domingo, 30 de marzo de 2014

4° Domingo de Cuaresma: El ciego de nacimiento. Marzo 30 del 2014

Lecturas: 1 Samuel 161. 6-7. 10-13; Salmo 22; Efesios 58-14; Juan 91-41
La figuras centrales de este domingo son el Ciego de Nacimiento: un pobre hombre, tirado en la calle, indefenso, cuya dignidad le ha sido arrebatada y, además, culpado de su propia enfermedad pues él o sus padres habrían pecado; y, por el otro lado, los fariseos: prepotentes, poderosos, falsos…
Jesús aprovecha la pregunta condenatorio de sus propios discípulos, justo en sábado, para “manifestar las obras de Dios”. No deja pasar la oportunidad para liberar al ciego de toda su historia fatídica, para estrellar la infamia de la religión judía y para manifestarse como “profeta”, como “Mesías”, como “Enviado”.
Lo curioso es que la acción de Jesús que manifiesta la nueva era que está comenzando en Él, se reduce a la realización del milagro. Él no hace más; deja que los actores se involucren por sí mismos; pero a partir de esto, se desencadena una lucha frontal entre el ciego –que representa la fuerza y valentía de la nueva oferta religiosa de Jesús- y la  religión oficial –que se empeña en sostener sus tradiciones  y en defenderlas a como dé lugar, aunque sea con mentiras, manipulaciones y amenazas-.
El simbolismo es claro, las oposiciones también: se trata de la lucha entre la luz y las tinieblas, entre lo antiguo y lo nuevo, entre Jesús y los fariseos, entre la libertad y la manipulación, entre la verdad y la mentira. Y esta lucha será a muerte, como lo evidencia la forma en la que va escalando el conflicto contra Jesús.
Los protagonistas principales son el ciego y los fariseos: ahí es donde se da la lucha frontal, pero sólo porque aceptar el hecho de la curación significa reconocer a Jesús como mesías y, entonces, reconocer que toda la propuesta de Jesús y sus críticas contra la religión oficial, tienen razón. Lo que implicaba quebrar su poder y perder la autoridad con la que hasta ese momento controlaban el templo y manipulaban al pueblo. Lo que se jugaba no era poca cosa.
La conversión progresiva del ciego es maravillosa: primero, acepta la acción de Jesús sobre él. No la cuestiona; hace dócilmente lo que esa persona –que no sabe quién es- le ordena. El mecanismo es absurdo; es lo contrario a algo que pudiera devolverle la vista. Los elementos de la curación son saliva, tierra y agua. Es el símbolo más profundo que pasa de la peor oscuridad –que es la ceguera- aumentada por el lodo con el que Jesús le embarra el ojo, al agua, símbolo de la fuerza de  Dios que purifica y renueva, como lo había anunciado ya el Profeta Ezequiel: “Los rociaré y purificaré de todas sus inmundicias”. Esa es la promesa de Dios realizada en Jesús: pasar de la oscuridad a la luz; de la esclavitud a la libertad. Una nueva era se estaba inaugurando para toda la humanidad.
Luego, el ciego reconoce el hecho delante de los fariseos: “lo único que sé es que estaba ciego y ahora veo”. Y sostenerse basta para acrecentar el conflicto.
Los fariseos, al no poder aceptar el hecho por el miedo a perder su poder, comienzan a atacar al ciego y, a través de él, a Jesús. Éste no puede ser profeta ni curar, porque está faltando al sábado.
Progresivamente el ciego va cobrando más valor y claridad. Ya está en la luz, y ésta lo mueve e ilumina. No se va a echar para atrás; vuelve a defender los hechos con todo valor, hasta llegar a cuestionar a los mismos fariseos: “¿También Uds. quieren ser sus discípulos?”
Impotentes y avergonzados, los fariseos arrojan la última arma que tienen contra el ciego: lo expulsan de la sinagoga.
Y ahí aparece Jesús para cerrar el círculo. Se entera que el Ciego ha sido expulsado de la Sinagoga, y va en su busca. Lo encuentra y lo invita a culminar el proceso de su curación. “¿Crees tú en el Hijo del hombre?” Jesús ha seguido de cerca lo que ha pasado; pero no ha terminado su obra. No basta la curación física; hay que dar un paso más: hay que definirse por la nueva oferta de salvación que trae Jesús, pues sólo esta lo podrá liberar plenamente de todas sus esclavitudes anteriores. La respuesta del  ciego es nítida: “Creo, Señor. Y postrándose, lo adoró”.
Dos cosas quedan claras: lo increíble que es Jesús, su persona, su forma de actuar; es maravilloso: atento al pobre, a su necesidad; delicado, cercano, claro, valiente, etc., etc. realmente maravilloso. Es una suerte que también nosotros hayamos recibido esa oferta de salvación.

Pero también es maravilloso el proceso de  conversión del ciego. No se queda con la salvación física, sino que accede a la que Jesús ofrece: la plenitud de saberse hijo de Dios en el seguimiento de Jesús, en el Reino de la verdad, de la luz.

domingo, 23 de marzo de 2014

Artículo a propósito del día internacional de la mujer, Mzo 17 '14

Denise Dresser


Sexista si se vale

En México en estos tiempos ya todo parece normal. Una mujer acusada de "exceso de la legítima defensa" cuando intenta salvar su vida. Una mujer encarcelada arbitrariamente en San Luis Potosí por usar, sin su conocimiento, un billete falso. Un director de orquesta ruso que al llegar a México reitera que las mujeres no tienen la "capacidad fisiológica" para cargar una batuta. Demostrando así la discriminación perniciosa hacia las mujeres que aún existe, aún se ejerce, aún se vale. Todos los días, a todas las horas, en todos los lugares, el discurso discriminador. El comportamiento discriminador. La ley discriminadora. Mexicanos que maltratan a las mexicanas; mexicanos que se burlan de las mexicanas; mexicanos que golpean y violan a las mexicanas. Mientras que el país piensa que eso es normal.

Mientras que el Conaculta invita a Yuri Temirkanov a dar un concierto en Bellas Artes, conmemorando el Día Internacional de la Mujer, sabiendo que en una entrevista reciente, al director se le pregunta lo siguiente:

-En su opinión, ¿puede una mujer conducir?

-En mi opinión, no.

-¿Por qué no?

-No sé si es la voluntad de Dios, o la naturaleza, pero las mujeres dan a luz y los hombres no. Nadie se ofende con ello. Pero si uno dice que una mujer no debe conducir, todos se ofenden. (...) Los músicos la mirarán y se distraerán de la música (...) La esencia de la profesión de un director es la fuerza. La esencia de una mujer es la debilidad.

