domingo, 25 de mayo de 2014

6° Domingo de Pascua; Mayo 25 del 2014

Lecturas: Hechos 85-8, 14-17; 1ª Pedro 315-18; Sal. 65; Juan 1415-21.
Estamos en el último domingo de Pascua, celebrando los efectos que la Resurrección produjo en los discípulos de Jesús, y que permitieron consolidar a ese puñado de hombres desorientados y cobardes, en un grupo que pudo continuar con la obra del Reino.
El evangelio da testimonio del drama que sigue viviendo Jesús: su partida se aproxima, y para nada los discípulos dan muestras de estar preparados para retomar la estafeta. Por eso, esta parte del sermón de la última cena parece convertirse en una repetición obsesiva, en una cantaleta casi interminable de lo mismo. Todo gira en torno al amor: “¡Ámense! –les dice-, como yo los he amado”; si me aman, mi Padre los amará; y vendremos a Uds.; y haremos una morada; el que me ama, cumple mis mandatos; y entonces, mi padre y yo lo amaremos…
Pero, ¿por qué esa centralidad en el amor? Justo porque es el meollo de todo su mensaje; es la realidad más profunda a la que cualquier ser humano puede aspirar. Se trata de la manifestación de una realidad –por un lado- y de una promesa –por el otro-. Es decir, el amor es esa esfera que amalgama la relación entre Dios como Padre, Jesús como el Hijo y los discípulos como creyentes. Y esa es la mayor plenitud a la que podemos aspirar. Tan maravillosa, como la experiencia que los discípulos vivieron en la Transfiguración: “algo que ni el ojo vio ni el oído oyó”. Esa sí es una experiencia indescriptible, pero que nada ni nadie de este mundo puede lograr, si el Padre no se la concede. Esa es una realidad, pero también una promesa; pues no se podrá vivir en plenitud sino hasta el final de los tiempos.
Y esta experiencia es la que Jesús intenta reforzar en sus amigos; pero tan impulsivamente, porque siente el drama de su inminente partida y la cerrazón y torpeza de los 12 para entender y vivir lo que Él, como Maestro, ha querido transmitirles. Sin embargo, Él no puede ir más allá de lo que hasta ahora ha hecho. Ahora es el momento para el Espíritu. La obra de Jesús está por terminar; y ahora comenzará la del Espíritu: Él será el encargado de guiar y consolidar a esa primitiva iglesia que apenas balbucea.
Jesús no tiene otro camino que confiar y rogar a su Padre que envíe al Espíritu. En el proyecto del Padre, el Espíritu Santo es imprescindible. Es la única forma como Jesús podrá partir, sin que la “Buena Nueva del Reino”, su Evangelio, se pierda en la noche del miedo y la cobardía de los apóstoles.
Y en este trance tan difícil para Jesús, lo que más llama la atención es la forma de afrontarlo. Cuando hay un ambiente de hostilidad, desprecio, burlas y agresión contra Él, Jesús no invita al odio, a la venganza, al “ojo por ojo”; sino al amor, al perdón, a la reconciliación. Su salida de este mundo no es triunfal; con aplausos y reconocimientos; sino una salida que pasa por la cruz, con insultos y desprecios. Pero Él sólo exhorta a no tener miedo, a no acobardarse, a no perder la paz; a seguir apostando por el amor, el servicio y la entrega a los demás.
Y quizá también la misma situación invitaría a olvidarse de Dios, a sentirse traicionado y abandonado por Él; sin embargo, Jesús no deja de hacer oración y no pierde la esperanza. Su apuesta por el Padre es inquebrantable. En el fondo de su alma, está la fuerza del Espíritu que lo sostiene, y ese es el que quiere comunicar a los 12. Como lo ha querido leer la Iglesia, hasta que la lanza no penetró el costado de Jesús crucificado, no fue entregado su Espíritu en toda su plenitud.
La primera lectura es ya un testimonio de que la oración de Jesús fue escuchada y que con la entrega de su vida, la primitiva comunidad cristiana recibió el Espíritu. Felipe va a Samaria: hace milagros, predica; las personas son bautizadas y acceden a la fe. Sin embargo, sólo habían sido bautizados en el nombre del Señor Jesús. Entonces, fueron Pedro y Juan para que recibieran al Espíritu Santo, mediante la imposición de las manos.
Maravillosamente los discípulos pudieron distinguir entre ambos sacramentos: el bautismo que abre a la fe en el Señor Jesús; y la Confirmación que comunica al Espíritu Santo.
En la segunda Lectura, San Pedro nos invita a “dar razón de nuestra esperanza”. Es decir, cada uno ha de saber por qué cree, por qué sigue  al Señor Jesús, por qué vive con la fuerza del Espíritu. Pero dar testimonio de esto no sólo implica palabras, sino el realizar el amor, el cumplir los mandatos del Señor Jesús. Es la fuerza de las obras, lo único que realmente podrá dar testimonio de nuestra fe.

jueves, 22 de mayo de 2014

Reacciones del Papa, ante la Visita de los Obispos de México

A ustedes les toca estar siempre con el pueblo, recomienda a obispos mexicanos
Serios y dolorosos, los problemas de migración y violencia que padece México: papa Francisco

