domingo, 11 de octubre de 2015

CON JESÚS EN MEDIO DE LA CRISIS; José Antonio Pagola; 11 de octubre de 2015

Antes de que se ponga en camino, un desconocido se acerca a Jesús corriendo. Al parecer, tiene prisa para resolver su problema: "¿Qué haré para heredar la vida eterna?". No le preocupan los problemas de esta vida. Es rico. Todo lo tiene resuelto.
Jesús lo pone ante la Ley de Moisés. Curiosamente, no le recuerda los diez mandamientos, sino solo los que prohíben actuar contra el prójimo. El joven es un hombre bueno, observante fiel de la religión judía: "Todo eso lo he cumplido desde pequeño".
Jesús se le queda mirando con cariño. Es admirable la vida de una persona que no ha hecho daño a nadie. Jesús lo quiere atraer ahora para que colabore con él en su proyecto de hacer un mundo más humano, y le hace una propuesta sorprendente: "Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres... y luego sígueme".
El rico posee muchas cosas, pero le falta lo único que permite seguir a Jesús de verdad. Es bueno, pero vive apegado a su dinero. Jesús le pide que renuncie a su riqueza y la ponga al servicio de los pobres. Solo compartiendo lo suyo con los necesitados, podrá seguir a Jesús colaborando en su proyecto.
El joven se siente incapaz. Necesita bienestar. No tiene fuerzas para vivir sin su riqueza. Su dinero está por encima de todo. Renuncia a seguir a Jesús. Había venido corriendo entusiasmado hacia él. Ahora se aleja triste. No conocerá nunca la alegría de colaborar con Jesús.
La crisis económica nos está invitando a los seguidores de Jesús a dar pasos hacia una vida más sobria, para compartir con los necesitados lo que tenemos y sencillamente no necesitamos para vivir con dignidad. Hemos de hacernos preguntas muy concretas si queremos seguir a Jesús en estos momentos.
Lo primero es revisar nuestra relación con el dinero: ¿Qué hacer con nuestro dinero? ¿Para qué ahorrar? ¿En qué invertir? ¿Con quiénes compartir lo que no necesitamos? Luego revisar nuestro consumo para hacerlo más responsable y menos compulsivo y superfluo: ¿Qué compramos? ¿Dónde compramos? ¿Para qué compramos?. ¿A quiénes podemos ayudar a comprar lo que necesitan?
Son preguntas que nos hemos de hacer en el fondo de nuestra conciencia y también en nuestras familias, comunidades cristianas e instituciones de Iglesia. No haremos gestos heroicos, pero si damos pequeños pasos en esta dirección, conoceremos la alegría de seguir a Jesús contribuyendo a hacer la crisis de algunos un poco más humana y llevadera. Si no es así, nos sentiremos buenos cristianos, pero a nuestra religión le faltará alegría.


Una propuesta pastoral para el Sínodo; José M. Castillo, teólogo; Oct 03 2015

Cuando faltan solo unas horas para el comienzo del Sínodo de la Familia, crecen y suben de tono, en la Iglesia, las voces de alarma que hablan de “cisma blanco”, “cisma rojo” (Jorge Costadoat). O de quienes, como es el caso del cardenal Kasper, llegan a insinuar que estamos entrando en un “cisma práctico”, o sea (si me he enterado bien) un cisma que nadie formula en teoría, pero que en la práctica diaria de la vida funciona dividiendo a los católicos y fracturando a la Iglesia.
Por eso, ahora más que nunca, es el momento de preguntarse: ¿qué puede hacer el papa en este asunto, tal como están las cosas?
Como es lógico, habrá que esperar a ver cómo se desarrolla el Sínodo y, sobre todo, tendremos que saber lo que, después del Sínodo, dice y decide el papa. Pero es precisamente para eso, para indicar lo que, según mi modesta opinión, considero que es lo más acertado que el papa podría – y quizá tendría que – hacer en la situación que estamos viviendo en la Iglesia ahora mismo. Por eso me atrevo a presentar la propuesta siguiente.
Ante todo, considero que es fundamental tener muy claro que, en el tema de la familia, no estamos ante una cuestión de Fe. Por la sencilla razón de que, si pensamos y hablamos de la familia desde la Fe dogmática, que profesa la Iglesia, no existe definición dogmática alguna, en el Magisterio de la Iglesia, sobre este asunto. Y si alguien encuentra un documento magisterial definitorio sobre el modelo de familia o incluso sobre la indisolubilidad del matrimonio, que lo diga. Más aún, los textos bíblicos de Mt 19, 1-9 y Mc 10, 1-12, ampliamente estudiados y discutidos por la exégesis mejor documentada, han demostrado sobradamente que no se refieren a la problemática actual sobre si el matrimonio es o no es indisoluble.
En esos textos, Jesús se opone al derecho unilateral que, según Deut 24, 1, tenía el hombre para repudiar a la mujer, sobre todo si hacía tal cosa “por cualquier causa” (Mt 19, 3). Lo que indica claramente que Jesús no se refiere a la indisolubilidad del matrimonio, sino al derecho unilateral del hombre frente a la mujer que, según la ley de Moisés, carecía de ese derecho. Una desprotección de la mujer, que se agravaba por causa de las enseñanzas de la escuela de Hillel, que llegaba a permitir el repudio de la esposa ”por cualquier motivo” (Mt 19, 3).
Por otra parte, el hecho de que, durante siglos, se hayan mantenido, entre los cristianos, unas práctica y unas costumbres determinadas sobre esta cuestión, no es (ni puede ser) un argumento determinante para obligar al papa a mantener, de forma irrevocable, unos determinados usos o prácticas por más inamovibles que se consideren esas prácticas y esas costumbres.
Y por más respetables que sean las personas que pretenden mantener un determinado modelo de familia. Quienes afirman que la Iglesia no puede en ningún caso admitir el divorcio, demuestran una ignorancia incomprensible, ya que, al decir eso, desconocen que la Iglesia, durante siglos, admitió el divorcio en determinados casos. Por ejemplo, en la respuesta que el papa Gregorio II, en el año 726, envió al obispo san Bonifacio (PL 89, 525). Lo mismo que en la respuesta del papa Inocencio I a Probo (PL 20, 602-603). Doctrina que quedó recogida en el Decreto de Graciano, en el siglo XI (R. Metz – J. Schlick, “Matrimonio y divorcio”, Salamanca 1974, 102-103; M. Sotomayor, “Tradición de la Iglesia con respecto al divorcio. Notas históricas”: Proyección 28 (1981) 55).
Estando así las cosas, lo más razonable, que se puede sugerir en este momento, es que el papa debe sentirse libre para tomar una decisión pastoral, que ayude a la Iglesia entera y en su conjunto a ir madurando la doctrina teológica a seguir. Y, sobre todo, la práctica pastoral que se debe adoptar, al menos mientras las cosas no se vean con más claridad y precisión.
Esto supuesto, y dada la confrontación que de hecho existe en la Iglesia sobre este problema, parece lo más razonable sugerir al papa que – de momento, al menos – lo mejor sería dejar, a los pastores y a los fieles en la Iglesia, en la libertad de proceder según la propia conciencia. De forma que nadie se sienta, ni se pueda sentir, con el derecho y el deber de imponer su propio punto de vista, en un asunto sobre el que no existe ni una enseñanza bíblica, ni una doctrina magisterial que lo pueda imponer desde la Fe. Como tampoco existe, en la historia de la Iglesia, una enseñanza o una práctica uniforme, clara y firme en cuanto se refiere a la defensa de la indisolubilidad del matrimonio, como ahora pretenden imponer algunos obispos y otras dignidades eclesiásticas.
Estamos, pues, ante un asunto sobre el que sabemos que existe un notable pluralismo entre los creyentes en Jesucristo, de forma que, existiendo tal pluralismo, ni el papa podría tomar la decisión de pronunciar una definición dogmática sobre un tema en el que la “Fe de la Iglesia” no es uniforme ni posee las condiciones necesarias para el pronunciamiento de una definición dogmática, como quedó dicho en la definición de la infalibilidad pontificia del concilio Vaticano I (DH 3074) y en la precisión que, sobre este punto capital, hizo el Vaticano II (LG n. 25).