Y cuando mandé por Twitter esta afirmación aberrante, lo más notable fue ver la respuesta de tantos que decían que los juicios sexistas del Sr. Temirkanov no eran serios. Que el concierto había sido excelente. Que hasta las mujeres habían aplaudido. Revelando aquello que subyace en el mapa mental de México con respecto a sus mujeres. Los comentarios misóginos y sexistas no son motivo de alarma, ni deben ser amonestados, como sí ocurrió en el caso de Larry Summers quien perdió la presidencia de Harvard. No revelan problemas profundos que requieren soluciones urgentes. No explican por qué 6 de cada 10 mujeres padecen la violencia doméstica, o por qué son encarceladas por haber tenido un aborto en casos de violación o incesto, o por qué el hostigamiento sexual no es un delito, o por qué cuando una mujer es violada algún hombre afirma que "se lo buscó".

Quienes toman a la ligera los comentarios del Sr. Temirkanov -incluyendo el propio Conaculta- ignoran a millones de mujeres obligadas a vivir a la intemperie. Sin la protección de leyes con perspectivas de género. Sin el paraguas de la equidad. Sin el cobertor de la ciudadanía. Sin el arropo de los derechos civiles. Mujeres hostigadas por depredadores sexuales. Mujeres asaltadas por hombres abusivos. Mujeres discriminadas por su género. Mujeres condenadas por su diferencia.

Porque en México todavía se vale ser sexista. Todavía se vale ser misógino. Todavía se vale decir -sin que el Conaculta se deslinde públicamente- que una mujer no tiene la fuerza para cargar una batuta y dirigir una orquesta. Y dado que todavía demasiados hombres ven a las mujeres como objetos débiles, las matan impunemente en Ciudad Juárez y en el Estado de México. Las desvisten a la hora de interrogarlas en un Ministerio Público. 1 de cada 5 mexicanos declara en la Encuesta Nacional Sobre la Discriminación que es "natural" que a las mujeres se les prohíban más cosas que a los hombres.

Y lo peor es que esta realidad no agravia lo suficiente. No indigna lo suficiente. No lleva a una disculpa pública por parte del Conaculta sino a su silencio cómplice. Porque nos han enseñado que discriminar y maltratar e insultar y menospreciar a una mujer es normal. Un país donde gentilmente se ovaciona a Yuri Temirkanov en Bellas Artes cuando no se le debería haber invitado siquiera. Y a quienes hemos criticado su presencia y sus palabras se nos tilda de "feministas estridentes". Pues llegó el momento de retomar el significado original de la palabra "feminista" tal y como apareció en la revista Athenaeum en 1895, describiendo así a una mujer que "tiene dentro de sí la capacidad de pelear para conseguir su independencia". Ser feminista significa luchar para que la mujer sea tratada, antes que nada, como un ser humano. Ser feminista implica alzar la voz para que nuestras hijas no se conviertan en otra estadística en la historia de discriminación contra la mujer. Ser feminista entraña pedirle al mundo que aplauda a las fuertes y bellas directoras de orquesta. A ellas y a tantas más que ensanchan el sendero de la libertad para mi Julia y las que vienen detrás. 

Un Futuro, Luis Rubio, Marzo 23, 2014 (artículo interesante sobre economía)


Hace más o menos 25 años, Mariano Grondona, perspicaz observador argentino, explicaba su escepticismo sobre las reformas liberalizadoras de aquella era. Su argumento era doble: por un lado, decía, "venimos de unas décadas en las cuales se llegó a pensar que el Estado es la panacea... ahora corremos el riesgo de creer que sea el mercado esa panacea". Por otro lado, se preguntaba si "¿es el capitalismo un movimiento que cuando suspendamos los controles emerge naturalmente?... América Latina tiene raíces culturales que no son capitalistas. Nuestra estructura está basada en la familia, no en la sociedad. Nuestra idea es que la familia es el modelo y el Estado es como el padre protector de una gran familia. De ahí venimos. Y no creo que eso pueda cambiar simplemente con sacar las reglas y dejar que el mercado opere mágicamente". "Lo que ha muerto es creer que el Estado lo va a arreglar todo".


Veinticinco años y muchas crisis después, las palabras de Grondona me siguen impactando. No sólo anticipaba con clarividencia los problemas de su propio país, sino que su escepticismo ha sido bien justificado. Aunque es innegable que, al menos en algunos países, comenzando por México, ha habido un gran progreso material en estas décadas, también es evidente que estamos lejos de haber consolidado un camino sólido hacia el crecimiento y el desarrollo.


México ha logrado consolidar un poderoso motor de crecimiento en las exportaciones pero se ha rezagado dramáticamente en el mercado interno. Dos cosas ilustran lo anterior: una es, simple y llanamente, las diferencias en el crecimiento de la productividad; mientras que las empresas y sectores exportadores muestran espectaculares tasas de crecimiento de la productividad, el sector manufacturero tradicional experimenta una productividad negativa año con año. Así, aunque el promedio de crecimiento en la productividad se ve tétrico, ese número esconde más de lo que revela, y lo que revela es un problema político y social que sucesivos gobiernos han estado indispuestos a atacar: han preferido el statu quo, así implique éste un empobrecimiento sistemático, que el riesgo del proceso de cambio y ajuste que sería necesario llevar a cabo para darle una oportunidad de crecimiento a esa economía rezagada. La preocupación por el riesgo es razonable, toda vez que algo así como el 80% de la población empleada en manufacturas se concentra en la economía "vieja", pero las consecuencias de seguir por ese camino no son nada promisorias: baste ver otros casos al sur del continente.


El otro ejemplo ocurrió en 2009. Cuando comenzó la crisis estadounidense, muchos economistas anticipaban que, dado que el país exporta el equivalente a la tercera parte del PIB, la contracción de nuestra economía sería aproximadamente de una tercera parte de la recesión estadounidense. Pero ocurrió lo contrario: la contracción fue tres veces superior. En lugar de que la economía interna sacara al país a flote, su contracción evidenció su dependencia respecto a la demanda generada por la derrama económica que producen las exportaciones.


El gobierno actual está intentando construir un nuevo motor de crecimiento en la forma de gasto público deficitario e inversión en infraestructura. No se trata de una forma innovadora de promover el crecimiento pero, dado el evidente déficit en infraestructura que padece el país, todo ayuda. El problema radica en otra parte: como vimos entre los setenta y los noventa, ese no es un motor que pueda ser perdurable porque entraña el riesgo de exacerbar el crecimiento de las importaciones y, con ello, una crisis cambiaria. Con esto no pretendo ser catastrofista: con mesura todo funciona; pero los antecedentes históricos no son generosos en pruebas de mesura y moderación.


La viabilidad de largo plazo de la economía reside en algo que Grondona entendía muy bien: la única forma de lograr el desarrollo es mediante la constitución de un mercado fuerte y de un Estado fuerte, ambos en contrapeso, limitando los excesos de cada uno. Un mercado fuerte impide que el gobierno se extralimite y emprenda políticas contraproducentes y costosas. Un gobierno fuerte establece reglas del juego para que el mercado pueda funcionar con eficacia. Todos los países exitosos tienen una buena combinación de estos dos factores.