Periódico La Jornada
Martes 20 de mayo de 2014, p. 9
Ciudad del Vaticano, 19 de mayo.
Al recibir este lunes en el Vaticano a los obispos mexicanos, el papa Francisco lamentó los problemas serios y dolorosos que padece México por la emigración clandestina y la violencia del narcotráfico.
Hizo un llamado a los prelados aestar con el pueblo ante tales fenómenos.
María no los abandonará ante problemas tan serios y dolorosos... Hijos que atraviesan la frontera, con todos los problemas de la migración, que nunca llegan a la otra parte. Hijos que mueren, hijos asesinados por sicarios contratados... Todos problemas serios, clamó Francisco, improvisando tras escuchar el informe del presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), el cardenal Francisco Robles Ortega.
“La droga es un problema que ustedes padecen seriamente. Cuando un campesino te dice: ‘qué quiere que haga, si cultivo maíz, vivo un mes; si cultivo opio, un año’. A ustedes les toca estar con el pueblo siempre. Es la única recomendación que les doy y que me sale del corazón”, agregó el pontífice argentino.
Ante los obispos del segundo país con mayor número de católicos de América Latina, que celebran la tradicional visita ad limina al Vaticano y al Papa cada cinco o siete años, Francisco lamentó la múltiple violencia que aflige a la sociedad mexicana.
Lanzó “un renovado llamamiento a promover el espíritu de concordia a través de la cultura del encuentro, del diálogo y de la paz.
Conozco vuestros desvelos por los más necesitados, por quienes carecen de recursos, los desempleados, los que trabajan en condiciones infrahumanas, los que no tienen acceso a los servicios sociales, los migrantes en busca de mejores condiciones de vida, los campesinos, reconoció.
Sé de vuestra preocupación por las víctimas del narcotráfico y por los grupos sociales más vulnerables, y del compromiso por la defensa de los derechos humanos y el desarrollo integral de la persona, recordó.
El anuncio del Evangelio y la búsqueda del bien de los demás da credibilidad a la Iglesia y relevancia a la voz de sus pastores, aconsejó.
Francisco resaltó: como en muchos otros países latinoamericanos, la historia de México no puede entenderse sin los valores cristianos que sustentan el espíritu de su pueblo.
Presentan informe
Son más de 100 obispos de México los que participan en la visita ad limina, la cual se realiza del 12 al 31 de este mes y en la que presentan al Papa un informe detallado de las diferentes realidades que viven las 91 arquidiócesis, diócesis y prelaturas del país.
En estos años recientes, la celebración del bicentenario de la Independencia de México y del centenario de la Revolución Mexicana ha constituido una ocasión propicia para unir esfuerzos en favor de la paz social y de una convivencia justa, libre y democrática, expresó el Papa.
A esto mismo los animó mi predecesor, Benedicto XVI, invitándolos a no dejarse amedrentar por las fuerzas del mal, a ser valientes y trabajar para que la savia de sus propias raíces cristianas haga florecer su presente y su futuro, agregó. Esas fueron las palabras que pronunció Joseph Ratzinger en el acto de despedida en el aeropuerto de Guanajuato el 26 marzo 2012.
Francisco destacó: “como en muchos otros países latinoamericanos, la historia de México no puede entenderse sin los valores cristianos que sustentan el espíritu de su pueblo.
No es ajena a esto Santa María de Guadalupe, patrona de toda América, que en más de una oportunidad, con ternura de madre, ha contribuido a la reconciliación y a la liberación integral del pueblo mexicano, no con la espada y a la fuerza, sino con el amor y la fe, agregó.
Antes de despedirme, les ruego que lleven mi saludo al pueblo mexicano. Pidan a sus fieles que recen por mí, pues lo necesito. Y también les pido que le lleven un saludo mío, saludo de hijo, a la Madre de Guadalupe, concluyó.


El celibato sacerdotal, a discusión; Bernardo Barranco V.

La Jornada, Miércoles 21 de mayo del 2013.
Las italianas que tienen una relación sentimental con curas le escriben una carta al Papa, donde exponen su sufrimiento y le piden cambios en la Iglesia; su clamor es contundente: Querido Francisco: acaba con el celibato sacerdotal.
En la sociedad moderna hay una creciente corriente que pide el fin obligatorio del celibato sacerdotal, porque atenta contra la naturaleza humana. Las 26 mujeres en la carta imploran al Papa con toda humildad “poner a tus pies nuestro sufrimiento para que algo cambie no sólo para nosotras, sino para el bien de la Iglesia… un hombre obligado al celibato es algo que va contra natura. Si se permitiera que los sacerdotes que así lo deseen puedan casarse se acabaría con muchos sufrimientos y se haría un gran bien a la Iglesia”.
Este llamado conmovedor, que circula por Internet en las redes de todo el mundo, aborda una de las cuestiones más polémicas en la vida de la Iglesia católica desde el punto de vista histórico: el celibato sacerdotal. También pone de manifiesto a la Iglesia bajo la era de la globalización, marcada por una amplia participación femenina en la cultura y en la comunicación.
La discusión sobre el celibato sacerdotal no es nueva en la vida de la Iglesia. El último gran debate se dio a raíz de las aperturas conciliares en los años sesenta del siglo pasado. Hubo ahí un gran quiebre y miles de sacerdotes optaron, ante la cerrazón de Roma, por la vida de pareja. El último Sínodo Mundial de Curas Casados, que se celebró en Roma, ofrece cifras. Existen aproximadamente en el mundo unos 400 mil sacerdotes católicos, y entre ellos hay unos 70 mil casados. Solo 33 mil curas han conseguido la dispensa papal, la mayoría durante el pontificado de Pablo VI. En los últimos pontificados, el Vaticano ha mostrado menor disposición a conceder dispensas, y actualmente hay cerca de 6 mil sacerdotes a la espera de una decisión.
Hay que reconocer que una parte significativa de los sacerdotes son activos sexualmente y llevan una vida de pareja de manera clandestina. No dejan su ministerio, viven plenamente una vida conyugal, incluso con hijos. Reina el disimulo, pues muchas veces existe la permisividad del obispo, y la comprensión de la comunidad les permite seguir con el ministerio, mientras la convivencia se disfrace con cualquier otro supuesto vínculo familiar. En México se registraron tensiones en Oaxaca en los años setenta, bajo la tutela de Ernesto Corripio Ahumada, pues las culturas mixtecozapotecas no confiaban en los ministros célibes. Algo parecido ocurrió en Chimbote, en Perú, en los años ochenta, que propició la aparición de una nutrida agrupación de sacerdotes casados.
El celibato como precepto religioso no sólo está presente históricamente en el cristianismo latino, sino forma parte del patrimonio de porciones del hinduismo y del budismo. En el antiguo imperio romano, tan pleno de excesos, la castidad era concebida como virtud. No así en el judaísmo, pero algunas de sus sectas, como la de los esenios –a la cual, se conjetura, pertenecía Jesús–, exaltaban la espiritualidad, la renuncia a los bienes materiales, la humildad y la castidad. Por tanto, el celibato no es dogma, como tratan de revestirlo los dogmas católicos, sino un hecho social, que refleja en el tiempo y en el espacio las diversas concepciones del cuerpo y la sexualidad humana.
La mayoría de los apóstoles eran casados. La Biblia refiere este hecho. Habla de la suegra de Pedro (Mateo 8, 7). Pablo señala que varios apóstoles eran ayudados por sus esposas (1 Corintios 9, 5). Los primeros papas eran casados y en las primeras generaciones los obispos tenían mujeres e hijos; lo único que exige San Pablo es que vivieran con moralidad y que tuvieran una sola mujer (1 Timoteo 3, 3). Hay que recordar el contexto patriarcal de los inicios del cristianismo. Sobre la soltería de Jesús hay dudas razonables que quedan en el misterio y amparadas en más de 2 mil años de distancia.
Jean Meyer publicó en 2009 un libro titulado El celibato sacerdotal; su historia en la Iglesia católica, de Tusquets. Sostiene que en el inicio del cristianismo no existía el celibato. Algunas leyes empezaron a exigir el celibato sacerdotal, por las tensiones entre laicos versus clero naciente, entre diócesis de rito latino en el siglo IV: se hizo manifiesto en el Concilio de Elvira y se reiteró en el Concilio de Letrán I, en 1123. Aunque no todo el clero asumió automáticamente la continencia sacerdotal como obligación para la impartición de los sacramentos, porque en Francia y España obispos, sacerdotes y diáconos estaban casados y continuaban una vida conyugal y engendraban hijos –incluso se respetó la orden de mantener el celibato en sacerdotes que fueron ordenados bajo tal condición–, según el autor, el celibato se impuso como obligación para todos los niveles clericales de la Iglesia latina en el siglo XII. Se reafirmó en Trento, a mitad del siglo XVI, en respuesta a la abolición del celibato por los movimientos ­protestantes.
A pesar de lo sugerente, estudios serios muestran que no necesariamente existe una relación entre celibato, homosexualidad y pederastia. Es un asunto de sometimiento y poder. La pedofilia se da por igual en otras iglesias cuyos ministros de culto son casados y heterosexuales.
En la Iglesia católica, existen sacerdotes casados en iglesias de rito oriental en comunión con Roma o procedentes del anglicanismo. Es una realidad ya existente, de la que hay una histórica y vastísima discusión. Roma ha reiterado bajo diferentes pontificados que el celibato no es una cuestión a debate ni mucho menos a discusión. Pese al llamado de las 26 mujeres, dudamos mucho que Francisco acceda a una reforma profunda que revolucionaría la Iglesia. Sin embargo, queda como una reforma ineludible, si tomamos en cuenta la escasez de vocaciones sacerdotales y sobre todo el inexorable envejecimiento de la complexión eclesiástica. Esta crisis en puerta podría llevar a decisiones hoy insospechadas