Nace "Pro Francisco", una campaña mundial para apoyar al Papa y a sus reformas; 2 de octubre de 2015.

Una propuesta "plural y pluralista" en la que "caben todas las sensibilidades y posiciones ideológicas"
El eje progresistas-conservadores no responde a lo que busca Francisco. Porque unos y otros (progresistas y conservadores) queremos y buscamos, junto al Papa, una Iglesia cada vez más evangélica
A pocas horas de que arranque la segunda -y definitiva- fase del Sínodo de Obispos sobre la Familia, surge la web "Pro Francisco". Una iniciativa a través de la red que busca, según sus convocantes, "aglutinar a personas, asociaciones, medios de comunicación, colectivos e instituciones del ámbito hispano" con dos claros objetivos: "apoyar al Papa Francisco y visibilizar dicho apoyo en una plataforma digital propositiva y plural. Una iniciativa para sumar".
La web, que nace con un carácter abierto, ha sido promovida en sus inicios por Religión Digital, la Revista Encrucillada, Atrio.org y Amerindia (uno de los principales portales web de Latinoamérica), así como Mensajeros de la Paz, y que en los próximos días contará con nuevos apoyos. Una campaña de apoyo al Papa que "no va contra nadie, ni siquiera contra los que están descontentos o descolocados con el Papa Bergoglio".
"Queremos aglutinar, en una iniciativa absolutamente plural y pluralista, a todas las personas de buena voluntad, que ven en el Papa Francisco un revulsivo humano-divino y divino-humano", asegura la web, que reconoce que "aquí caben creyentes de todas las sensibilidades y posiciones ideológicas", pues "el eje izquierda-derecha se ha quedado viejo. El eje progresistas-conservadores no responde a lo que busca Francisco. Porque unos y otros (progresistas y conservadores) queremos y buscamos, junto al Papa, una Iglesia cada vez más evangélica".
La mecánica de la adhesión es muy fácil. Consiste en rellenar un pequeño formulario, haciendo público y explícito el apoyo al Papa Francisco. A su vez, se han habilitado una página en Facebook, un perfil en Twitter, una página de imágenes en Flickr y un canal en Youtube. De hecho, el objetivo es que todos aquellos que quieran apoyar al Papa puedan hacerlo enviado tweets, imágenes, vídeos, dibujos, pensamientos o artículos, que se irán recogiendo en la plataforma.
La iniciativa irá contando, progresivamente, con las aportaciones de expertos, miembros de la jerarquía o simples fieles de a pie. "Queremos acompañar y "repicar" en todos los ambientes en los que nos movemos la frescura y la riqueza de este pontificado de la misericordia", asumen sus organizadores.
"Se trata de que nos subamos a la oleada de ilusión que, de la mano de Francisco, recorre la Iglesia e, incluso, el mundo. Remar con el Papa. Ayudarle, para que la barca de Pedro se dirija, decidida y alentada por el Espíritu, por la fuerza del Concilio y por el proceso sinodal y colegial, hacia una reforma profunda de la Iglesia y de sus relaciones con el mundo.
"Estamos dispuestos a "hacer lío" y "andar adelante", como nos pide continuamente el Papa Francisco. Estamos preparados para apoyarlo y seguirlo por el camino del 'aggiornamento' eclesial. Por la senda de la conversión, que nace en los corazones y se contagia a personas e instituciones, para transformar el mundo y luchar por el Reino", se puede leer en ProPapaFrancisco.com


José A. Pagola, ante el Sínodo: "El Papa Francisco, amigo de pecadores"; 1 de octubre de 2015.

El sufrimiento de la gente penetra hasta el fondo de su ser"; "Francisco, como Jesús, rompe el círculo diabólico de la discriminación".
La misericordia no es una ley más. Es la gran herencia de Jesús. ¿No ha llegado el momento de revisar la disciplina eclesiástica y el contenido del Derecho Canónico, tan ajeno a veces al espíritu de Jesús?
En la mesa de Francisco caben los impuros.
Las tradiciones evangélicas subrayan una y otra vez que la actuación de Jesús está siempre inspirada, motivada e impulsada por la misericordia hacia todo ser humano. Es la misericordia lo que explica y define su manera de ser y de actuar. El verbo que emplean de ordinario los evangelistas (splanchnizomai) sugiere que el sufrimiento de las gentes conmueve sus entrañas, penetra hasta el fondo de su ser y se convierte en su principio de acción.
Lo importante es captar que esta misericordia no es un sentimiento más, sino la reacción básica de Jesús que dirige y configura toda su actuación. No viene motivada por interés alguno. Es amor gratuito que brota en Jesús desde el misterio insondable de Dios. Desde esta misericordia se entiende toda su acción salvadora.
Los evangelios destacan de manera especial la dedicación de Jesús a curar la vida enferma de las gentes erradicando o aliviando su sufrimiento. Nada ni nadie podrá detener su libertad para actuar con misericordia, ni siquiera la ley sagrada del descanso sabático: "El precepto del sábado ha sido instituido para el ser humano y no el ser humano para el sábado" (Marcos 2, 27).
Además, los evangelios destacan la actuación escandalosa de Jesús ofreciendo el perdón de Dios de manera gratuita a los "pecadores". Nada ni nadie podrá detenerle, ni el rechazo ni los insultos. Jesús explicará así su actuación: "No necesitan de médico los sanos sino los que están mal, no he venido a llamar a justos sino a pecadores" (Marcos 2,15).
Lo que resultaba especialmente escandaloso era su costumbre de sentarse a la mesa con pecadores y gentes que, por diversas razones, los sectores más observantes consideraban excluidos de la Alianza y, por tanto, apartados de la convivencia (banquetes, bodas, sábado...). Jesús se acerca a comer con ellos, no como un maestro de la ley, preocupado de examinar su vida moral, sino como profeta de la misericordia que les ofrece su amistad y comunión.
El significado profundo de estas comidas con pecadores consiste en que Jesús crea comunidad con ellos ante Dios. Comparte el mismo pan y el mismo vino; pronuncia con ellos la "bendición a Dios" y celebra anticipadamente el banquete final que el Padre está ya preparando para sus hijos e hijas. Su gesto de misericordia les anuncia la Buena Noticia de Dios: "Esta discriminación que estáis sufriendo no refleja el misterio último de Dios. También para vosotros el Padre es misericordia y perdón".
La mesa de Jesús es una mesa abierta para todos. No es la "mesa santa" de los fariseos, ni la "mesa pura" de los miembros de la comunidad de Qumrán. Es la mesa acogedora de Dios. Con su actuación misericordiosa, Jesús no justifica la corrupción de los publicanos ni la vida de las prostitutas. Sencillamente, rompe el círculo diabólico de la discriminación y abre un espacio nuevo donde todos son acogidos e invitados al encuentro con el Padre de la misericordia. Jesús pone a todos, justos y pecadores, ante el misterio insondable del perdón de Dios. Para él, ya no hay justos con derechos y pecadores sin derechos. A todos se les ofrece la misericordia. Solo quedan excluidos los que no la acogen.
La Iglesia lleva muchos siglos sin escuchar en toda su radicalidad la llamada de Jesús: "Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso" (Lucas 6,36). Jesús no tiene nada mejor que ofrecer a sus seguidores, como motivación e impulso de la misericordia, que a su Padre Bueno: "Reproducid en la tierra la misericordia de vuestro Padre del cielo". La misericordia no es una ley más. Es la gran herencia de Jesús. Por eso, todo aquello que impide, oscurece o dificulta captar el misterio de Dios como misericordia, perdón o alivio del sufrimiento, ha de desaparecer de su Iglesia pues no encierra la Buena Noticia de Dios proclamada por Jesús.
Sus seguidores hemos de trabajar hoy para que su Iglesia sea, cada vez más, un espacio sensible y comprometido ante todas las heridas físicas, morales y espirituales de los hombres y mujeres de hoy. ¿No ha llegado el momento de revisar la disciplina eclesiástica y el contenido del Derecho Canónico (sanciones, castigos de los delitos, penas, procesos, tribunales...), tan ajeno a veces al espíritu de Jesús y tan condicionado por doctrinas inspiradas en el derecho romano más que en el Evangelio?
En este contexto, no es un hecho de importancia menor la decisión que se tome en el próximo Sínodo sobre el acceso o no a la comunión sacramental, de los matrimonios en situación irregular (divorciados vueltos a casar). Será signo de que la Iglesia se decide a seguir a Jesús por los caminos de la misericordia, o que todavía no se siente con fuerzas para liberarse de ataduras que le están impidiendo anunciar con la audacia y radicalidad de Jesús la misericordia de Dios hacia todo ser humano.
Los sectores fariseos, al ver que Jesús admitía a todos a su propia mesa, lo acusaron de "amigo de pecadores". Jesús nunca se defendió de esta acusación ni la desmintió pues era cierto que se sentía su amigo. Es triste observar cómo, después de veinte siglos, toman fuerza en la Iglesia algunas corrientes de resistencia al papa Francisco, en cuyo trasfondo parece que subyace la misma preocupación pues, en definitiva, le están pidiendo que no caiga en la tentación de ser tan amigo de pecadores. No logro entender su escándalo. ¿A quién excluiría hoy Jesús de la comunión eucarística? Cuanto más contemplo al profeta de la misericordia y trato de interiorizar su Espíritu, más me reafirmo en la convicción de que solo la misericordia puede hacer a la Iglesia de hoy más humana y más creíble. Francisco, ¡Que Dios te bendiga!