Simplificando, sin afán de generalizar en exceso, me parece que hay dos tipos de países: los que cuentan con un equilibrio entre Estado y mercado (equilibrio muy distinto en Hong Kong que en Francia, pero ambos con mercado y gobierno fuertes) y los que no lo tienen. Muy pocos países han logrado transitar de estructuras económicas y estatales precarias a un mercado consolidado. La crisis europea de los últimos años ha exhibido tanto la ausencia de equilibrio en algunas naciones (vgr. Grecia) como lo insostenible del equilibrio existente en otros (vgr. España).


Pero sólo un puñado de naciones ha logrado una transición exitosa: ejemplos evidentes son Corea y Chile. La fortaleza de estas dos naciones reside en haberse dedicado a construir los cimientos y andamios de una economía y Estado modernos. Cada uno siguió su camino particular y ninguno fue libre de abusos y violencia, pero ambos tienen algo importante que enseñarnos. La pregunta es por qué nuestra propensión a querer imitar casos perdedores (o, al menos, no ganadores) como Brasil, en lugar de observar a los que han dado el gran salto. Ese es nuestro reto y si el gobierno no lo intenta, acabará igual que todos los anteriores.

Venezuela en llamas; Por: Lydia Cacho, en Sinembargo, Marzo 20 de 2014

Sí, lo entiendo, advierto que a partir de la lectura de este texto seré fustigada en redes sociales, las amenazas, los insultos y las descalificaciones correrán por cuenta de los amigos de la sociedad defensora de la conspiración perenne. Esta es  una opinión, el análisis personal, independiente, libre y propio de quien tiene algo que decir desde la perspectiva de los derechos humanos. Hay algo profundamente inquietante en Nicolás Maduro. Asombra la facilidad con la que confunde ideas y narra hechos inexplicables con la investidura presidencial que, en otros casos, llevarían directamente al psiquiátrico a cualquiera que se atreviese a declarar, entre muchas otras cosas, que un pajarillo le cantó al oído y él supo inmediatamente que el ave que revoloteó a su lado encarnaba al santo espíritu del ex presidente muerto Hugo Chávez. Si Enrique Peña Nieto, Barak Obama o Angela Merkel a quienes constantemente analizamos, criticamos y cuyos actos desmenuzamos en la prensa diariamente, se atreviesen a decir que un pajarillo les habló al oído, el mundo se hubiese reído y acto seguido, el Congreso estaría cuestionando la salud mental de su presidente.
El caso de Maduro se toma a chacota porque hace muchos años que él mismo y otros han ridiculizado su propio liderazgo en ese país, con un discurso que mezcla el realismo mágico con el catolicismo populachero, impregnado de un misticismo cumbanchero musicalizado, misógino y salpicado de intolerancia creativa, así dan la nota mundial. Pero más allá de las alucinaciones y desplantes presidenciales, este es un país donde la corrupción se oculta bajo el manto patriarcal de una izquierda trasnochada y populista que se niega a la transparencia y a la protección de los derechos humanos.
En Venezuela no hay más: o estás con  el fantasma de Chávez, con Dios y con Maduro, o con el diablo que son los Estados Unidos y cualquiera que discrepe con sus acciones y formas de gobernar. No hay cabida para la visión sociocrítica, no hay cabida para el análisis derechohumanista, no hay cabida para la libertad de expresión. Esta bipolaridad no es de extrañar. Después de todo quienes hemos vivido los regímenes con diferentes durezas dictatoriales, sabemos lo rápido y fácil que es para los heraldos del neoliberalismo rapaz tomar la plaza y convertir a los gobiernos en servidores del capitalismo salvaje. También se entiende, sin duda, el miedo que habita el corazón del hijo putativo de Chávez, sobreviviente con sus compañeros de un intento de golpe de estado. No escapa a nuestra mirada la real actitud de ave de rapiña que Washington y sus capitales han tenido y tienen con Venezuela como el gran productor petrolero del mundo.
Faltaríamos a la verdad en negar que por menos que el petróleo bolivariano, los norteamericanos han iniciado guerras, conquistado países e invadido territorios. Sin embargo es justamente en ese contexto en el que ahora más que nunca Venezuela debe abrirse a la mirada y a la voz del mundo. Porque la actitud paranoide contra activistas, medios y periodistas nacionales, y de muchos países, logra justamente lo contrario de su propósito supuestamente libertario. Hay una suerte de estrategia sagaz en esta potente descalificación a la crítica y al análisis periodístico de las últimas revueltas en Venezuela. Basta hablar con grandes pensadoras e activistas de Panamá, Venezuela, Costa Rica y México para entender la cualidad aplastante de este imposible diálogo venezolano.
Si Maduro pretende que las sociedades del mundo, incluido México, entiendan verdaderamente lo que está haciendo en su país con respecto a los derechos humanos, a la libertad de expresión y de prensa, a los derechos de las mujeres, en la lucha contra la trata de personas y en contra de la pobreza alimentaria, que no nos venda demagogia. Ya tenemos suficiente con la que los neoliberales intentan entregarnos en charola de plata, por los medios vendidos al Estado, con la compra de votos, con la descalificación rapaz de los políticos capitalistas, que negados a la transparencia, persiguen a periodistas, amenazan y mandan matar a activistas. Porque si de algo sabemos las y los periodistas con experiencia en los derechos humanos, es cómo se ha construido (en derecha e izquierda)  el edificio argumentativo que criminaliza la protesta, que negocia libertades a plazos, que silencia a golpes de fusil y desacredita el disenso.
Si algo entendemos es justamente que de todos los sistemas, la democracia imperfecta es el más deseable, que el paternalismo que da limosna a cambio de silencio destruye familias y pueblos. Sabemos que la opacidad de un gobierno genera rebelión, que la rebelión incita a la ira y ésta se desata cuando los derechos políticos y las libertades civiles quedan secuestradas por regímenes enconchados, anquilosados y corruptos. Tenemos tantas experiencias similares en Europa, en Asia, en América Latina; las dictaduras son de izquierda y de derecha, ya nadie se engaña sobre esto. De allí que duela tanto Venezuela, su gente toda, sus emigrantes, sus expulsadas, su futuro mismo.
Cualquier líder político que tenga ímpetu mesiánico está destinado a convertirse en paria, y desde ese aislamiento se convierte –la historia lo ha demostrado-en un dictador ciego, sordo, soberbio, monologante. Ahora como nunca Venezuela precisa de la defensa de la libertad de expresión, de una prensa plural y libre, de periodistas que sean capaces de analizar, criticar y opinar sin temor al escarnio público, a la violencia y las amenazas, a la descalificación y a las campañas de descrédito personal. La pluralidad social, ideológica y política son una realidad en Venezuela; intentar arrollarlas bajo el argumento de que la CIA está detrás de cualquiera que quiera mantener su negocio a flote, de quien escriba críticas al sistema o de quien opine diferente y desee un régimen democrático, es justamente imitar aquello que más reprochan los chavistas radicales y su gabinete. La unilateralidad, la imposición ideológica, la colonización moral y política a la que tanto teme Maduro es justamente la que aplica para mantener su liderazgo intocado.
El escritor y periodista Juan Villoro ha dicho que el periodismo es un arte, una virtud moral que se encuentra bajo continuas amenazas, es un compromiso ético. De allí que Venezuela no pueda ser vista en su real dimensión y fuerza sin una prensa libre y una libertad de expresión individual que revele su diversidad y riqueza social. Estas libertades, como el resto de los derechos humanos, no son negociables.