El Padre General en tres tiempos, Visita del P. General de los SJ, a México, Roberto Alonso

Tepotzotlán, ese challenge de pronunciación para un palentino con más de cuarenta años de vida en Asia -especialmente en Japón-, y con vecindad en Roma desde 2008, fue uno de los escenarios de la segunda visita del Prepósito General de la Compañía de Jesús a México. Cuatro años atrás, en 2010, el P. Adolfo Nicolás pisó tierras mexicanas para asistir a la reunión mundial de rectores de universidades jesuitas que tuvo lugar en la Ciudad de México. Este año su presencia obedeció a su participación en la 28° Asamblea de la Conferencia de Provinciales Jesuitas en América Latina (CPAL), en Puente Grande, Jalisco, y en la inauguración de una exposición en el Museo Nacional del Virreinato, enmarcada en los festejos del Bicentenario de la Restauración de la Compañía de Jesús.

De carácter serio pero gustoso de la calidez y las anécdotas, el mejor conocido como Padre General presidió también una eucaristía, ante la presencia de decenas de jesuitas y amigos de la Compañía de Jesús que se dieron cita en la parroquia de esta localidad con profundas raíces jesuitas, sede del antiguo Colegio de San Francisco Javier, que durante muchos años albergó el noviciado de esta orden religiosa en suelo mexicano.

Acompañado por el P. Francisco Magaña, S.J., nuevo provincial de la Compañía de Jesús en México, el heredero de la tradición de mando de San Ignacio de Loyola tuvo la oportunidad de dirigirse en público a los jesuitas y laicos reunidos en Tepotzotlán, Estado de México, en tres momentos distintos: una misa; la inauguración de la exposición “La construcción del México mestizo. Los jesuitas, expulsión y restauración”, en el que fuera el templo de San Francisco Javier; y una breve conferencia de prensa. En los tres momentos habló quien hoy tiene la responsabilidad de dirigir la orden religiosa más numerosa del mundo, con presencia en los cinco continentes y que ha sido objeto de una mayor atención pública a partir de la llegada -como a él le gusta decir- de la espiritualidad ignaciana al Vaticano. Los acentos de sus reflexiones, sin embargo, fueron distintos según los destinatarios y las amplitudes del mensaje.

El General y la Iglesia

Acompañado de una buena cantidad de jesuitas, quienes ocupan las cinco primeras filas de cada lado del templo y visten una estola con detalles de talavera, el P. Nicolás no tarda en traer a colación al Papa Francisco durante su homilía. Uno de los puntos fuertes del Papa, afirma, es haber provocado el regreso a la Iglesia de muchas personas que se sentían alejadas de ella, “y han vuelto porque les hace sentir en casa, amigos, perdonados.”

Hace apenas un año, a unos días de su elección, el Papa Francisco convocó a los sacerdotes a vivir su vocación pastoral oliendo como las ovejas. Así lo recordó el Padre General en una entrevista que le hicieron en Madrid, en la que habló de los signos del Papa que han llamado la atención de los fieles católicos. Preparen bien las liturgias, pero no se apeguen a los trapos, fue otra de las escenas resaltadas por el P. Nicolás al ser cuestionado acerca de la elección del cardenal Jorge Mario Bergoglio, un religioso formado en la espiritualidad ignaciana, como nuevo pontífice.

Un año después, en ocasión de la celebración del domingo del buen pastor, las impresiones que ha percibido en Roma resuenan en México a través de la doble imagen con la que, en su reflexión, juega el Evangelio de Juan: Jesús como pastor y como puerta del redil, “dos imágenes que se sobreponen para darnos la imagen de qué tipo de pastor es Jesús y qué tipo de pastores tenemos que ser nosotros.”

Y aunque la reflexión pareciera exclusiva de sacerdotes, aclara a tiempo: “todos somos pastores de todos”. Jesús nos dio ejemplo de cómo sufrir, sí, pero también de cómo vivir, de cómo preocuparnos por los demás, resalta.

Como en la parábola, agrega, es la Iglesia entera la que es pastor, lo que supone cercanía y conocimiento de unos y otros, “ayudarnos mutuamente para vivir en paz en el redil”, y provocar una sensación de encontrarse “en casa, a gusto, sin miedo”.

El Papa Francisco, regresa el Padre General a él, ha subrayado la importancia de la labor pastoral de la Iglesia y su preocupación por los demás, un trabajo que conoce en carne propia por su experiencia como obispo en Argentina y que requiere cuidado y entrega, pues no es fácil ni espontáneo. “Una persona que sabe decir que no a sus conveniencias para atender las necesidades de los demás es un pastor, es un pastor pleno”, resume al tiempo de explicar que en un mundo en el que muchas personas se sienten solas y abandonadas, “esta capacidad de darse a los demás es lo típico del pastor” y “en el pastor Dios está presente”. El Evangelio, termina, “sigue retándonos para seguir el estilo del Maestro”.