28° domingo Ordinario; Octubre 11 del 2015;

Sabiduría 77-11; Salmo 89; Hebreos 412-13; Marcos 1017-37
El conjunto de las lecturas de este domingo tocan dos temas íntimamente relacionados, aunque para una visión más laica pudieran estar separados. Se trata, en primer lugar, del seguimiento de Jesús; pero, también, de “poseer vida eterna”; es decir, de encontrar la verdadera felicidad, la plenitud, la vida sea temporal o eterna.
El tema radical que se maneja de fondo es el de la relación del ser humano con los bienes de la tierra: ¿son ellos los que nos dan la felicidad u otra cosa? El problema es que tampoco podemos vivir sin tenerlos, sin usarlos. Nadie puede vivir sólo de aire. Y ahí, a esa aporía o aparente contradicción es a donde se dirige el evangelio. Se pueden tener las cosas, se pueden usar, se necesitan para la vida, pero jamás se puede estar apegado a ellas, no se pueden cambiar por Dios, como si ellas fueran la fuente de la felicidad humana. ¿Poseemos las cosas o las cosas nos poseen? ¿Ellas nos dan la felicidad o sólo son condición para ir más allá de ellas? ¿Las cosas son bienes o fines? Es el tema permanente que se debate entre el amor y el egoísmo.
El problema es que toda la sociedad está manipulada desde el consumo, como fuente exclusiva de felicidad. Desde los medios de comunicación hasta la vivencia familiar, la paz, la tranquilidad, la satisfacción, etc., se nos afirma que sólo surgen cuando uno “tiene cosas”, cuando uno ya puede descansar porque ha ido haciendo su patrimonio. Y la dinámica es clara: primero busco lo indispensable para vivir; lo busco para mi familia; luego voy estableciendo metas: tenemos que tener casa, coche, aparatos eléctricos, escuela, seguro médico, etc., etc. Luego, viajes, diversiones, algunos lujos; y, finalmente, si las condiciones económicas nos lo permiten, seguir acumulando, para gozar aún más: se pasa de lo modesto a lo opulento, se llega incluso a “cambiar de código postal”.
Interesante que en todo este proceso –por el que igual somos manipulados sin darnos cuenta- el resorte que nos funciona no es el pensar en los demás, en los que menos tienen, en los que quizá no tienen ni lo más básico para vivir; sino que el que todo nuestro esfuerzo consiste en mejorar yo y mi familia, en tener más, en acaparar bienes mayores y mejores…
El Evangelio señala que el hecho de tener como tal no está mal. Es el caso de este joven rico: ha cumplido con la ley desde chico; pero para el seguidor de Jesús, eso no basta. Ahí hay una felicidad a medias; ahí hay una trampa en la que uno está sin darse cuenta; la moneda está aún en el aire. Por eso Jesús, al ver que el joven tenía buen corazón y había cumplido con lo más esencial de los mandamientos, espontáneamente lo invita a dar el paso definitivo de la vida: el soltar, el no vivir apegado, el confiar no en las cosas mismas sino en Dios; lo invita a entregarse totalmente al “Seguimiento”, dedicado no a pensar en él sino en los demás; entregado a buscar los bienes no para él, sino para los otros. La invitación que hace Jesús es a dar un giro de 180°: si hasta ahora has vivido para ti, ahora te invito a vivir para los demás; pero la condición para que puedas responder a estar invitación es que “sueltes”, que “lo dejes todo”; que dejes de pensar sólo en ti mismo y te lances a pensar en los demás; que dejes de trabajar sólo para ti y ahora pongas tu empeño en trabajar para los otros, para los que menos tienen, para que ellos sean beneficiados y puedan vivir con la dignidad de hijos e hijas de Dios.
Seguir a Jesús, entonces, supone una condición radical: soltar, no vivir apegado a nada ni a nadie; no vivir para uno mismo al margen de los demás; pues sólo entonces tendremos “vida eterna”. Sin embargo, hay que acotar lo siguiente: hoy en día, seguir a Jesús no puede implicar para el cristiano “vender todo y darlo a los pobres”; sería irresponsable; pero lo que sí puede implicar es entender que los bienes no son la felicidad; que hay otras cosas que son las que nos dan eso más profundo que buscamos; y que habiendo pobres, no podemos dejarnos llevar por la dinámica individualista del poseer y el acumular. Quien construye su vida pensando en los pobres y buscando comprometerse con ellos para seguir a Jesús, realmente vivirá modestamente y sus aspiraciones e ideales irán por otro rumbo.
Es justo lo que nos ofrece la primera lectura del libro de la Sabiduría: cuando uno es verdaderamente sabio, de acuerdo al Evangelio como dice la 2ª lectura de la carta a los Hebreos, entonces “en nada se tiene la riqueza”. “No se puede comparar con la piedra más preciosa, porque todo el oro, junto a ella, es un poco de arena y la plata es como lodo en su presencia”.
En sus Ejercicios Espirituales, San Ignacio nos invita a ser libres, a no apegarnos ni siquiera a 4 elementos que aparentemente son indispensables para la felicidad: la salud, la riqueza, el honor y la vida. Sólo quien no vive atado a estos bienes, podrá ser capaz de seguir a Jesús y de encontrar la auténtica felicidad. Sin duda tenemos que contar con ellos; pero sin apego, a fin de que no nos impidan vivir nuestra vida desde los que menos tienen y podamos colaborar en la construcción del reino de justicia y de paz por el que Jesús dio la vida.


domingo, 4 de octubre de 2015

Reseña del libro: "El Pensamiento Crítico frente a la Hydra Capitalista" (El Zapatismo); Spt 22 '15

22 de septiembre de 2015.
Universidad Iberoamericana Puebla.
Presentación del Libro.
Eduardo Almeida Acosta.