3er Domingo de Cuaresma: La Samaritana; Marzo 23 del 2014

Lecturas: Éxodo 173-7; Salmo 94; Romanos 51-2; 5-8; Juan 45-42

En un contexto sumamente complicado del mundo, la liturgia nos presenta el encuentro de Jesús con la Samaritana. La realidad de guerras, discriminaciones, narcoviolencia, secuestros, tráfico de personas, y un etc. largo, largo, largo, invade el panorama mundial. Parece que ya la vida no tiene ningún valor; que la TV marca los parámetros de comportamiento para los niños, los jóvenes, los adultos, cuya matriz es la violencia y la agresión; el desahogo libre y sin control de los impulsos más destructivos del ser humano. La rabia y la agresión están a flor de piel.
Como Yahvé en los orígenes del mundo, hoy nos vuelve a lanzar la pregunta clave para el bienestar de la humanidad: ¿qué hemos hecho con nuestro hermano?
El evangelio nos presenta uno de los pasajes más hermosos del evangelio: el encuentro de un Jesús totalmente humano con una mujer agresiva, distante, recelosa, convenenciera. Judíos y samaritanos, dos pueblos, si no en agresión física, sí en una gran distancia religiosa, en incomunicación y, cuando menos, en violencia verbal.
Por principio de cuentas, Jesús rompe paradigmas. Realmente es un hombre libre. Sabe a lo que va, lo que busca. Se arriesga a situaciones escandalosas que lo pueden desacreditar o le pueden poner en duda su mismo ser mesiánico, pero no le importa. Él aprovecha la oportunidad para seguir transmitiendo el mensaje que “oyó” del Padre. Esto es lo fundamental.
Comienza a hablar con una mujer que no es judía; están solos. Realmente Jesús tiene sed, como el pueblo de Israel en la Primera Lectura; pero a diferencia de ellos, Él se sirve de su sed, de esa cuestión tan pedestre, para ir más allá. No desaprovecha la menor oportunidad.
La mujer no entiende nada; es agresiva. Se molesta con Jesús, porque al ser judío intenta hablar con ella, samaritana. Maravillosamente, Jesús la va metiendo en su terreno; le despierta su curiosidad. Aparentemente se trata de un diálogo en el que el pan es pan y el vino, vino; sin embargo, su conversación va mucho más allá: con los mismos términos, el significado y el alcance de los mismos es totalmente diferente. Del agua física, natural, que apaga la sed del cuerpo, Jesús brinca al agua del “espíritu”, a la fuente que tenemos en el corazón como gracia o regalo de Dios, que dice San Pablo en la Primera Lectura. La verdadera sed del corazón humano no se apaga con lo material, con lo cotidiano, con lo transitorio; sino con el Espíritu; y una vez que se recibe, jamás se acaba.
Por eso la samaritana se entusiasma: ¿cómo es que ese judío lo puede ofrecer un agua que le apagará definitivamente la sed y que, por tanto, ya no tendrá que regresar a la fastidiosa tarea de cargar cántaros de agua? En el diálogo, Jesús la va acorralando, hasta que logra que la samaritana muerda el anzuelo y pueda hablar de lo que verdaderamente le interesa. El sentido auténtico de la vida se encuentra cuando el ser humano se arriesga a vivir la vida más allá de lo meramente material; cuando acepta la invitación a vivir desde otra experiencia radicalmente distinta. No la de un dios parcial, atrapado en un templo, en guerra con los demás pueblos; sino la de un Dios a quien se le puede adorar en cualquier lugar; que no hará falta un templo para encontrarlo; que no se le adorará con sacrificios ni holocaustos, sino en “espíritu y en verdad”.
La experiencia de Jesús con su Padre, de eso habla. Es verdaderamente un Dios mayor, un Dios libre, no atado a cuatro paredes, no sometido a un solo pueblo, cuya relación no es a través de ritos, sino desde el corazón ablandado –no el endurecido de los judíos en el desierto-, por el espíritu y la gracia; manantial de aguas vivas que ha sido depositado en nuestro corazón por el mismo Espíritu de Dios.
En este sentido, Jesús está invitando a la samaritana a trascender la cotidianidad de la vida, para vivir desde otro espíritu. No sólo se trata de prácticas espirituales para agradar o relacionarse con Dios de mejor manera; sino de ver la vida desde otro horizonte; desde un horizonte que integra todo, que rompe fronteras, que permite ver la vida desde esa experiencia fundamental del agua viva que brota del corazón. Agua viva que permite el encuentro de dos pueblos, la aceptación del otro con sus diferencias, la reconciliación... El evangelio señala que, de la agresión primera que recibe de la samaritana, luego va el pueblo y le pide que se quede con ellos. Jesús permaneció dos días con los enemigos irreconciliables. Pero sólo cuando se toca lo más profundo del corazón, es cuando la gente puede encontrarse; cuando las barreras pueden diluirse; cuando el diálogo puede darse.

Los discípulos se escandalizan de Jesús, se sorprenden porque lo pescan hablando con una mujer samaritana; pero al final, también ellos podrán ir superando sus miradas localistas y exteriores, para superar las barreras; para encontrarse ellos mismos con ese Padre de todos que nos invita a superar las diferencias y rivalidades para, desde el amor, la gracia y el espíritu, construir un pueblo de hermanos, un mundo en el que todos podemos participar de la misma mesa. Radicalmente es más lo que nos une, que lo que nos separa. 

domingo, 16 de marzo de 2014

La bofetada de Francisco a los capitalistas católicos, Massimo Borghesi, 27 de Enero del 2014