Frente a los errores y excesos que empañan el trabajo de la Iglesia, las palabras del P. Nicolás tienen un valor especial. Todos en la Iglesia, señala, “necesitamos pastoreo, todos necesitamos a alguien que nos diga dónde nos aprieta el zapato, dónde vamos descaminados”. “La Iglesia no es una Iglesia para ovejas perfectas, no las hay, sino que es para nosotros, imperfectos, limitados, que necesitamos ayuda; es una Iglesia de imperfectos para imperfectos”, concluye.

El General y la Restauración

De regreso a su vestimenta tradicional, pantalón, camisa y saco negros, el Padre General parece desconcertado. El oro barroco que le rodea es desbordante, imposible de ser asimilado sin la sensación de asombro. El pasmo ha de ser compartido, pero él lo confiesa al iniciar el mensaje que dirige con motivo de la inauguración de la exposición sobre la contribución de los jesuitas en la edificación del México mestizo.

“Estoy todavía apabullado por este barroco que me he encontrado aquí, en este iglesia; es bellísimo, supera por mucho al barroco que he visto en otros sitios”, comenta. Más adelante dirá que la atmósfera del recinto, “sobreabundante como la gracia, es una evocación de la gloria eterna que brota de una imaginación sensorial entrenada en la práctica de la cuarta semana de los Ejercicios Espirituales: las meditaciones de la resurrección y el amor”.

Al pie de donde estuvo el altar del templo de San Francisco Javier acompañan al P. Nicolás, el P. Magaña, la directora general del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), María Teresa Franco; el secretario técnico del INAH, César Moheno, el presidente de la Comisión del Bicentenario de la Restauración de la Compañía de Jesús en México, el jesuita Arturo Reynoso; la directora de la revista Artes de México, Margarita de Orellana, y el director del Museo Nacional del Virreinato, José Abel Ramos. Alguien más, no obstante, es quien recibe los aplausos más calurosos y extendidos: Miguel León-Portilla, investigador emérito de la UNAM y doctor honoris causa del Sistema Universitario Jesuita (SUJ).

Las palabras de León-Portilla son breves pero no por ello lejanas. Con 88 años a cuestas su mensaje es cercano y emotivo. “La historia da muchas vueltas”, pronuncia con agitación y júbilo al recordar que del recinto que pisa ahora el Padre General, fueron expulsados en 1776 los jesuitas que durante casi doscientos años entregaron sus vidas en la Nueva España. En su turno, quizá en signo de agradecimiento, el P. Nicolás exclama: “¡Aquí tenemos mucho de nuestro corazón!”

Tepotzotlán recibió a los primeros jesuitas en 1580, ocho años después de su llegada a la Nueva España. En ese entonces, confluían allí tres culturas originarias: la náhuatl, la otomí y la mazahua. Sin embargo fue hasta 1586, luego de ser respaldado el trabajo de la Compañía de Jesús con niños y adolescentes indígenas, quienes eran instruidos en letras, música y, naturalmente, en la doctrina cristiana, que el colegio noviciado de la orden fue trasladado a Tepotzotlán, donde fue su sede definitiva.

Durante la época virreinal, los jesuitas se dedicaron al conocimiento de las costumbres y las lenguas indígenas, así como a la formación espiritual y humanística, siendo el arte un elemento de gran importancia en su proyecto apostólico. De ello, asevera el Padre General, da cuenta el esplendor de la que fuera Iglesia de San Francisco Javier.

Fieles a las exhortaciones de San Ignacio, relata el P. Nicolás, los jesuitas de la Nueva España supieron adaptarse a los tiempos, los lugares y las personas de aquel entonces, adecuando su misión a las urgencias históricas patentes en la época virreinal, a saber, “la construcción de un espacio común, el tejido de lazos entre sus habitantes -indígenas, mestizos y criollos- y la formación de una dirigencia social”. La raíz, subraya el Padre General, está en San Ignacio, quien siempre consideró importante partir de la realidad para discernir lo mejor a realizar, en libertad.

En su trabajo, abunda el P. Nicolás, los miembros de la Compañía de Jesús “se entregaron con sincero cariño al servicio de esta tierra y sus habitantes, con la mira puesta en el anuncio de la palabra evangélica” y en la intención de “hacer presente la realidad de este suelo y sus pobladores en la conciencia universal”. Una vez desterrados, continuaron “velando por el destino de su patria”, desde la lejanía, y dedicaron sus obras a “reivindicar la grandeza de las civilizaciones prehispánicas y la dignidad de los indígenas”, lo que derivó en la “construcción de una memoria común” y en la “articulación de un entramado de lazos de concordia”, de modo que Tepotzotlán -abrevia-, representa un sitio emblemático para “recordar la participación de los jesuitas en la construcción de la nación mexicana”.

De acuerdo con el Padre General, México fue una tierra que los jesuitas novohispanos expulsados en 1776 nunca dejaron de añorar. Tras la restauración de la Compañía de Jesús en 1814, los religiosos de esta orden volvieron a México en 1816, no obstante, a su regreso se enfrentaron a la incertidumbre de la Guerra de Independencia, así como a continuas expulsiones que tuvieron que padecer, ya ancianos, como resultado de las vicisitudes que atravesaba la floreciente nación de aquellos años en la lucha por encontrar su rumbo.

En una carta dirigida a toda la Compañía de Jesús el 14 de noviembre de 2013, día de la fiesta de San José Pignatelli -figura clave para la restauración de la orden,- el P. Nicolás puso de relieve la importancia de repasar la historia propia con la finalidad de aprender de ella, a manera de renovación espiritual y apostólica. “Memoria e identidad -escribió- están ligadas por profundos vínculos: el que olvida su pasado no sabe quién es. Cuanto mejor conozcamos nuestra historia y cuanto más profundamente la comprendamos, mejor nos entenderemos a nosotros mismos y mejor conoceremos nuestra identidad como cuerpo apostólico en la Iglesia.”

En sintonía, durante su estancia en Tepotzotlán, el Padre General destaca que el Bicentenario de la Restauración de la Compañía de Jesús es “ocasión de examinar con rigor y humildad nuestros desaciertos y nuestros errores” y momento propicio para evocar el “legado de amor y fidelidad a la Iglesia y a su patria” de los jesuitas que regresaron a la nación en ciernes, “para fortalecernos con el ejemplo de su entereza” y para “volver la mirada a un periodo turbulento, pero marcado en profundidad por los testimonios de grandeza de espíritu, creatividad y amor al prójimo de un grupo de mexicanos ejemplares” que supo “comprender la importancia de llegar a las personas situadas en las fronteras”.

Los jesuitas, especifica, no regresaron en un contexto de triunfo o de gloria, lo hicieron en clave de evangelización, como lo hacen hoy los jesuitas que llegan a Asia o a África.