            Este libro es el primer volumen de tres del Seminario “El Pensamiento Crítico frente a la Hydra Capitalista” convocado por el EZLN para los días del 2 al 9 de mayo de 2015; primero en Oventic el día 2 para hacer un homenaje a dos luchadores sociales, el maestro Galeano y el filósofo Villoro, que aportaron muchas luces al propósito del Seminario y durante muchos años a la lucha por la justicia, la libertad y la democracia; y luego en San Cristóbal de las Casas para reflexionar sobre la catástrofe que se cierne sobre la humanidad y pautas de qué hacer frente a ella.
            En este primer volumen se ofrece la participación de la Comisión Sexta del EZLN y se presentan las aproximaciones de Pensamiento Crítico de los zapatistas, fruto de su resistencia y rebeldía, mirando primero a lo que han vivido y hecho para sobrevivir y enfrentar a la hydra capitalista; y en segundo término compartiendo su mirada del gran responsable de la guerra mundial en la que estamos inmersos, el capitalismo, y de lo que se manifiesta como la gran tormenta que ya padecemos y que se incrementa día con día presagiando la extinción de la especie humana.
            Este primer volumen es muy importante, y el propósito de estas presentaciones que estamos haciendo por todo el país durante este segundo semestre de 2015, tiene como finalidad explicar y dar a conocer las visiones y experiencias de resistencia de los zapatistas a la gran mayoría de la población mexicana, tan desinformada, tan mantenida en la apatía, el conformismo y el miedo por la plutocracia que monopoliza el poder y la riqueza en el país.
            Son muchos los logros y capacidad del zapatismo en cuanto a solidaridad, resistencia y convivencia tan necesarias para confrontar la codicia, la agresividad y la arrogancia del sistema político y económico que nos abruma a los mexicanos. Tengo la fuerte impresión de que hay aportes que son más conocidos, valorados y aprovechados fuera del país que al interior del mismo. Aprendizajes y actitudes tan relevantes como la organización y la disposición del trabajo, la delegación del poder, la rotación de figuras de autoridad por ciclos cortos de tiempo, la habilidad de romper bloques, de contar con la capacidad de dirigencia de las mujeres, la comprensión práctica de cómo funciona la economía. Ignoramos casi por completo cómo el zapatismo coincide en sus luchas con las que se llevan a cabo contra el “apartheid” de los israelíes, contra el Ejército Islámico por parte del Confederalismo Democrático Kurdo. Sólo de vez en cuando nos enteramos de esas luchas, de su relevancia para la humanidad y para enfrentar a la hydra capitalista.
            El mensaje de los Zapatistas es que esta casa capitalista está por caerse, que hay que ir construyendo otra, y ofrecen pautas para ello. Para esto convocaron al Seminario de Mayo en Chiapas. Para recordarnos que es importante no seguir solos, que tener buena compañía es el fruto de un gran esfuerzo y que ya no podemos esperar para crearla. El dolor, la indignación y la rabia que los zapatistas han vivido frente a las diferentes cabezas de la hydra y que les han enseñado a reorientar, a canalizar y a energetizar sus potencialidades y sus recursos ya han sido fuente de inspiración de muchas luchas, pero de lo que se trata ahora es de expandir esos aprendizajes, y como ellos han expresado, de crear otros semilleros de pensamiento crítico y de organización comunitaria; de crear nuevos conceptos para entender la hydra, de cómo se fue conformando, de entender cómo se ha ido luchando contra sus cabezas y contra toda ella y de cómo habrá que ir no solo entendiendo la realidad sino de cómo habrá que irla transformando.
            Entonces lo que este primer volumen ofrece en una primera parte es la mirada hacia adentro, que hacen los zapatistas, de su caminar. Para captar esta interioridad el texto ofrece de entrada dos pistas encarnadas en dos luchadores sociales: Del primero, Don Luis Villoro, no se sabía que era de adentro, aunque por sus diálogos publicados en la revista Rebeldía se podría haber sospechado. Del segundo, que se supo que fue de adentro desde antes del 1° de enero de 1994, el maestro Galeano, y que fue protagonista fundamental en el alzamiento y durante 20 años de rebeldía hasta ser maestro (votán) en “la escuelita”, y finalmente secuestrado, torturado y asesinado por la CIOAC-Histórica, esa agrupación de traidores.
            Para la mirada hacia adentro el Subcomandante Moisés expuso en varias sesiones del Seminario los conceptos y la práctica de la Economía Política que han construido los zapatistas recuperando tierras, defendiéndolas, cultivándolas, sin aceptar migajas del mal gobierno, con trabajo colectivo, aprendiendo desde las dificultades y contando con la participación de las mujeres. Expuso también cómo se van organizando, desde lo que se les va ocurriendo en el cerebro, desde lo que su lengua va poniendo en palabras, desde lo que sus cuerpos van ensayando en la práctica, aprendiendo de las dificultades, acerca de cómo hay que organizarse, de cómo atender a las quejas poniéndose de acuerdo para trabajar, de cómo hacer funcionar “bancos autónomos”.
            Para captar cómo fueron conformándose las luchas zapatistas varias comandantas comunicaron cómo han ido cambiando las relaciones de género y cómo han construido nuevas relaciones sociales. La comandanta Miriam describió el largo proceso que han seguido las mujeres zapatistas para superar primero el maltrato de los finqueros y luego ya en las comunidades zapatistas el de los varones en sus hogares. Concluye su exposición diciendo: “Nunca tuvimos la oportunidad de decir lo que sentimos por muchos años”. La Comandanta Rosalinda comunicó el proceso de cómo fueron perdiendo el miedo y la vergüenza de participar en todas las áreas de trabajo. Participaron en el levantamiento y fueron siendo responsables de instancias locales y luego regionales. Dijo: “Para hacer una revolución tiene que ser entre hombres y mujeres”. La Comandanta Dalia relató que las mujeres han organizado trabajos colectivos, visitando pueblos y haciendo reuniones, todo ello para sostener la resistencia. Lizbeth, una base de apoyo afirmó: “Nosotras ya tenemos la libertad y el derecho como mujeres de opinar, discutir, analizar, no como antes; el modo de luchar y de gobernar lo practicamos todos los días hombres y mujeres, lo vemos como nuestra cultura”. Las mujeres fueron rompiendo moldes y esquemas del papel que el sistema patriarcal y que los hombres zapatistas también les habían impuesto.
            Para la mirada hacia adentro el Subcomandante Moisés detalló durante varias sesiones del Seminario cómo los zapatistas han resistido y se han rebelado para no caer en provocaciones a pesar de ataques durísimos que han soportado por parte del gobierno y de los paramilitares; de mercenarios enviados para destruir sus cosechas, invadir tierras y asesinar. Han acatado la orden de replegarse en la lucha violenta, de no recibir lo que ofrece el gobierno, de encajar las amenazas, de tragarse las burlas de muchas gentes, de soportar las mentiras de académicos y de medios de comunicación que propagan la debilidad y la extinción progresiva de los zapatistas.
            El Subcomandante Moisés expuso también los problemas que tuvieron para construir las Juntas de Buen Gobierno, porque tuvieron que transitar de una lógica militar a una lógica civil, de un control de combatientes a una organización de sujetos autónomos, de gobernar a base de órdenes a mantenerse coordinados a base de acuerdos. Lo cual no significó dejar de lado la resistencia y la rebeldía, una de las fuentes de vida de los zapatistas, de lo que les ha motivado a practicar formas nuevas de ejercer la justicia, de atender a la salud y de procurar la educación para todas y todos. La resistencia y la rebeldía les permite vigilar permanentemente a sus autoridades, practicar el diálogo y la consulta cada vez que sea necesario. La resistencia y la rebeldía son así condiciones permanentes de evitar las rigideces en las utopías de cambio y de propiciar la apertura mental y la flexibilidad necesaria para favorecer el pensamiento crítico.