A muchos en Estados Unidos no les ha gustado. La Evangelii Gaudium, la Exhortación Apostólica del Papa Francisco que en Europa ya corre el riesgo de caer en el olvido, como todos los documentos papales pasados y futuros, en Norteamérica está dando mucho que hablar.
Según el periodista radiofónico Rush Limbaugh, que goza de una audiencia de veinte millones de oyentes y de un contrato millonario, el Papa «no sabe de qué habla cuando se refiere al capitalismo y al socialismo». Califica las afirmaciones de su Carta como «puro marxismo en boca de un Papa». En su opinión, no existe un capitalismo sin límites como el que describe Francisco, ni tampoco la Iglesia católica está en condiciones de dar lecciones sobre este tema.
Consideraciones de las que se ha hecho eco uno de los líderes del Tea Party, Jonathon Moseley, para quien «Jesús está llorando en el cielo por las palabras del Papa», ese Jesús que «hablaba al individuo, nunca al Estado o a la política de un gobierno. Era un capitalista que predicaba la libertad personal, no un socialista».
Pero estas posiciones de Limbaugh y Moseley no están aisladas. Frente a opiniones positivas como las expresadas por The Guardian, el periódico de los laboristas ingleses, y el Washington Post, expresión del ala liberal norteamericana, la revista económica Forbes ha dedicado a la Evangelii Gaudium una serie de artículos muy críticos. En su opinión, sobre este Papa pesa la ascendencia peronista, su búsqueda de una “tercera vía” entre capitalismo y socialismo, la sugestión de la teología de la liberación, la cercanía con los análisis del Premio Nobel Joseph Stiglitz, muy valorado por Mons. Marcelo Sánchez Sorondo, el canciller argentino de la Pontificia Academia para las Ciencias Sociales. Como guinda de todas estas críticas, destaca la postura del más ilustre exponente del capitalismo católico norteamericano, Michael Novak, autor de “The Spirit of Democratic Capitalism”, que marcó el punto de encuentro entre católicos y republicanos en la gran alianza político-religiosa patrocinada por el presidente Reagan en los años ochenta contra el comunismo mundial.
Novak se ha mostrado sorprendido por ciertas afirmaciones «sesgadas y sin fundamento» por parte del Pontífice: «algunas de las críticas más duras lanzadas por este texto resultan tan apasionadas e intencionadas que hacen perder de vista la habitual serenidad y generosidad de espíritu que caracterizan al Papa Francisco. Naturalmente, a estas críticas han dedicado su atención los medios, como Reuters y The Guardian. Entre ellas destacan “las teorías de la recaída favorable”, la “tiranía invisible”, la “idolatría del dinero”, la “inequidad”, y la necesidad de una “vuelta de la economía y las finanzas a una ética en favor del ser humano"». Según Novak, se trata de afirmaciones sobre el sistema capitalista que no son de recibo. «De Max Weber en adelante, el pensamiento social católico ha sido acusado de ser la causa de la pobreza en muchas naciones católicas. Y precisamente sobre esta vertiente, el Papa Francisco refuerza casi de un modo desapercibido las tesis de Weber».
El resentimiento de Novak es comprensible. Conocido como el Weber católico, aquel que en el lugar de La ética protestante y el espíritu del capitalismo de Weber ponía la ética “católica” como verdadero fundamento del capitalismo “democrático”, se encuentra ahora con un pontificado que desconfía de ese sistema que él, desde siempre, contribuyó a legitimar y a librar de cualquier posible acusación. Hay un punto, entre los muchos de la Evangelii Gaudium, que resulta inaceptable para Novak: «su superficial alusión a las teorías de la “recaída favorable”». Es la teoría del trickle-down, punto central del modelo liberal.
Como escribe el Papa en su Carta: «En este contexto, algunos todavía defienden las teorías de la “recaída favorable”, que suponen que todo crecimiento económico, favorecido por la libertad de mercado, logra provocar por sí mismo mayor equidad e inclusión social en el mundo. Esta opinión, que jamás ha sido confirmada por los hechos, expresa una confianza burda e ingenua en la bondad de quienes detentan el poder económico y en los mecanismos sacralizados del sistema económico imperante. Mientras tanto, los excluidos siguen esperando. Para poder sostener un estilo de vida que excluye a otros, o para poder entusiasmarse con ese ideal egoísta, se ha desarrollado una globalización de la indiferencia» (Evangelii gaudium, 54). Una crítica que no ha gustado a Novak. Sobre todo la idea de que el modelo capitalista no haya sido confirmado por los hechos como fuente generalizada de bienestar. La respuesta, incómoda, dada la nacionalidad del Papa, reside en el hecho de que en «Argentina y en otros sistemas estáticos, privados de cualquier mecanismo de movilidad social, este comentario sería comprensible. Sin embargo, allí donde generaciones enteras, como en Norteamérica, demuestran la eficacia de la movilidad social, la afirmación del Papa no se corresponde en absoluto con la verdad. La movilidad social promovida por ciertos sistemas capitalistas representa la realidad vivida y experimentada de un vasto porcentaje de la población americana y no una “confianza burda e ingenua”».
La crítica de Novak, es decir, del más ilustre católico capitalista en los USA, demuestra, en su nerviosismo, de qué modo la Evangelii gaudium ha dado en el blanco. Hasta el punto de que el propio pontífice, en su entrevista con Andrea Tornielli para La Stampa (“Jamás tener miedo a la ternura”, 15 de diciembre de 2013), tuvo que puntualizar el controvertido punto señalado por Novak: «En la Exhortación no hay nada que no se encuentre en la Doctrina social de la Iglesia. No hablé desde un punto de vista técnico, traté de presentar una fotografía de lo que sucede. La única cita específica fue sobre las teorías de la “recaída favorable”, que suponen que todo crecimiento económico, favorecido por la libertad de mercado, logra provocar por sí mismo mayor equidad e inclusión social en el mundo. Se prometía que, cuando el vaso hubiera estado lleno, se habría desbordado y los pobres se habrían beneficiado. En cambio sucede que, cuando está lleno, el vaso, por arte de magia, crece y así nunca sale nada para los pobres. Esta fue la única referencia a una teoría específica. Repito, no hablé como técnico, sino según la Doctrina social de la Iglesia. Y esto no significa ser marxista».
Lo que llama la atención es la aclaración final. Acostumbrados, después de 1989, a una legitimación sin condiciones de la globalización capitalista, celebrada como “fin de la historia” y como panacea de todos los males, cualquier crítica contra ella asume el sentido de una posición cripto-comunista. La Evangelii Gaudium rompe el muro de silencio y lanza una piedra, potente, al estanque de las ideas. Ya lo había intentado Benedicto XVI en su Caritas in Veritate, una encíclica que contenía grandes novedades y óptimas puntualizaciones críticas. En comparación con ella, la exhortación apostólica parece más resuelta, toma el toro por los cuernos y no teme gritar al mundo los límites, evidentes para todos después de la debacle financiera de 2008, de un modelo económico que, confiado a sí mismo, corre el riesgo de arrastrar el mundo entero.
Límites estructurales y no periféricos. Hasta Novak reconoce que los potenciales efectos deshumanizantes del capitalismo pueden mitigarse, a los márgenes del sistema, con la actividad caritativa y asistencial propia del cristianismo. Pero no admite que la caridad pueda traducirse en política, de modo que pueda afrontar las causas “estructurales” que, según el Papa Bergoglio, amenazan actualmente la concordia interna y externa de los pueblos, la paz. «Hoy todo entra dentro del juego de la competitividad y de la ley del más fuerte, donde el poderoso se come al más débil. Como consecuencia de esta situación, grandes masas de la población se ven excluidas y marginadas: sin trabajo, sin horizontes, sin salida. Se considera al ser humano en sí mismo como un bien de consumo, que se puede usar y luego tirar. Hemos dado inicio a la cultura del “descarte” que, además, se promueve. Ya no se trata simplemente del fenómeno de la explotación y de la opresión, sino de algo nuevo: con la exclusión queda afectada en su misma raíz la pertenencia a la sociedad en la que se vive, pues ya no se está en ella abajo, en la periferia, o sin poder, sino que se está fuera. Los excluidos no son “explotados” sino desechos, “sobrantes”» (Evangelii gaudium, 53).
La crítica al sistema capitalista-financiero impuesto después del 89 es una crítica a un sistema “asocial”, fundado sobre la exclusión. Exclusión de los desempleados, de los jóvenes, de los pobres, de los invisibles. Exclusión de la ética y de la política.
«¡Cuántas palabras se han vuelto molestas para este sistema! Molesta que se hable de ética, molesta que se hable de solidaridad mundial, molesta que se hable de distribución de los bienes, molesta que se hable de preservar las fuentes de trabajo, molesta que se hable de la dignidad de los débiles, molesta que se hable de un Dios que exige un compromiso por la justicia» (Evangelii Gaudium, 203). Para el Papa Francisco, la cuestión está clara: «Ya no podemos confiar en las fuerzas ciegas y en la mano invisible del mercado» (Evangelii gaudium, 204).
Hay que intervenir activamente para promover una equidad que no coincide con el mero crecimiento económico. «Estoy lejos –escribe el Papa– de proponer un populismo irresponsable, pero la economía ya no puede recurrir a remedios que son un nuevo veneno, como cuando se pretende aumentar la rentabilidad reduciendo el mercado laboral y creando así nuevos excluidos» (Ibidem). La esfera económica no puede reivindicar una autonomía absoluta, ni mucho menos una prioridad sobre la política.
Es necesario un retorno al primado de la política, que tenga como horizonte el bien común social. «La política, tan denigrada, es una altísima vocación, es una de las formas más preciosas de la caridad, porque busca el bien común. Tenemos que convencernos de que la caridad “no es sólo el principio de las micro-relaciones, como en las amistades, la familia, el pequeño grupo, sino también de las macro-relaciones, como las relaciones sociales, económicas y políticas”. ¡Ruego al Señor que nos regale más políticos a quienes les duela de verdad la sociedad, el pueblo, la vida de los pobres!» (Evangelii gaudium, 205).
Una cosa es cierta: raramente un texto del magisterio social de la Iglesia ha hablado con más fuerza. Llama la atención, en la exhortación de Francisco, el tono, el paso del análisis descriptivo a la primera persona, la implicación directa del pontífice, la cólera frente a un mundo que tendría todos los medios posibles para aliviar los sufrimientos y la marginación de millones de seres humanos y no lo hace. «El Papa ama a todos, ricos y pobres, pero tiene la obligación, en nombre de Cristo, de recordar que los ricos deben ayudar a los pobres, respetarlos, promocionarlos» (Evangelii Gaudium, 58). Una provocación que, por lo que parece, ni Forbes ni Michael Novak han recibido con agrado.