Para reforzar el mensaje, el P. Nicolás rememora las palabras con las que el Papa Benedicto XVI animó a la Congregación General 35, el 21 de febrero de 2008, a seguir las huellas de los antecesores de la Compañía de Jesús “con la misma valentía e inteligencia, pero también con la misma profunda motivación de fe y pasión por servir al Señor y a su Iglesia”.

“La memora -concluye la máxima autoridad de los jesuitas- es uno de los ejes esenciales que nos sitúan en el mundo, la memoria nos permite aprovechar el legado secular de nuestros mayores, realizar un discernimiento constante y profundo sobre nuestras acciones para hacer frente a los desafíos del presente y desarrollar el sentido de la gratitud, que se convierte en fundamento de gozo y en impulso de nuestra esperanza cuando reconocemos tanto bien recibido.”

El General y la actualidad

Finalizado su recorrido por la exposición “La construcción del México mestizo. Los jesuitas, expulsión y restauración”, el Padre General se prepara en un salón del Museo Nacional del Virreinato para la breve conferencia de prensa que ha sido preparada por los jesuitas mexicanos que le acompañan. Detrás de una mesa pequeña con un mantel rojo y ante más lentes que grabadoras, el jesuita español de 78 años reflexiona sobre el papel de la prensa, a la que considera un instrumento para el crecimiento de la sociedad, para la difusión de la cultura, de la reflexión y de la crítica. Y bromea: “¡Os creen a vosotros más que a mí!”

Interrogado sobre la relación de la Compañía de Jesús con el Papa Francisco, el P. Nicolás revela una intimidad: “el deporte favorito de los jesuitas es descubrir o ver los signos”, y en el Papa Francisco, admite, es lo primero que ha saltado a la vista. Él, añade, “se siente muy jesuita” y “está actuando mucho como jesuita”. En Estados Unidos, narra, un protestante se le acercó para pedirle que si tenía oportunidad, le dijera al Papa que le consideraban su Papa, pues gracias a él estaba volviendo mucha gente a la Iglesia.

Otro ejemplo, ilustra, es su insistencia en lo esencial de la vida cristiana: la compasión, el perdón y el tomar riesgos para responder a las necesidades del tiempo actual, actitud que parte de la experiencia de San Ignacio y sus primeros compañeros de asumir que “la realidad es donde Dios está trabajando, y por lo tanto la realidad nunca puede ser ajena a nuestra preocupación”.

“Este Papa está insistiendo en lo importante, desapego de lo secundario, y lo secundario son cosas externas… Las cosas secundarias, para los que tienen tiempo, nosotros tenemos poco tiempo”, remata.

Al Padre General se le pide también una palabra para la comunidad de colaboradores laicos que trabajan en las obras de la Compañía de Jesús. A ellos les anima a crear comunidades pues ellas sostienen y en ellas hay más garantía de mantener un espíritu, un mensaje común, que de manera individual. Les alienta, por otra parte, a incrementar su identidad, con experiencias profundas, y a participar en programas de formación, en el entendido de que en el mundo actual las preguntas cambian y las respuestas pasadas sirven cada vez menos. Seguir estudiando, asegura, “nos mantiene en una tensión creativa muy buena, que es el caminar hacia adelante”.

Trabajando en comunidad, con identidad y programas de formación, enfatiza, “podemos seguir creando, podemos seguir lanzándonos a nuevas aventuras porque sabemos que hay un grupo muy motivado y muy bien preparado de laicos que participan de la misma visión y que van a seguir con nosotros.”

A propósito del trabajo de los jesuitas en colegios y universidades el P. Nicolás explica con claridad meridiana: “los jesuitas estamos en la educación porque nuestro trabajo es fundamentalmente buscar la transformación de la gente… San Ignacio creía y nosotros seguimos creyendo que si no se transforman las personas no hay esperanza de que la sociedad se transforme, y por esto estamos en la educación… Lo que importa es la transformación de la persona en la realidad, que es una realidad total, no queremos parcializarlo todo y reducirlo todo a un Padre Nuestro… Todo lo que contribuya a la transformación, es bueno.”

Por último, el Padre General comenta que regresa a Roma contento y optimista de haber visto jesuitas muy dedicados y con “mucho desapego”, desde Guyana hasta México, pasando por Venezuela y Cuba. “He visto -recoge- una capacidad de discernimiento, de dedicación y de continuar a pesar de todo, que yo creo que es una de las frases clave para la fe cristiana, ‘a pesar de todo’ creo en el futuro, en la humanidad, en Dios; me voy muy animado.”


A unos metros de donde termina la conferencia de prensa, espera al P. Nicolás, paciente, Miguel León-Portilla.

domingo, 18 de mayo de 2014

Primer año del Papa Francisco (Entrevista del Corriere de la Sera)


 Francisco al Corriere: "Les cuento mi primer año de Papa"
"Benedicto es el primer Papa emérito y tal vez haya otros. No lo sabemos"
(Ferruccio de Bortoli, director del Corriere della Sera).- Un año ha transcurrido desde aquel simple "buonasera" que conmovió al mundo. El lapso de doce meses tan intensos no alcanza para contener la gran masa de novedades y los muchos signos profundos de la innovación pastoral de Francisco. Nos encontramos en una salita de Santa Marta. Una única ventana da a un patio interior que abre un minúsculo ángulo de cielo azul. Hace un día buenísimo, primaveral, cálido. El Papa aparece de improviso, casi de repente, por una puerta, con la cara distendida y sonriente. Mira divertido las grabadoras varias que la ansiedad senil de un periodista ha colocado sobre la mesa. "¿Funcionan? ¿Sí? Menos mal." ¿El balance de un año? No, los balances no le gustan. "Yo sólo hago balance cada quince días, con mi confesor".
Usted, Santo Padre, cada tanto llama por teléfono a quien le pide ayuda. Y a veces no le creen.
Sí, me ha pasado. Cuando uno llama es porque tiene ganas de hablar, una pregunta que hacer, un consejo que pedir. Cuando era cura en Buenos Aires, era más fácil. Y a mí me ha quedado esa costumbre. Es un servicio. Lo siento dentro. Cierto, ahora no es tan fácil hacerlo, vista la cantidad de gente que me escribe.
¿Hay algún contacto, algún encuentro, que recuerde con particular afecto? Una señora viuda de 80 años que había perdido a su hijo. Me escribió. Y ahora le doy una llamadita cada mes. Ella es feliz; yo ejerzo de cura. Me gusta.
La relación con su predecesor. ¿Ha pedido alguna vez consejo a Benedicto XVI?
Sí, el Papa emérito no es una estatua en un museo. Es una institución. No estábamos acostumbrados. Hace sesenta o setenta años, el obispo emérito no existía. Eso vino después del Concilio. Hoy es una institución. Lo mismo tiene que pasar con el Papa emérito. Benedicto es el primero y tal vez haya otros. No lo sabemos. Él es discreto, humilde, no quiere molestar. Lo hablamos y decidimos juntos que era mejor que viera gente, que saliera y participara de la vida de la Iglesia. Una vez vino aquí para la bendición de la estatua de San Miguel Arcángel, después a un almuerzo en Santa Marta, y después de Navidad le invité a participar del consistorio y él aceptó. Su sabiduría es un don de Dios. Alguno habría querido que se retirase a una abadía benedictina lejos del Vaticano. Yo pensé en los abuelos que, con su sabiduría y sus consejos, dan fuerza a la familia y no merecen terminar en un asilo.
A nosotros nos parece que su modo de gobernar la Iglesia es así: usted escucha a todos y después decide solo. Un poco como el general de los jesuitas. ¿El Papa es un hombre solo?
Sí y no. Entiendo lo que me quiere decir. El Papa no está solo en su trabajo porque es acompañado y aconsejado por muchas personas. Y sería un hombre solo si decidiese sin escuchar o fingiendo que escucha. Pero hay un momento, cuando se 2