            En una segunda parte, este primer volumen (de tres que serán publicados) ofrece la mirada que dirigen los zapatistas hacia afuera, hacia el mundo dominado por la hydra capitalista. Se plantean algunos supuestos fundamentales del análisis de la realidad. Se procura enfocar la mirada hacia las formas que adopta el capitalismo en la actualidad, hacia los rasgos que lo distinguen en sus estrategias para proseguir en el proceso de acumulación de riqueza para unos cuantos y de empobrecimiento y hasta de extinción para la mayor parte de la humanidad. Es un afán destructivo que no tiene comparación con las formas como el capitalismo se ha manifestado en los otros períodos de la historia.
            En un discurso dirigido a los padres de los estudiantes desaparecidos de la Normal Rural “Raúl Isidro Burgos” de Ayotzinapa, Gro. el Subcomandante Galeano presentó apuntes sobre el método zapatista para enfrentar a la hydra. Hay luchas que van socavando el sistema capitalista, como la de los familiares de los desaparecidos de la Normal de Ayotzinapa. Para incrementar y ensanchar ese trabajo de zapa es necesaria una lucha común “que transforme el dolor en rabia, la rabia en rebeldía, y la rebeldía en mañana”. La noche de terror, el 26-27 de septiembre de 2014 fue un punto de quiebre que extendió y profundizó la lucha de los normalistas hasta los lugares más apartados del planeta y eso se debió al empeño, a la sencillez, a la grandeza, a la entrega incondicional de los familiares de esos estudiantes. Como les dijo el Subcomandante Galeano: “No crean en quienes les dicen que la sensibilidad y la simpatía, el apoyo, se mide en calles abarrotadas, en plazas colmadas, en grandes templetes, en el número de cámaras, micrófonos, encabezando los periódicos, tendencias en redes sociales... La inmensa mayoría en el mundo, no sólo en nuestro país, es como ustedes, hermanas y hermanos familiares de los ausentes de Ayotzinapa. Son personas que tienen que pelearle al día y a la noche un pedazo de vida. Es gente que debe luchar para arrancarle a la realidad algo para sostenerse”.
            En otro texto el subcomandante Galeano ofrece elementos para el análisis de la complejidad de la hydra capitalista en la situación actual. Según el Subcomandante el Seminario pretende ser un semillero de ideas, provocar pensamientos, discusión, diálogos, debates, polémicas. Se trata de responder a la pregunta que todos terminamos por hacernos: ¿qué sigue? El Subcomandante Galeano propone que se escuche y se lea al Subcomandante Moisés (ver párrafos anteriores). “Dice el Sup Galeano: “A través de sus palabras (del Sup Moisés) podrán asomarse a una historia terrible y maravillosa. Entenderán que es como un informante (drone) subterráneo y tendrán el privilegio de una mirada desde las profundidades de la resistencia zapatista”.
            Siguiendo con la mirada desde las profundidades de la resistencia zapatista se puede apreciar que muerte y destrucción hacen vivir a la hydra. Su credo se llama guerra. Su sistema es impunidad hecha gobierno, medio de comunicación, aparato judicial, cuerpo legislativo, ejército, etc. Su sistema es el del patriarca contra lo femenino. Sus víctimas predilectas: la verdad y la justicia. Eso lo estamos viendo en el paradigma Ayotzinapa, “dar vuelta a la hoja”, “mirar para adelante”.
            Frente a la hydra es necesario hacer de la exigencia de verdad y de justicia una demanda universal, asumir el dolor y la rabia de esos padres, que no se rinden, no se venden, no claudican. La lucha se da con todo, teatro, diarios, internet… para derribar “la casa capitalista” desde los cimientos y para atacar a la hydra desde todos los frentes.
            Aquí es donde entran los avistamientos críticos para repensar las teorías, enfocar a “los procesos electorales”, a “la oligarquía del capital privado”, a “los representantes del pueblo”. Desde una ciencia de la historia que no sólo explique sino transforme. Desde una “economía política”, desde “rebeldía y resistencia”, como lo ha explicado el Subcomandante Moisés, que permitan entender que afuera “los  medios  de producción” son también “los medios del despojo”. Entender las formas complejas de la hydra de ahora.
            Los zapatistas nos advierten sobre la tormenta que se nos viene encima, sobre su historia, qué la alimenta, cuál ha sido su trayectoria. Es la hydra que todo lo vuelve mercancía, invade territorios, despoja pueblos, decreta que hay humanos de los que hay que deshacerse.
            Los sistemas jurídicos, leyes, ejércitos de abogados, son medios de despojo. Se recurre a todo tipo de violencias para despojar.
            Mientras tanto las ciencias sociales están determinadas por un pensamiento haragán, incapaz de detectar las señales de la tormenta, de que el sistema-mundo está cambiando y se orienta hacia una crisis terminal. Lo que ven los zapatistas es una cuestión de supervivencia no sólo de los pueblos originarios sino de toda la humanidad. Todo se vuelve mercancía, el trabajo, la naturaleza, el conocimiento. Campesinos e indígenas son ahora migrantes sin salir de su tierra de origen. El zapatismo ha captado el problema y afirma es la guerra contra la humanidad. Guerra siempre, Guerra Mundial. Destrucción Universal. En todas partes, de todas las formas, todo el tiempo.
            Para esta guerra la hydra ha invadido todo el sistema social. Para esta destrucción propositiva están los gobernantes torpes e imbéciles proponiendo “Reformas”, realizando “obras de urbanización” (véase lo que sucede en México D.F., en Puebla y lo que dicen los zapatistas acerca de Tuxtla Gutiérrez). El Estado se va degenerando, la academia se vuelve haragana. Es una guerra que hará que países enteros quiebren, que se empecinará en acabar con la población sobrante para el capitalismo.
            La hydra ha mutado, ¿en qué no ha cambiado? ¿cuál es la cabeza primaria de la hydra? La codicia de la hydra es infinita. Termina esta sección del libro, de la que hemos comentado la voz de los zapatistas expresada por el Subcomandante Galeano, con lo que él expresa: “Es aquí donde el pensamiento crítico nos abofetea y nos pregunta: ¿y tú qué?”.
En la tercera parte de este primer volumen de las Memorias del Seminario de mayo de 2015 convocado por los zapatistas, y que ofrece los textos de la “Participación de la Comisión Sexta del EZLN” con las voces del Sup Galeano, del Sup Moisés, de las Comandantas Miriam, Rosalinda y Dalia, de la Base de Apoyo Lizbeth y de Escucha Selena, esta última sección se dedica a responder a la pregunta ¿Qué hacer?
La respuesta se condensa en dos aspectos:
1.     Organizarse. Dice el Subcomandante Moisés: “Por eso, nosotras, nosotros las y los zapatistas, no nos cansamos de decir, organícense, organicémonos, cada quien en su lugar, luchamos por organizarse, trabajemos por organizarse, pensemos por empezar a organizar y concentrémonos por unir nuestras organizaciones por un Mundo donde los pueblos mandan y gobierno obedece”.
2.     Crear más semilleros. El Seminario al que fuimos convocados fue para reconocer la importancia de los conceptos teóricos, de saber contra quien estamos luchando, de conocer otras luchas. Están cambiando las formas de lucha. “Estamos frente a un problema y a un reto que lo vemos como lo ha definido claramente, dice el Sup Galeano, el Subcomandante Insurgente Moisés: está cabrón”. Se necesita hacer semilleros en todas partes porque lo que importa es saber: ¿qué sigue? El Subcomandante Moisés afirma: “Se nos están juntando los dolores. No nos dejan que se cierre la herida, falta que cierre la herida de padres y madres de Ayotzinapa, y nos harán otra sino no nos organizamos. Por eso tenemos que ver qué tenemos que hacer, compañeros y compañeras de La Sexta, hermanos y hermanas del mundo”.

