cultural y religiosa, la movilización política y el conflicto motivados por la identidad.
La educación tiene que encontrar los medios de responder a estos desafíos, tomando en consideración las numerosas cosmovisiones y los sistemas de conocimiento alternativos, así como nuevas fronteras de la ciencia y la tecnología, por ejemplo, los avances de las neurociencias y las novedades de la tecnología digital. Nunca ha sido más urgente replantear la finalidad de la educación y la organización del aprendizaje.

Reafirmar una visión humanista de la educación

La educación no puede resolver por sola todos los problemas del desarrollo, pero una visión  humanista y holística de la educación puede y debe contribuir a lograr un nuevo modelo de desarrollo. En ese modelo, el crecimiento económico ha de estar regido por el respeto al medio ambiente y la preocupación por la paz, la inclusión y la justicia social. Los principios éticos y morales de una visión humanista del desarrollo se oponen a la violencia, la intolerancia, la discriminación y la exclusión. Por lo que respecta a la educación y la instrucción, suponen dejar atrás el utilitarismo y el economicismo de cortas miras para integrar las dimensiones múltiples de la existencia humana. Esta visión hace hincapié en la inclusión de personas que frecuentemente son discriminadas: mujeres y niñas,  poblaciones  autóctonas,  personas  con  discapacidades,   migrantes, las personas mayores y las poblaciones de países afectados  por un conflicto.  Exige un planteamiento abierto y flexible del aprendizaje, que debe extenderse tanto  a  lo largo como a lo ancho de la vida: un planteamiento que brinde a todos la oportunidad de realizar su potencial con miras a un futuro sostenible y una existencia digna. Esta visión humanista tiene consecuencias a la hora de definir el contenido de la enseñanza y las pedagogías, así como la función que corresponde a maestros y otros educadores. Su importancia es aún mayor a causa del rápido desarrollo de las nuevas tecnologías, en particular las digitales.

La formulación de políticas a nivel local y mundial en un mundo complejo
Los niveles cada vez más altos de complejidad social y económica presentan diversos desafíos para la formulación de políticas en el mundo globalizado de hoy. La intensificación de la mundialización de la economía produce modelos de crecimiento del subempleo, del desempleo juvenil y del empleo precario. Aunque las tendencias apuntan a una desconexión creciente entre la educación y el mundo laboral, sometido a rápidos cambios, también representan una oportunidad de reconsiderar el nexo entre la educación y el desarrollo de la sociedad. Además, el aumento de la movilidad de estudiantes  y trabajadores a través de las fronteras nacionales y los nuevos modelos de conocimiento y de transferencia de aptitudes requieren formas nuevas de identidades y fomentar la conciencia y el sentido de responsabilidad de los demás en un mundo cada vez más interconectado y más interdependiente.
La ampliación del acceso a la educación en el mundo entero en los últimos decenios supone una carga mayor para la financiación pública. Además, ha aumentado en estos últimos años la demanda de expresión en los asuntos públicos y de participación de los agentes no estatales en la educación, tanto en el plano nacional como mundial. Esta diversificación de alianzas está borrando las fronteras entre lo público y lo privado, lo que plantea problemas para una gobernanza democrática de la educación. En suma, es cada vez más necesario reconciliar las aportaciones y las demandas de los tres reguladores del comportamiento  social: la sociedad, el estado y el mercado.

Recontextualizar la educación y el conocimiento como bienes mundiales comunes.
A la vista de esta realidad que cambia muy deprisa, tenemos que replantear los principios normativos que orientan la gobernanza de la educación: en particular, el derecho a la educación y la noción de la educación como bien público. Solemos referirnos a la educación como un derecho humano y como un bien público en el discurso de la educación internacional. Ahora bien, aunque estos principios son relativamente  aceptados  en  el nivel de  la  educación  básica,  no  hay  unanimidad  en cuanto a su aplicabilidad a la educación y la capacitación post-básicas. El derecho a la educación y el principio de bien público, ¿se aplican también a la educación no formal y a la educación  informal, menos o no institucionalizadas? Así pues,  la  preocupación  por el conocimiento, entendido como la información, el entendimiento, las habilidades, los valores y las actitudes que se adquieren por medio del aprendizaje, es esencial en todo debate  sobre  la finalidad de  la educación.
Los autores proponen que sean considerados bienes comunes tanto  el  conocimiento como la   educación.  Ello  supone  que  la  creación  de  conocimiento,  así  como  su adquisición, validación y  utilización,  sean  comunes  a  todas  las  personas  como  parte de una empresa social colectiva. La noción de bien común nos permite superar la influencia de la teoría socioeconómica individualista inherente a  la  noción  de  'bien público'; pues se  centra  en  un  proceso  participativo  a  la  hora  de  definir  lo  que  es un bien común que tome en consideración la diversidad de contextos, conceptos de bienestar y ecosistemas de  conocimiento.  El  conocimiento  es  un  elemento  intrínseco del patrimonio común de la humanidad. Así pues, habida cuenta de la necesidad de un desarrollo sostenible en un mundo cada vez más interdependiente, la educación y el conocimiento deberían considerarse  bienes  comunes  mundiales.  Inspirado  en  el valor de solidaridad que tiene su fundamento en nuestra humanidad común, el principio del conocimiento y la educación como bienes comunes mundiales tiene consecuencias relacionadas con las funciones  y  las  responsabilidades  de  los  distintos  interesados. Esta   afirmación   se   aplica   asimismo    las   organizaciones   internacionales   como   la UNESCO, que tiene un observatorio mundial y una función normativa que la califican para fomentar y orientar un debate mundial sobre las políticas públicas.

Consideraciones  para el futuro

En el intento de reconciliar la finalidad de la educación y la organización de la enseñanza como  empresa  social  colectiva,  las  siguientes  preguntas  pueden  ser  los   primeros pasos hacia el debate: los cuatro pilares de la educación, esto es, aprender a conocer, hacer, ser  y  vivir  juntos  no  han  perdido  su  pertinencia,  pero  se  ven  amenazados  por la mundialización y el recrudecimiento de la política de  identidad  nacional.  ¿Qué  se puede  hacer  para  fortalecerlos  y  revivificarlos?  ¿Cómo  puede  responder  la  educación a  los  desafíos  que  representa  lograr  la  sostenibilidad  económica,  social  y  ambiental?
¿Cómo se puede armonizar una multiplicidad de cosmovisiones por  medio  de  una visión humanista de la educación? ¿Cómo puede llevarse a la práctica esa visión humanista mediante las políticas y prácticas de la educación? ¿Qué consecuencias tiene la mundialización para las políticas nacionales y la adopción de decisiones en la educación? ¿Cómo debería financiarse la educación? ¿Cuáles son las consecuencias específicas para la formación,  la  capacitación,  la  evolución  y  el  mantenimiento  de los docentes? ¿Qué consecuencias tiene para la educación la distinción entre los conceptos de bien privado, bien público y bien común?

Es preciso reunir a los distintos interesados con sus múltiples puntos de vista para que compartan los  resultados de sus investigaciones y articulen  unos principios  normativos como orientación de las políticas. La UNESCO, en su calidad de centro de reflexión intelectual, puede proporcionar la tribuna para ese debate y ese diálogo, que mejorará nuestro  entendimiento  de  nuevos  planteamientos  de  la  política y  la  administración  de la educación,  con  el objetivo  de  sostener  a  la  humanidad y  su  bienestar  común.