Mensaje papal para Cuaresma, Feb. 4 '14

"Se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza"
"Dios sigue salvando a los hombres y salvando el mundo"

"Queridos hermanos y hermanas:
Con ocasión de la Cuaresma os propongo algunas reflexiones, a fin de que os sirvan para el camino personal y comunitario de conversión. Comienzo recordando las palabras de san Pablo:"Pues conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, se hizo pobre por vosotros para enriqueceros con su pobreza". El Apóstol se dirige a los cristianos de Corinto para alentarlos a ser generosos y ayudar a los fieles de Jerusalén que pasan necesidad. ¿Qué nos dicen, a los cristianos de hoy, estas palabras de san Pablo? ¿Qué nos dice hoy, a nosotros, la invitación a la pobreza, a una vida pobre en sentido evangélico?

La gracia de Cristo
Ante todo, nos dicen cuál es el estilo de Dios. Dios no se revela mediante el poder y la riqueza del mundo, sino mediante la debilidad y la pobreza:"Siendo rico, se hizo pobre por vosotros...". Cristo, el Hijo eterno de Dios, igual al Padre en poder y gloria, se hizo pobre; descendió en medio de nosotros, se acercó a cada uno de nosotros; se desnudó, se "vació", para ser en todo semejante a nosotros). ¡Qué gran misterio la encarnación de Dios! La razón de todo esto es el amor divino, un amor que es gracia, generosidad, deseo de proximidad, y que no duda en darse y sacrificarse por las criaturas a las que ama. La caridad, el amor es compartir en todo la suerte del amado. El amor nos hace semejantes, crea igualdad, derriba los muros y las distancias. Y Dios hizo esto con nosotros. Jesús, en efecto,"trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre. Nacido de la Virgen María, se hizo verdaderamente uno de nosotros, en todo semejante a nosotros excepto en el pecado"

La finalidad de Jesús al hacerse pobre no es la pobreza en sí misma, sino -dice san Pablo-"...para enriqueceros con su pobreza". No se trata de un juego de palabras ni de una expresión para causar sensación. Al contrario, es una síntesis de la lógica de Dios, la lógica del amor, la lógica de la Encarnación y la Cruz. Dios no hizo caer sobre nosotros la salvación desde lo alto, como la limosna de quien da parte de lo que para él es superfluo con aparente piedad filantrópica. ¡El amor de Cristo no es esto! Cuando Jesús entra en las aguas del Jordán y se hace bautizar por Juan el Bautista, no lo hace porque necesita penitencia, conversión; lo hace para estar en medio de la gente, necesitada de perdón, entre nosotros, pecadores, y cargar con el peso de nuestros pecados. Este es el camino que ha elegido para consolarnos, salvarnos, liberarnos de nuestra miseria. Nos sorprende que el Apóstol diga que fuimos liberados no por medio de la riqueza de Cristo, sino por medio de su pobreza. Y, sin embargo, san Pablo conoce bien la "riqueza insondable de Cristo", "heredero de todo".