     Al final del libro, en una cuarta parte titulada “Signos y Señales” aparecen dos poemas, uno de Oscar Chávez que se titula “LIBERTAD es una palabra Zapatista” y otro de Guillermo Velázquez B. “Juglar de fiesta y quebranto” que expresan lo que vivimos y lo que nos inquieta: ¿qué sigue? ¿qué hacer? Aparecen también 31 pinturas, una que es la portada del libro y que es una representación de la hydra capitalista y una que es la cuarta de forros, una foto de participantes, sobre todo mujeres, en medio de la neblina de Oventic. 

Discurso del Santo Padre a los sintecho en la parroquia de San Patricio 24 de septiembre de 2015

Queridos amigos:

La primera palabra que quiero decirles es gracias. Gracias por recibirme y por el esfuerzo que han hecho para que este encuentro pueda realizarse.
Aquí recuerdo a una persona que quiero, que es y ha sido muy importante a lo largo de mi vida. Ha sido sostén y fuente de inspiración. Es a quien recurro cuando estoy medio «apretado». Ustedes me recuerdan a san José. Sus rostros me hablan del suyo.
En la vida de José hubo situaciones difíciles de enfrentar. Una de ellas fue cuando María estaba por dar a luz, por tener a Jesús. Dice la Biblia: «Estaban en Belén, le llegó a María el tiempo de dar a luz. Y allí nació su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales y lo acostó en el establo, porque no había alojamiento para ellos» (Lc 2,6-7). La Biblia es muy clara: «No había alojamiento para ellos». Me imagino a José, con su esposa a punto de tener a su hijo, sin un techo, sin casa, sin alojamiento. El Hijo de Dios entró en este mundo como uno que no tiene casa. El hijo de Dios entró como un homeless. El Hijo de Dios supo lo que es comenzar la vida sin un techo. Imaginemos las preguntas de José en ese momento: ¿Cómo el Hijo de Dios no tiene un techo para vivir? ¿Por qué estamos sin hogar, por qué estamos sin un techo? Son preguntas que muchos de ustedes pueden hacerse a diario. Y se las hacen. Al igual que José se cuestionan: ¿Por qué estamos sin un techo, sin un hogar? A los que tenemos techo y hogar son preguntas que nos hará bien hacernos también: ¿Por qué estos hermanos nuestros están sin hogar, por qué estos hermanos nuestros no tienen un techo?
Las preguntas de José siguen presentes hoy, acompañando a todos los que a lo largo de la historia han vivido y están sin un hogar.
José era un hombre que se hizo preguntas pero, sobre todo, era un hombre de fe. Fue la fe la que le permitió a José poder encontrar luz en ese momento que parecía todo a oscuras; fue la fe la que lo sostuvo en las dificultades de su vida. Por la fe, José supo salir adelante cuando todo parecía detenerse.
Ante situaciones injustas, dolorosas, la fe nos aporta esa luz que disipa la oscuridad. Al igual que a José, la fe nos abre a la presencia silenciosa de Dios en toda vida, en toda persona, en toda situación. Él está presente en cada uno de ustedes, en cada uno de nosotros.
Quiero ser muy claro. No hay ningún tipo de justificación social, moral o del tipo que sea para aceptar la falta de alojamiento. Son situaciones injustas, pero sabemos que Dios está sufriéndolas con nosotros, está viviéndolas a nuestro lado. No nos deja solos.
Sabemos que Jesús no solo ha querido solidarizarse con cada persona, no solo quiso que nadie sienta o viva la falta de su compañía, de su auxilio, de su amor. Él mismo se ha identificado con todos aquellos que sufren, que lloran, que padecen alguna injusticia. Él nos lo dice claramente: «Tuve hambre, y me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; anduve como forastero y me dieron alojamiento» (Mt 25,35).
Es la fe la que nos hace saber que Dios está con ustedes, Dios está en medio nuestro y su presencia nos moviliza a la caridad. Esa caridad que nace de la llamada de un Dios que sigue golpeando nuestra puerta, la puerta de todos para invitarnos al amor, a la compasión, a la entrega de unos por otros.
Jesús sigue golpeando nuestras puertas, nuestra vida. No lo hace mágicamente, no lo hace con artilugios, con carteles luminosos o fuegos artificiales. Jesús sigue golpeando nuestra puerta en el rostro del hermano, en el rostro del vecino, en el rostro del que está a nuestro lado.
Queridos amigos, uno de los modos más eficaces de ayuda que tenemos lo encontramos en la oración. La oración nos une, nos hermana, nos abre el corazón y nos recuerda una verdad hermosa que a veces olvidamos. En la oración, todos aprendemos a decir Padre, papá, y en ella nos encontramos como hermanos. En la oración, no hay ricos y pobres, hay hijos y hermanos. En la oración no hay personas de primera o de segunda, hay fraternidad.
Es en la oración donde nuestro corazón encuentra la fuerza para no volverse insensible, frío ante las situaciones de injusticia. En la oración, Dios nos sigue llamando y levantando a la caridad.
Qué bien nos hace rezar juntos, qué bien nos hace encontrarnos en ese espacio donde nos miramos como hermanos y nos reconocemos los unos necesitados del apoyo de los otros. Hoy quiero rezar con ustedes, quiero unirme a ustedes porque necesito su apoyo, su cercanía. Quiero invitarlos a rezar juntos, los unos por los otros, los unos con los otros. Así podremos continuar con este sostén que nos ayuda a vivir la alegría de saber que Jesús siempre está en medio nuestro. Que Jesús nos ayude a solucionar las injusticias que Él conoció primero. La de no tener casa ¿Se animan a rezar juntos?  
Yo empiezo en castellano y ustedes siguen en inglés
Padre nuestro que estás en el cielo...                    
Antes de irme, me gustaría darles la bendición de Dios:
Que el Señor los bendiga y los proteja;
que el Señor los mire con agrado y les muestre su bondad;
que el Señor los mire con amor y les conceda su paz (Nm 6, 24-26).                    
Y no se olviden de rezar por mí.