trata de decidir, de poner una firma, en el cual está solo con su sentido de la responsabilidad.
Usted ha innovado, ha criticado algunas actitudes del clero, ha revolucionado la curia. Con algunas resistencias y algunas oposiciones. ¿La Iglesia ya ha cambiado como usted quería hace un año?
Yo en marzo del año pasado no tenía ningún proyecto de cambiar la Iglesia. No me esperaba, por decirlo de alguna manera, este traslado de diócesis. Empecé a gobernar buscando poner en práctica todo lo que había surgido en el debate entre los cardenales durante las diversas congregaciones. En mi forma de actuar espero a que el Señor me dé la inspiración. Le pongo un ejemplo. Se había hablado del cuidado espiritual de las personas que trabajan en la Curia, y entonces se empezaron a hacer retiros espirituales. Había que darles más importancia a los ejercicios espirituales anuales: todos tienen derecho a pasar cinco días de silencio y meditación, mientras que antes en la Curia se escuchaban tres predicaciones al día y después algunos seguían trabajando.
La ternura y la misericordia son la esencia de su mensaje pastoral...
Y del Evangelio. Es el centro del Evangelio. De lo contrario, no se entiende a Jesucristo, ni la ternura del Padre que lo envía a escucharnos, a curarnos, a salvarnos.
¿Pero se ha comprendido este mensaje? Usted ha dicho que la "franciscomanía" no duraría mucho. ¿Hay algo de su imagen pública que no le guste?
Me gusta estar entre la gente, junto a los que sufren, ir a las parroquias. No me gustan las interpretaciones ideológicas, una cierta mitología del papa Francisco. Cuando se dice, por ejemplo, que sale de noche del Vaticano para ir a darles de comer a los mendigos de Via Ottaviano. No se me ha pasado jamás por la mente. Sigmund Freud decía, si no me equivoco, que en toda idealización hay una agresión. Pintar al Papa como si fuese una especie de Superman, una especie de estrella, me parece ofensivo. El Papa es un hombre que ríe, llora, duerme tranquilo y tiene amigos como todos. Una persona normal.
¿Nostalgia de su Argentina?
La verdad es que no tengo nostalgia. Me gustaría ir a encontrarme con mi hermana, que está enferma, es la última de nosotros cinco. Me gustaría verla, pero esto no justifica un viaje a Argentina: la llamo por teléfono y esto basta. No pienso ir antes de 2016, porque en América Latina ya he estado en Río. Ahora debo ir a Tierra Santa, a Asia, después a África.
Acaba de renovar el pasaporte argentino. Y sin embargo usted es un jefe de Estado.
Lo he renovado porque caducaba. 3

¿Le disgustaron aquellas acusaciones de marxismo, sobre todo americanas, después de la publicación de la Evangelii Gaudium?
Para nada. Nunca compartí la ideología marxista, porque es falsa, pero conocí a muchas personas buenas que profesaban el marxismo.
Los escándalos que turbaron la vida de la Iglesia han quedado afortunadamente atrás. Sobre el delicado tema de los abusos a menores, a usted le han dirigido una petición desde las páginas de Il Foglio, firmada entre otros por los filósofos Besançon y Scruton, para que alce su voz contra los fanatismos y la mala fe del mundo secularizado, que respeta poco la infancia.
Quiero decir dos cosas. Los casos de abusos son tremendos porque dejan heridas profundísimas. Benedicto XVI fue muy valiente y abrió un camino. La Iglesia, siguiendo ese camino, ha hecho mucho. Tal vez más que nadie. Las estadísticas sobre el fenómeno de las agresiones contra los niños son impresionantes, pero muestran también con claridad que la gran mayoría de los abusos suceden en el entorno familiar y de gente cercana. La Iglesia Católica es tal vez la única institución pública que se ha movido con transparencia y responsabilidad. Ningún otro ha hecho tanto. Y, sin embargo, la Iglesia es la única que es atacada.
Santo Padre, usted dice que "los pobres nos evangelizan". La atención a la pobreza, la impronta más fuerte de su mensaje pastoral, es tomada por algunos observadores como una profesión del pauperismo. El Evangelio no condena el bienestar. Y Zaqueo era rico y caritativo.
El Evangelio condena el culto al bienestar. El pauperismo es una de las interpretaciones críticas. En el Medioevo había muchas corrientes pauperistas. San Francisco tuvo la genialidad de colocar el tema de la pobreza en el camino evangélico. Jesús dice que no se puede servir a dos señores, a Dios y al dinero. Y cuando seamos juzgados al final de los tiempos (Mateo 25) contará nuestra cercanía con la pobreza. La pobreza nos aleja de la idolatría, abre las puertas a la Providencia. Zaqueo entrega la mitad de sus riquezas a los pobres. Y a quienes tienen sus graneros llenos de su propio egoísmo, el Señor, al final, les pide cuentas. Lo que pienso de la pobreza lo he expresado bien en la Evangelii Gaudium.
Usted ha señalado en la globalización, sobre todo la financiera, algunos de los males que agreden a la humanidad. Pero la globalización ha sacado de la indigencia a millones de personas. Ha dado esperanza, un sentimiento raro que no debe confundirse con el optimismo.
Es verdad, la globalización ha salvado de la pobreza a muchas personas, pero ha condenado a muchas otras a morir de hambre porque con este sistema económico se vuelve selectiva. La globalización en la que piensa la Iglesia no se parece a una esfera en la que cada punto es equidistante del centro y en la cual, por lo tanto, se pierde la particularidad de los pueblos, sino que es un poliedro, con sus diversas caras, en el que cada pueblo conserva su propia cultura, lengua, religión, identidad. La actual globalización "esférica" económica, y sobre todo financiera, produce un 4