¿Qué es, pues, esta pobreza con la que Jesús nos libera y nos enriquece? Es precisamente su modo de amarnos, de estar cerca de nosotros, como el buen samaritano que se acerca a ese hombre que todos habían abandonado medio muerto al borde del camino. Lo que nos da verdadera libertad, verdadera salvación y verdadera felicidad es su amor lleno de compasión, de ternura, que quiere compartir con nosotros. La pobreza de Cristo que nos enriquece consiste en el hecho que se hizo carne, cargó con nuestras debilidades y nuestros pecados, comunicándonos la misericordia infinita de Dios. La pobreza de Cristo es la mayor riqueza: la riqueza de Jesús es su confianza ilimitada en Dios Padre, es encomendarse a Él en todo momento, buscando siempre y solamente su voluntad y su gloria. Es rico como lo es un niño que se siente amado por sus padres y los ama, sin dudar ni un instante de su amor y su ternura. La riqueza de Jesús radica en el hecho de ser el Hijo, su relación única con el Padre es la prerrogativa soberana de este Mesías pobre. Cuando Jesús nos invita a tomar su "yugo llevadero", nos invita a enriquecernos con esta "rica pobreza" y "pobre riqueza" suyas, a compartir con Él su espíritu filial y fraterno, a convertirnos en hijos en el Hijo, hermanos en el Hermano Primogénito.
Se ha dicho que la única verdadera tristeza es no ser santos; podríamos decir también que hay una única verdadera miseria: no vivir como hijos de Dios y hermanos de Cristo.

Nuestro testimonio
Podríamos pensar que este "camino" de la pobreza fue el de Jesús, mientras que nosotros, que venimos después de Él, podemos salvar el mundo con los medios humanos adecuados. No es así. En toda época y en todo lugar, Dios sigue salvando a los hombres y salvando el mundo mediante la pobreza de Cristo, el cual se hace pobre en los Sacramentos, en la Palabra y en su Iglesia, que es un pueblo de pobres. La riqueza de Dios no puede pasar a través de nuestra riqueza, sino siempre y solamente a través de nuestra pobreza, personal y comunitaria, animada por el Espíritu de Cristo.

A imitación de nuestro Maestro, los cristianos estamos llamados a mirar las miserias de los hermanos, a tocarlas, a hacernos cargo de ellas y a realizar obras concretas a fin de aliviarlas. La miseria no coincide con la pobreza; la miseria es la pobreza sin confianza, sin solidaridad, sin esperanza. Podemos distinguir tres tipos de miseria: la miseria material, la miseria moral y la miseria espiritual. La miseria material es la que habitualmente llamamos pobreza y toca a cuantos viven en una condición que no es digna de la persona humana: privados de sus derechos fundamentales y de los bienes de primera necesidad como la comida, el agua, las condiciones higiénicas, el trabajo, la posibilidad de desarrollo y de crecimiento cultural. Frente a esta miseria la Iglesia ofrece su servicio, su diakonia, para responder a las necesidades y curar estas heridas que desfiguran el rostro de la humanidad. En los pobres y en los últimos vemos el rostro de Cristo; amando y ayudando a los pobres amamos y servimos a Cristo. Nuestros esfuerzos se orientan asimismo a encontrar el modo de que cesen en el mundo las violaciones de la dignidad humana, las discriminaciones y los abusos, que, en tantos casos, son el origen de la miseria. Cuando el poder, el lujo y el dinero se convierten en ídolos, se anteponen a la exigencia de una distribución justa de las riquezas. Por tanto, es necesario que las conciencias se conviertan a la justicia, a la igualdad, a la sobriedad y al compartir.

No es menos preocupante la miseria moral, que consiste en convertirse en esclavos del vicio y del pecado. ¡Cuántas familias viven angustiadas porque alguno de sus miembros -a menudo joven- tiene dependencia del alcohol, las drogas, el juego o la pornografía! ¡Cuántas personas han perdido el sentido de la vida, están privadas de perspectivas para el futuro y han perdido la esperanza! Y cuántas personas se ven obligadas a vivir esta miseria por condiciones sociales injustas, por falta de un trabajo, lo cual les priva de la dignidad que da llevar el pan a casa, por falta de igualdad respecto de los derechos a la educación y la salud. En estos casos la miseria moral bien podría llamarse casi suicidio incipiente. Esta forma de miseria, que también es causa de ruina económica, siempre va unida a la miseria espiritual, que nos golpea cuando nos alejamos de Dios y rechazamos su amor. Si consideramos que no necesitamos a Dios, que en Cristo nos tiende la mano, porque pensamos que nos bastamos a nosotros mismos, nos encaminamos por un camino de fracaso. Dios es el único que verdaderamente salva y libera.
El Evangelio es el verdadero antídoto contra la miseria espiritual: en cada ambiente el cristiano está llamado a llevar el anuncio liberador de que existe el perdón del mal cometido, que Dios es más grande que nuestro pecado y nos ama gratuitamente, siempre, y que estamos hechos para la comunión y para la vida eterna. ¡El Señor nos invita a anunciar con gozo este mensaje de misericordia y de esperanza! Es hermoso experimentar la alegría de extender esta buena nueva, de compartir el tesoro que se nos ha confiado, para consolar los corazones afligidos y dar esperanza a tantos hermanos y hermanas sumidos en el vacío. Se trata de seguir e imitar a Jesús, que fue en busca de los pobres y los pecadores como el pastor con la oveja perdida, y lo hizo lleno de amor. Unidos a Él, podemos abrir con valentía nuevos caminos de evangelización y promoción humana.

Queridos hermanos y hermanas, que este tiempo de Cuaresma encuentre a toda la Iglesia dispuesta y solícita a la hora de testimoniar a cuantos viven en la miseria material, moral y espiritual el mensaje evangélico, que se resume en el anuncio del amor del Padre misericordioso, listo para abrazar en Cristo a cada persona. Podremos hacerlo en la medida en que nos conformemos a Cristo, que se hizo pobre y nos enriqueció con su pobreza. La Cuaresma es un tiempo adecuado para despojarse; y nos hará bien preguntarnos de qué podemos privarnos a fin de ayudar y enriquecer a otros con nuestra pobreza. No olvidemos que la verdadera pobreza duele: no sería válido un despojo sin esta dimensión penitencial. Desconfío de la limosna que no cuesta y no duele.

Que el Espíritu Santo, gracias al cual"[somos] como pobres, pero que enriquecen a muchos; como necesitados, pero poseyéndolo todo" sostenga nuestros propósitos y fortalezca en nosotros la atención y la responsabilidad ante la miseria humana, para que seamos misericordiosos y agentes de misericordia. Con este deseo, aseguro mi oración por todos los creyentes. Que cada comunidad eclesial recorra provechosamente el camino cuaresmal. Os pido que recéis por mí. Que el Señor os bendiga y la Virgen os guarde".