Discurso del Papa Francisco ante el Congreso de USA, Sept. 24 del 2015

VISITA AL CONGRESO DE LOS ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA
DISCURSO DEL SANTO PADRE
Washington D.C.
Jueves 24 de septiembre de 2015
Señor Vicepresidente,
Señor Presidente,
Distinguidos Miembros del Congreso,
Queridos amigos:
Les agradezco la invitación que me han hecho a que les dirija la palabra en esta sesión conjunta del Congreso en «la tierra de los libres y en la patria de los valientes». Me gustaría pensar que lo han hecho porque también yo soy un hijo de este gran continente, del que todos nosotros hemos recibido tanto y con el que tenemos una responsabilidad común.
Cada hijo o hija de un país tiene una misión, una responsabilidad personal y social. La de ustedes como Miembros del Congreso, por medio de la actividad legislativa, consiste en hacer que este País crezca como Nación. Ustedes son el rostro de su pueblo, sus representantes. Y están llamados a defender y custodiar la dignidad de sus conciudadanos en la búsqueda constante y exigente del bien común, pues éste es el principal desvelo de la política. La sociedad política perdura si se plantea, como vocación, satisfacer las necesidades comunes favoreciendo el crecimiento de todos sus miembros, especialmente de los que están en situación de mayor vulnerabilidad o riesgo. La actividad legislativa siempre está basada en la atención al pueblo. A eso han sido invitados, llamados, convocados por las urnas.
Se trata de una tarea que me recuerda la figura de Moisés en una doble perspectiva. Por un lado, el Patriarca y legislador del Pueblo de Israel simboliza la necesidad que tienen los pueblos de mantener la conciencia de unidad por medio de una legislación justa. Por otra parte, la figura de Moisés nos remite directamente a Dios y por lo tanto a la dignidad trascendente del ser humano. Moisés nos ofrece una buena síntesis de su labor: ustedes están invitados a proteger, por medio de la ley, la imagen y semejanza plasmada por Dios en cada rostro.
En esta perspectiva quisiera hoy no sólo dirigirme a ustedes, sino con ustedes y en ustedes a todo el pueblo de los Estados Unidos. Aquí junto con sus Representantes, quisiera tener la oportunidad de dialogar con miles de hombres y mujeres que luchan cada día para trabajar honradamente, para llevar el pan a su casa, para ahorrar y –poco a poco– conseguir una vida mejor para los suyos. Que no se resignan solamente a pagar sus impuestos, sino que –con su servicio silencioso– sostienen la convivencia. Que crean lazos de solidaridad por medio de iniciativas espontáneas pero también a través de organizaciones que buscan paliar el dolor de los más necesitados.
Me gustaría dialogar con tantos abuelos que atesoran la sabiduría forjada por los años e intentan de muchas maneras, especialmente a través del voluntariado, compartir sus experiencias y conocimientos. Sé que son muchos los que se jubilan pero no se retiran; siguen activos construyendo esta tierra. Me gustaría dialogar con todos esos jóvenes que luchan por sus deseos nobles y altos, que no se dejan atomizar por las ofertas fáciles, que saben enfrentar situaciones difíciles, fruto muchas veces de la inmadurez de los adultos. Con todos ustedes quisiera dialogar y me gustaría hacerlo a partir de la memoria de su pueblo.
Mi visita tiene lugar en un momento en que los hombres y mujeres de buena voluntad conmemoran el aniversario de algunos ilustres norteamericanos. Salvando los vaivenes de la historia y las ambigüedades propias de los seres humanos, con sus muchas diferencias y límites, estos hombres y mujeres apostaron, con trabajo, abnegación y hasta con su propia sangre, por forjar un futuro mejor. Con su vida plasmaron valores fundantes que viven para siempre en el alma de todo el pueblo. Un pueblo con alma puede pasar por muchas encrucijadas, tensiones y conflictos, pero logra siempre encontrar los recursos para salir adelante y hacerlo con dignidad. Estos hombres y mujeres nos aportan una hermenéutica, una manera de ver y analizar la realidad. Honrar su memoria, en medio de los conflictos, nos ayuda a recuperar, en el hoy de cada día, nuestras reservas culturales.
Me limito a mencionar cuatro de estos ciudadanos: Abraham Lincoln, Martin Luther King, Dorothy Day y Thomas Merton.
Estamos en el  ciento cincuenta aniversario del asesinato del Presidente Abraham Lincoln, el defensor de la libertad, que ha trabajado incansablemente para que «esta Nación, por la gracia de Dios, tenga una nueva aurora de libertad». Construir un futuro de libertad exige amor al bien común y colaboración con un espíritu de subsidiaridad y solidaridad.
Todos conocemos y estamos sumamente preocupados por la inquietante situación social y política de nuestro tiempo. El mundo es cada vez más un lugar de conflictos violentos, de odio nocivo, de sangrienta atrocidad, cometida incluso en el nombre de Dios y de la religión. Somos conscientes de que ninguna religión es inmune a diversas formas de aberración individual o de extremismo ideológico. Esto nos urge a estar atentos frente a cualquier tipo de fundamentalismo de índole religiosa o del tipo que fuere. Combatir la violencia perpetrada bajo el nombre de una religión, una ideología, o un sistema económico y, al mismo tiempo, proteger la libertad de las religiones, de las ideas, de las personas requiere un delicado equilibrio en el que tenemos que trabajar. Y, por otra parte, puede generarse una tentación a la que hemos de prestar especial atención: el reduccionismo simplista que divide la realidad en buenos y malos; permítanme usar la expresión: en justos y pecadores. El mundo contemporáneo con sus heridas, que sangran en tantos hermanos nuestros, nos convoca a afrontar todas las polarizaciones que pretenden dividirlo en dos bandos. Sabemos que en el afán  de querer liberarnos del enemigo exterior podemos caer en la tentación de ir alimentando el enemigo interior. Copiar el odio y la violencia del tirano y del asesino es la mejor manera de ocupar su lugar. A eso este pueblo dice: No.
Nuestra respuesta, en cambio, es de esperanza y de reconciliación, de paz y de justicia. Se nos pide tener el coraje y usar nuestra inteligencia para resolver las crisis geopolíticas y económicas que abundan hoy. También en el mundo desarrollado las consecuencias de estructuras y acciones injustas aparecen con mucha evidencia. Nuestro trabajo se centra en devolver la esperanza, corregir las injusticias, mantener la fe en los compromisos, promoviendo así la recuperación de las personas y de los pueblos. Ir hacia delante juntos, en un renovado espíritu de fraternidad y solidaridad, cooperando con entusiasmo al bien común.
El reto que tenemos que afrontar hoy nos pide una renovación del espíritu de colaboración que ha producido tanto bien a lo largo de la historia de los Estados Unidos. La complejidad, la gravedad y la urgencia de tal desafío exige poner en común los recursos y los talentos que poseemos y empeñarnos en sostenernos mutuamente, respetando las diferencias y las convicciones de conciencia.
En estas tierras, las diversas comunidades religiosas han ofrecido una gran ayuda para construir y reforzar la sociedad. Es importante, hoy como en el pasado, que la voz de la fe, que es una voz de fraternidad y de amor, que busca sacar lo mejor de cada persona y de cada sociedad, pueda seguir siendo escuchada. Tal cooperación es un potente instrumento en la lucha por erradicar las nuevas formas mundiales de esclavitud, que son fruto de grandes injusticias que pueden ser superadas sólo con nuevas políticas y consensos sociales.
Apelo aquí a la historia política de los Estados Unidos, donde la democracia está radicada en la mente del Pueblo. Toda actividad política debe servir y promover el bien de la persona humana y estar fundada en el respeto de su dignidad. «Sostenemos como evidentes estas verdades: que todos los hombres son creados iguales; que han sido dotados por el Creador de ciertos derechos inalienables; que entre estos está la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad» (Declaración de Independencia, 4 julio 1776). Si es verdad que la política debe servir a la persona humana, se sigue que no puede ser esclava de la economía y de las finanzas. La política responde a la necesidad imperiosa de convivir para construir juntos el bien común posible, el de una comunidad que resigna intereses particulares para poder compartir, con justicia y paz, sus bienes, sus intereses, su vida social. No subestimo la dificultad que esto conlleva, pero los aliento en este esfuerzo.
En esta sede quiero recordar también la marcha que, cincuenta años atrás, Martin Luther King encabezó desde Selma a Montgomery, en la campaña por realizar el «sueño» de plenos derechos civiles y políticos para los afro-americanos. Su sueño sigue resonando en nuestros corazones. Me alegro de que Estados Unidos siga siendo para muchos la tierra de los «sueños». Sueños que movilizan a la acción, a la participación, al compromiso. Sueños que despiertan lo que de más profundo y auténtico hay en los pueblos.
En los últimos siglos, millones de personas han alcanzado esta tierra persiguiendo el sueño de poder construir su propio futuro en libertad. Nosotros, pertenecientes a este continente, no nos asustamos de los extranjeros, porque muchos de nosotros hace tiempo fuimos extranjeros. Les hablo como hijo de inmigrantes, como muchos de ustedes que son descendientes de inmigrantes. Trágicamente, los derechos de cuantos vivieron aquí mucho antes que nosotros no siempre fueron respetados. A estos pueblos y a sus naciones, desde el corazón de la democracia norteamericana, deseo reafirmarles mi más alta estima y reconocimiento. Aquellos primeros contactos fueron bastantes convulsos y sangrientos, pero es difícil enjuiciar el pasado con los criterios del presente. Sin embargo, cuando el extranjero nos interpela, no podemos cometer los pecados y los errores del pasado. Debemos elegir la posibilidad de vivir ahora en el mundo más noble y justo posible, mientras formamos las nuevas generaciones, con una educación que no puede dar nunca la espalda a los «vecinos», a todo lo que nos rodea. Construir una nación nos lleva a pensarnos siempre en relación con otros, saliendo de la lógica de enemigo para pasar a la lógica de la recíproca subsidiaridad, dando lo mejor de nosotros. Confío que lo haremos.