pensamiento único, un pensamiento débil. En el centro ya no está la persona humana, solo el dinero.
El tema de la familia es central en la actividad del Consejo de los Ocho Cardenales. Desde la exhortación Familiaris Consortio de Juan Pablo II han cambiado muchas cosas. Hay dos sínodos programados. Se esperan grandes novedades. Usted ha dicho a los divorciados: que no sean condenados, que sean ayudados.
Es un largo camino que la Iglesia debe completar. Un proceso querido por el Señor. Tres meses después de mi elección, me fueron presentados los temas para el sínodo, y se propuso discutir sobre cuál es la aportación de Jesús al hombre contemporáneo. Pero al final, con pasos graduales -que para mí han sido signos de la voluntad de Dios- se decidió debatir sobre la familia, que atraviesa una crisis muy seria. Es difícil formar una familia. Los jóvenes se casan poco. Hay muchas familias separadas, cuyo proyecto de vida en común fracasó. Los hijos sufren mucho. Nosotros debemos dar una respuesta. Pero para esto hace falta reflexionar mucho en profundidad. Y es lo que el Consistorio y el Sínodo están haciendo. Hace falta evitar quedarse en la superficie. La tentación de resolver cada problema con la casuística es un error, una simplificación de cosas profundas, como hacían los fariseos, una teología muy superficial. Es a la luz de la reflexión profunda como se podrán afrontar seriamente las situaciones particulares, también las de los divorciados, con profundidad pastoral.
¿Por qué el informe del cardenal Walter Kasper en el último consistorio ("un abismo entre la doctrina sobre matrimonio y familia y la vida real de muchos cristianos") ha dividido así a los purpurados? ¿Cómo cree que la Iglesia podrá recorrer estos dos años de camino fatigoso llegando a un amplio y sereno consenso? Si la doctrina es sólida, ¿por qué es necesario el debate?
El cardenal Kasper hizo una bellísima y profunda presentación, que pronto será publicada en alemán, y abordó cinco puntos: el quinto era el de los segundos matrimonios. Me habría preocupado si en el Consistorio no hubiera habido una discusión intensa, no habría servido de nada. Los cardenales sabían que podían decir lo que quisieran, y presentaron muchos puntos de vista distintos, que enriquecen. Las confrontaciones fraternas y abiertas hacen crecer el pensamiento teolgógico y pastoral. De esto no tengo miedo; es más, lo busco.
En un pasado reciente era habitual referirse a los llamados "valores no negociables", sobre todo en bioética y en moral sexual. Usted no ha usado esa fórmula. Los principios doctrinales y morales no han cambiado. ¿Esta elección quiere quizá indicar un estilo menos preceptivo y más respetuoso de la conciencia personal?
Nunca he entendido la expresión "valores no negociables". Los valores son valores, y punto. No puedo decir que entre los dedos de una mano haya uno menos útil que otro. Por eso no entiendo en qué sentido pueda haber valores negociables. Lo que tenía que decir sobre el tema de la vida, lo he escrito en la exhortación Evangelii Gaudium. 5

Muchos países han regulado las uniones civiles. ¿Es un camino que la Iglesia puede comprender? ¿Hasta qué punto?
El matrimonio es entre un hombre y una mujer. Los Estados laicos quieren justificar la unión civil para regular diversas situaciones de convivencia, impulsados por la necesidad de regular aspectos económicos entre las personas, como por ejemplo asegurar la asistencia sanitaria. Se trata de pactos de convivencia de diversa naturaleza, de los cuales no sabría enumerar las distintas formas. Es necesario ver los distintos casos y evaluarlos en su variedad.
¿Cómo será promovido el rol de la mujer en la Iglesia?
Tampoco en esto ayuda la casuística. Es verdad que la mujer puede y debe estar más presente en los puestos de decisión de la Iglesia. Pero a esto yo lo llamaría una promoción de tipo funcional. Solo con eso no se avanza demasiado. Más bien hay que pensar que la Iglesia lleva el artículo femenino, "la": es femenina desde los orígenes. El gran teólogo Urs von Balthasar trabajó mucho sobre este tema: el principio mariano guía a la Iglesia junto al principio petrino. La Virgen María es más importante que cualquier obispo y que cualquier apóstol. La profundización teologal está en marcha. El cardenal Rylko, con el Consejo Pontificio de los Laicos, está trabajando en esta dirección con muchas mujeres expertas en diversas materias.
Medio siglo después de la Humanae Vitae de Pablo VI, ¿la Iglesia puede retomar el tema del control de la natalidad? El cardenal Martini, su hermano, sostenía que quizá había llegado el momento.
Todo depende de cómo sea interpretada la Humanae Vitae. El mismo Pablo VI, al final, recomendaba a los confesores mucha misericordia, atención a las situaciones concretas. Pero su genialidad fue profética, tuvo la valentía de enfrentarse a la mayoría, de defender la disciplina moral, de ejercitar un freno cultural, de oponerse al neo-malthusianismo presente y futuro. La cuestión no es cambiar la doctrina, sino profundizar en ella y asegurarse de que la pastoral tome en cuenta las situaciones y lo que para esas personas es posible hacer. También de esto se hablará en el camino del Sínodo.
La ciencia evoluciona y rediseña los confines de la vida. ¿Tiene sentido prolongar artificialmente la vida en estado vegetativo? ¿El testamento biológico puede ser una solución?
No soy un especialista en argumentos bioéticos. Y temo que cada frase mía pueda ser equivocada. La doctrina tradicional de la Iglesia dice que ninguno está obligado a usar medios extraordinarios cuando se sabe que está en fase terminal. En mi pastoral, en estos casos, siempre he aconsejado los cuidados paliativos. En casos más específicos está bien acudir, si es necesario, al consejo de los especialistas.
El próximo viaje a Tierra Santa, ¿llevará al acuerdo de comunión con los ortodoxos que Pablo VI, hace cincuenta años, casi llegó a firmar con Atenágoras? 6