Nuestro mundo está afrontando una crisis de refugiados sin precedentes desde los tiempos de la II Guerra Mundial. Lo que representa grandes desafíos y decisiones difíciles de tomar. A lo que se suma, en este continente, las miles de personas que se ven obligadas a viajar hacia el norte en búsqueda de una vida mejor para sí y para sus seres queridos, en un anhelo de vida con mayores oportunidades. ¿Acaso no es lo que nosotros queremos para nuestros hijos? No debemos dejarnos intimidar por los números, más bien mirar a las personas, sus rostros, escuchar sus historias mientras luchamos por asegurarles nuestra mejor respuesta a su situación. Una respuesta que siempre será humana, justa y fraterna. Cuidémonos de una tentación contemporánea: descartar todo lo que moleste. Recordemos la regla de oro: «Hagan ustedes con los demás como quieran que los demás hagan con ustedes» (Mt 7,12).
Esta regla nos da un parámetro de acción bien preciso: tratemos a los demás con la misma pasión y compasión con la que queremos ser tratados. Busquemos para los demás las mismas posibilidades que deseamos para nosotros. Acompañemos el crecimiento de los otros como queremos ser acompañados. En definitiva: queremos seguridad, demos seguridad; queremos vida, demos vida; queremos oportunidades, brindemos oportunidades. El parámetro que usemos para los demás será el parámetro que el tiempo usará con nosotros. La regla de oro nos recuerda la responsabilidad que tenemos de custodiar y defender la vida humana en todas las etapas de su desarrollo.
Esta certeza es la que me ha llevado, desde el principio de mi ministerio, a trabajar en diferentes niveles para solicitar la abolición mundial de la pena de muerte. Estoy convencido que este es el mejor camino, porque cada vida es sagrada, cada persona humana está dotada de una dignidad inalienable y la sociedad sólo puede  beneficiarse en la rehabilitación de aquellos que han cometido algún delito. Recientemente, mis hermanos Obispos aquí, en los Estados Unidos, han renovado el llamamiento para la abolición de la pena capital. No sólo me uno con mi apoyo, sino que animo y aliento a cuantos están convencidos de que una pena justa y necesaria nunca debe excluir la dimensión de la esperanza y el objetivo de la rehabilitación.
En estos tiempos en que las cuestiones sociales son tan importantes, no puedo dejar de nombrar a la Sierva de Dios Dorothy Day, fundadora del Movimiento del trabajador católico. Su activismo social, su pasión por la justicia y la causa de los oprimidos estaban inspirados en el Evangelio, en su fe y en el ejemplo de los santos.
¡Cuánto se ha progresado, en este sentido, en tantas partes del mundo! ¡Cuánto se viene trabajando en estos primeros años del tercer milenio para sacar a las personas de la extrema pobreza! Sé que comparten mi convicción de que todavía se debe hacer mucho más y que, en momentos de crisis y de dificultad económica, no se puede perder el espíritu de solidaridad internacional. Al mismo tiempo, quiero alentarlos a recordar cuán cercanos a nosotros son hoy los prisioneros de la trampa de la pobreza. También a estas personas debemos ofrecerles esperanza. La lucha contra la pobreza y el hambre ha de ser combatida constantemente, en sus muchos frentes, especialmente en las causas que las provocan. Sé que gran parte del pueblo norteamericano hoy, como ha sucedido en el pasado, está haciéndole frente a este problema.
No es necesario repetir que parte de este gran trabajo está constituido por la creación y distribución de la riqueza. El justo uso de los recursos naturales, la aplicación de soluciones tecnológicas y la guía del espíritu emprendedor son parte indispensable de una economía que busca ser moderna pero especialmente solidaria y sustentable. «La actividad empresarial, que es una noble vocación orientada a producir riqueza y a mejorar el mundo para todos, puede ser una manera muy fecunda de promover la región donde instala sus emprendimientos, sobre todo si entiende que la creación de puestos de trabajo es parte ineludible de su servicio al bien común» (Laudato si’, 129). Y este bien común incluye también la tierra, tema central de la Encíclica que he escrito recientemente para «entrar en diálogo con todos acerca de nuestra casa común» (ibíd., 3). «Necesitamos una conversación que nos una a todos, porque el desafío ambiental que vivimos, y sus raíces humanas, nos interesan y nos impactan a todos» (ibíd., 14).
En Laudato si’, aliento el esfuerzo valiente y responsable para «reorientar el rumbo» (N. 61) y para evitar las más grandes consecuencias que surgen del degrado ambiental provocado por la actividad humana. Estoy convencido de que podemos marcar la diferencia y no tengo alguna duda de que los Estados Unidos –y este Congreso– están llamados a tener un papel importante. Ahora es el tiempo de acciones valientes y de estrategias para implementar una «cultura del cuidado» (ibíd., 231) y una «aproximación integral para combatir la pobreza, para devolver la dignidad a los excluidos y simultáneamente para cuidar la naturaleza» (ibíd., 139). La libertad humana es capaz de limitar la técnica (cf. ibíd., 112); de interpelar «nuestra inteligencia para reconocer cómo deberíamos orientar, cultivar y limitar nuestro poder» (ibíd., 78); de poner la técnica al «servicio de otro tipo de progreso más sano, más humano, más social, más integral» (ibíd., 112). Sé y confío que sus excelentes instituciones académicas y de investigación pueden hacer una contribución vital en los próximos años.
Un siglo atrás, al inicio de la Gran Guerra, «masacre inútil», en palabras del Papa Benedicto XV, nace otro gran norteamericano, el monje cisterciense Thomas Merton. Él sigue siendo fuente de inspiración espiritual y guía para muchos. En su autobiografía escribió: «Aunque libre por naturaleza y a imagen de Dios, con todo, y a imagen del mundo al cual había venido, también fui prisionero de mi propia violencia y egoísmo. El mundo era trasunto del infierno, abarrotado de hombres como yo, que le amaban y también le aborrecían. Habían nacido para amarle y, sin embargo, vivían con temor y ansias desesperadas y enfrentadas». Merton fue sobre todo un hombre de oración, un pensador que desafió las certezas de su tiempo y abrió horizontes nuevos para las almas y para la Iglesia; fue también un hombre de diálogo, un promotor de la paz entre pueblos y religiones.
En tal perspectiva de diálogo, deseo reconocer los esfuerzos que se han realizado en los últimos meses y que ayudan a superar las históricas diferencias ligadas a dolorosos episodios del pasado. Es mi deber construir puentes y ayudar lo más posible a que todos los hombres y mujeres puedan hacerlo. Cuando países que han estado en conflicto retoman el camino del diálogo, que podría haber estado interrumpido por motivos legítimos, se abren nuevos horizontes para todos. Esto ha requerido y requiere coraje, audacia, lo cual no significa falta de responsabilidad. Un buen político es aquel que, teniendo en mente los intereses de todos, toma el momento con un espíritu abierto y pragmático. Un buen político opta siempre por generar procesos más que por ocupar espacios (cf. Evangelii gaudium, 222-223).
Igualmente, ser un agente de diálogo y de paz significa estar verdaderamente determinado a atenuar y, en último término, a acabar con los muchos conflictos armados que afligen nuestro mundo. Y sobre esto hemos de ponernos un interrogante: ¿por qué las armas letales son vendidas a aquellos que pretenden infligir un sufrimiento indecible sobre los individuos y la sociedad? Tristemente, la respuesta, que todos conocemos, es simplemente por dinero; un dinero impregnado de sangre, y muchas veces de sangre inocente. Frente al silencio vergonzoso y cómplice, es nuestro deber afrontar el problema y acabar con el tráfico de armas.
Tres hijos y una hija de esta tierra, cuatro personas, cuatro sueños: Abraham Lincoln, la libertad; Martin Luther King, una libertad que se vive en la pluralidad y la no exclusión; Dorothy Day, la justicia social y los derechos de las personas; y Thomas Merton, la capacidad de diálogo y la apertura a Dios.
Cuatro representantes del pueblo norteamericano.
Terminaré mi visita a su País en Filadelfia, donde participaré en el Encuentro Mundial de las Familias. He querido que en todo este Viaje Apostólico la familia fuese un tema recurrente. Cuán fundamental ha sido la familia en la construcción de este País. Y cuán digna sigue siendo de nuestro apoyo y aliento. No puedo esconder mi preocupación por la familia, que está amenazada, quizás como nunca, desde el interior y desde el exterior. Las relaciones fundamentales son puestas en duda, como el mismo fundamento del matrimonio y de la familia. No puedo más que confirmar no sólo la importancia, sino por sobre todo, la riqueza y la belleza de vivir en familia.
De modo particular quisiera llamar su atención sobre aquellos componentes de la familia que parecen ser los más vulnerables, es decir, los jóvenes. Muchos tienen delante un futuro lleno de innumerables posibilidades, muchos otros parecen desorientados y sin sentido, prisioneros en un laberinto de violencia, de abuso y desesperación. Sus problemas son nuestros problemas. No nos es posible eludirlos. Hay que afrontarlos juntos, hablar y buscar soluciones más allá del simple tratamiento nominal de las cuestiones. Aun a riesgo de simplificar, podríamos decir que existe una cultura tal que empuja a muchos jóvenes a no poder formar una familia porque están privados de oportunidades de futuro. Sin embargo, esa misma cultura concede a muchos otros, por el contrario, tantas oportunidades, que también ellos se ven disuadidos de formar una familia.
Una Nación es considerada grande cuando defiende la libertad, como hizo Abraham Lincoln; cuando genera una cultura que permita a sus hombres «soñar» con plenitud de derechos para sus hermanos y hermanas, como intentó hacer Martin Luther King; cuando lucha por la justicia y la causa de los oprimidos, como hizo Dorothy Day en su incesante trabajo; siendo fruto de una fe que se hace diálogo y siembra paz, al estilo contemplativo de Merton.
Me he animado a esbozar algunas de las riquezas de su patrimonio cultural, del alma de su pueblo. Me gustaría que esta alma siga tomando forma y crezca, para que los jóvenes puedan heredar y vivir en una tierra que ha permitido a muchos soñar. Que Dios bendiga a América.


Palabras improvisadas por el Papa en al terraza del Congreso
Buenos días a todos Ustedes. Les agradezco su acogida y su presencia. Agradezco los personajes más importantes que hay aquí: los niños. Quiero pedirle a Dios que los bendiga. Señor, Padre nuestro de todos, bendice a este pueblo, bendice a cada uno de ellos, bendice a sus familias, dales lo que más necesiten. Y les pido, por favor, a Ustedes, que recen por mí. Y, si entre ustedes hay algunos que no creen, o no pueden rezar, les pido, por favor, que me deseen cosas buenas. Thank you. Thank you very much. And God bless America.

© Servizio Internet Vaticano - Direzione delle Telecomunicazioni