Estamos todos impacientes por obtener resultados "cerrados". Pero el camino de la unidad con los ortodoxos quiere decir sobre todo caminar y trabajar juntos. En Buenos Aires, a los cursos de catequesis venían varios ortodoxos. Yo pasaba la Navidad y el 6 de enero junto a sus obispos, que a veces pedían también consejo a nuestros diocesanos. No sé si es verdad el episodio que se cuenta de Atenágoras, según el cual habría propuesto a Pablo VI que caminasen juntos y mandasen a una isla a todos los teólogos para que discutieran entre ellos. Es una broma, pero lo importante es que caminemos juntos. La teología ortodoxa es muy rica. Y creo que ellos tienen en este momento grandes teólogos. Su visión de la Iglesia y de la sinodalidad es maravillosa.
Dentro de algunos años, la mayor potencia mundial será China, con la que el Vaticano no tiene relaciones. Matteo Ricci era jesuita como usted.
Estamos cercanos a China. Yo le mandé una carta al presidente Xi Jinping cuando fue elegido, tres días después que yo. Y él me respondió. Las relaciones existen. Es un pueblo grande al que quiero.
¿Por qué, Santo Padre, no habla más de Europa? ¿Qué es lo que no le convence del diseño europeo?
¿Usted recuerda el día en que hablé de Asia? ¿Qué dije? [Aquí el cronista se aventura en algunas explicaciones, recogiendo vagos recuerdos para después darse cuenta de que ha caído en una simpática trampa]. Yo no he hablado de Asia, ni de África, ni de Europa. Solo de América Latina cuando estuve en Brasil y cuando he tenido que recibir a la Comisión Pontificia para América Latina. No se ha dado todavía la ocasión para hablar de Europa. Llegará.
¿Qué libro está leyendo en estos días?
Pietro e Maddalena, de Damiano Marzotto, sobre la dimensión femenina de la Iglesia. Un libro precioso.
¿Y no le da tiempo a ver alguna película buena, otra de sus pasiones? 'La gran belleza' ha ganado el Oscar. ¿La verá?
No lo sé. La última película que he visto es 'La vida es bella', de Benigni. Y antes había vuelto a ver La Strada de Fellini. Una obra maestra. Me gustaba también Wajda...
San Francisco tuvo una juventud despreocupada. Le pregunto: ¿alguna vez se ha enamorado?
En el libro El Jesuita cuento que tuve una novieta a los 17 años. Y hago referencia también en Entre el Cielo y la Tierra, el volumen que escribí con Abraham Skorka. Cuando estaba en el seminario, una chica me hizo perder la cabeza durante una semana.
¿Y cómo acabó, si no es indiscreción? 7

Eran cosas de jóvenes. Hable con mi confesor. [Una gran sonrisa]
Gracias, Padre Santo.

Gracias a usted.

5° Domingo de Pascua; Mayo 18 del 2014

En este 5° domingo de Pascua, la liturgia sigue mostrando, por un lado, los efectos de la Resurrección  del Señor Jesús; y, por el otro, la proximidad de su partida. El ciclo de Jesús está pronto a terminar. Él ha concluido su misión, y regresa al Padre.
Sin embargo, no parece –para decirlo coloquialmente- sentirse satisfecho con lo que los discípulos han comprendido. El tiempo apremia; su partida es inminente; pero los 12 no terminan de comprender; no han logrado hacer ese quiebre radical con la antigua propuesta de los detentadores del poder religioso judío. Quizá han ido comprendiendo partes del mensaje de Jesús; pero no han logrado integrarlo  desde la clave de su experiencia religiosa, desde esa “piedra angular” que todo lo integra.
¿Cuál es la angustia del Maestro? Que no terminan de entender al Padre; que el Dios proclamado o  apresado por los escribas y fariseos, no es el Dios de Jesús; y esto es grave. Hay una ruptura radical con ese Dios del Antiguo Testamento, cuando menos en su relación con Jesús, y eso no lo han comprendido.
En este sentido, en segundo lugar, tampoco han comprendido la relación estructural que existe entre el Padre y el Hijo; entre Dios y Jesús. Sin esto, todo lo demás queda en el vacío, sabiendo que entre ellos existe una jerarquía: el Padre es mayor; y por eso va a Él.
Jesús ha sido la “palabra” del Padre; su revelación. Dios no encontró otra forma de “vivir entre nosotros” y mostrar lo que Él era, que encarnando su Palabra en un hombre, para así hacerse comprensible a la humanidad. De esta forma, lo que Jesús hizo y dijo, es lo que Dios hace  y dice. Y lo más radical es que ese Dios en Jesús se ha transformado en un Padre-Madre, que opta por los pequeños; que muestra compasión por los que sufren; que come con pecadores y publicanos; que perdona y levanta a los caídos; que muestra su misericordia ante toda miseria humana; que escucha y acoge a los marginados; que da de comer a los hambrientos y cura a los enfermos; que respeta y reivindica a las mujeres; que llora por la muerte de un amigo; y que, finalmente, da la vida para que la humanidad la tenga en abundancia. Ese es nuestro Dios y el Dios de Jesús. Esto es la clave del mensaje cristiano.
Ceguera de los 12 que se hace evidente cuando Jesús les dice que se va al Padre; y ellos hacen preguntas que muestran la torpeza de su corazón. “¡Muéstranos al Padre!”, le dice Felipe. “El que me ve a mí –contesta Jesús- ve a al Padre”; somos lo mismo. Tomás le replica: “no sabemos a dónde vas; ¿cómo podemos saber el camino?” Jesús responde recogiendo la experiencia de su vida: el que a mí me conoce, conoce al Padre; el que me ha visto en las obras que hago, ha visto a Dios; el Padre está en el Hijo y el Hijo en el Padre. Por eso nadie puede ir al Padre si no es a través del Hijo. No hay más. Pero, además, lo más maravilloso, es que Jesús regresa al Padre para prepararnos una morada y luego regresar por nosotros a fin de que podamos estar con Él para siempre.
Esto es el centro del mensaje cristiano, lo fundamental. Mirar a Dios como un Padre-Madre, preocupado porque nosotros sus hijos podamos vivir en plenitud, tener paz, gozar la vida, sabiendo que en el Cielo tenemos una morada a la que llegaremos al final de la vida, para estar con Jesús y con su Padre.
La segunda gran preocupación de Jesús es que ahora serán los discípulos los encargados de seguir trasparentando la imagen de Dios, la del Padre, aquí en la tierra. Jesús ya no estará con nosotros; pero la obra tiene que continuar. Por eso la urgencia de comprender el mensaje; de vivirlo y, finalmente, de practicarlo para seguir extendiendo la  presencia de ese Dios en nuestro mundo.

Jesús se va; pero a nosotros nos queda la misión. La responsabilidad es  enorme: ¿podremos ser imágenes vivas del Dios de Nuestro Señor Jesucristo? ¿Nuestro ser y nuestro actuar podrán dar ese testimonio? La respuesta vendrá pronto, con la venida del Espíritu Santo. Él es la herencia que nos  deja Jesús para continuar su obra. No estamos solos. El Espíritu, como lo muestran los hechos de los Apóstoles, iluminará nuestra mente y alentará nuestros corazones, para seguir adelante, como todos los discípulos, aún a pesar de la muerte. No dejemos a Jesús, pues Él es verdaderamente “el camino, la verdad y la vida”, para estar con el Padre y que Él permanezca en nosotros.