Vaticano, 26 de diciembre de 2013                                                              

Fiesta de San Esteban, diácono y protomártir



Afirmaciones del Papa Francisco en su Primer año de Pontificado, 15 de marzo del 2014

A un año de ser “representante de Dios en la Tierra” el Papa Francisco, el primer latinoamericano en ejercer como líder de la Iglesia católica, ya ha hecho levantar las cejas de católicos y no católicos con distintas frases que dejan ver su carácter menos conservador que el de sus antecesores.
Rescatamos aquí algunas de ellas con motivo de su primer año:
1. “Si una persona es gay y busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarlo?”
2. “A veces estos cristianos melancólicos tienen más cara de pepinillos en vinagre que de personas alegres que tienen una vida bella”.
3. “No podemos seguir insistiendo sólo en cuestiones referentes al aborto, al matrimonio homosexual o al uso de anticonceptivos”.
4. “El confesionario no es una sala de torturas”.
5. “Quiero que se salga fuera, quiero que la Iglesia salga a la calle, quiero que la Iglesia abandone la mundanidad, la comodidad y el clericalismo, que dejemos de estar encerrados en nosotros mismos (…) Que me perdonen los obispos y los curas si los jóvenes les arman lío, pero ese es mi consejo”.
6. “No quiero ser un funcionario de la Iglesia que viene y os da ánimos con palabras vacías, dichas con una sonrisa. Perdonad si estas palabras son un poco fuertes, pero digo la verdad: la falta de trabajo te lleva a sentirte sin dignidad. ¡Donde no hay trabajo no hay dignidad! Y esta tragedia es la consecuencia de un sistema económico que ha puesto en el centro a un ídolo que se llama dinero”.
7. “(A veces la comunidad católica) es como estar en una habitación cerrada, y luego se enferma, claro. Si vamos a la calle podemos tener accidentes, pero prefiero mil veces una iglesia accidentada que una iglesia enferma”.
8. “Sigmund Freud decía, si no me equivoco, que en toda idealización hay una agresión. Pintar al Papa como si fuese una especie de Superman, una especie de estrella, me resulta ofensivo. El Papa es un hombre que ríe, llora, duerme tranquilo y tiene amigos como todos. Es una persona normal”.
9. “La actual globalización “esférica” económica, y sobre todo financiera, produce un pensamiento único, un pensamiento débil. Y en su centro ya no está la persona humana, sólo el dinero”.
10. “El matrimonio es entre un hombre y una mujer. Los Estados laicos quieren justificar la unión civil para regular diversas situaciones de convivencia, impulsados por la necesidad de regular aspectos económicos entre las personas, como, por ejemplo, la obra social. Hay que ver cada caso y evaluarlos en su diversidad”.
11. “Los casos de abusos son tremendos porque dejan heridas profundísimas. Benedicto XVI fue muy valiente y abrió el camino. Y siguiendo ese camino la Iglesia avanzó mucho. Tal vez más que nadie. Las estadísticas sobre el fenómeno de la violencia contra los menores son impresionantes, pero muestran también con claridad que la gran mayoría de los abusos provienen del entorno familiar y de la gente cercana. La Iglesia Católica es tal vez la única institución pública que se movió con transparencia y responsabilidad. Ningún otro hizo tanto. Y, sin embargo, la Iglesia es la única en ser atacada”.
12. “¿Nos avergonzamos? Tantos escándalos que no quiero mencionar individualmente, pero que todos conocemos… ¡Sabemos cuáles! Escándalos, algunos que han costado tanto: ¡está bien! Se debe hacer así…. ¡La vergüenza de la Iglesia! ¿Pero nos hemos avergonzado de aquellos escándalos, de aquellas derrotas de sacerdotes, de obispos, de laicos?”.
Aquí una selección de videos de los momentos del Papa Francisco en el último año:

2° Domingo de Cuaresma; Marzo 16 del 2014

Estamos en el segundo domingo de cuaresma. El horizonte es nítido; el final no augura nada bueno para Jesús y sus seguidores. Las persecuciones y ataques que se habían ido levantando por todas partes contra Jesús, van a llegar a su clímax. No es fácil, como señala San Pablo en su carta a Timoteo, soportar los sufrimientos que vienen por seguir el camino del Evangelio.
Y de pronto sucede algo extraordinario. Jesús ordena a sus 3 seguidores más cercanos que suban con Él. No era la primera vez que lo hacía. A Jesús le gustaba el monte para orar. Lo mismo hace, pero en medio de su oración sucede lo extraordinario: su rostro resplandece; sus vestiduras se vuelven blancas como la nieve; y aparecen Moisés y Elías, hablando con Jesús. Como siempre, el impertinente de Pedro deja hablar a su corazón: ¡quedémonos aquí! “Hagamos 3 chozas”. No terminaba de hablar, cuando una nube “luminosa” los cubre y de ella sale una voz: “Éste es mi hijo amado…; escúchenlo”. Entonces, los discípulos caen rostro en tierra, llenos de miedo. Pero Jesús se acerca, los toca, les ordena que se levanten, que no teman…  ¿A qué nos invita este domingo?
Primero y en una relación directa, a descubrir que Jesús es más de lo que hasta ese momento los discípulos habían visto y comprendido de Él. En Él hay otra figura; hay una trascendencia que permite tocar el cielo y la tierra, el presente y el pasado, la intemporalidad y la temporalidad; el Antiguo y el Nuevo testamento.
Y en este ir más allá de su propia figura, en esta transfiguración, lo que se presenta con toda evidencia es que Jesús es el hijo de Dios, en el que Él tiene todas sus complacencias. No sólo es un hombre, no sólo es un hijo más como somos nosotros; es “el Hijo”, con mayúscula. Es la palabra del Padre, su presencia en la tierra, el camino de salvación, de sentido, de vida.
Pero también revela que no por eso deja de ser hombre, ser humano; y por eso su entrega será hasta el final, en consecuencia con sus opciones y su deseo de mostrar y vivir el amor más grande que puede tener alguien por los demás: entregar su vida.
Sin embargo, como ser humano, Jesús ha de escuchar al Padre y seguir el camino al que lo invita. Por eso quizá son tan trascendentales los dos personajes que aparecen hablando con Jesús. Es la manera como Dios le revela y, en consecuencia a los discípulos, la forma como ha de ser Mesías.
Por un lado, como Moisés: Jesús será el nuevo “Moisés”; el liberador definitivo de toda la humanidad, pues destruirá –como dice la carta a los Hebreos- el peor enemigo del hombre que es la muerte, por miedo a la cual el diablo nos tenía esclavizados.
Pero también aparece Elías: el profeta mayor del Antiguo testamento. Es decir, la figura que describe cómo Jesús habrá de ser “Mesías”, no estará ni vinculada al templo ni a la ley. Será el profeta que denuncia todo tipo de injusticias y que anuncia la maravilla del Reino, la promesa de la paz y la justicia, como lo dirá posteriormente Isaías, otro de los grandes profetas. No será el sacerdote encerrado en el templo ofreciendo sacrificios.
Una vez marcada la forma como Jesús habrá de realizar su misión y confirmada su identidad como plenamente hombre y plenamente Dios, entonces la voz del cielo se dirige a los discípulos para afirmar contundentemente toda  la autoridad de Jesús como el camino que habrán de recorrer sus seguidores: “Es mi hijo amado…; escúchenlo”.
Y aunque el seguimiento estará lleno de renuncias, como nos manifiesta la primera lectura en la invitación a Abraham a dejar todo, o como le dice Pablo a Timoteo, “comparte conmigo los sufrimientos por la predicación del Evangelio”, sin embargo, como el mismo Pablo afirmará en la carta a los Romanos, ningún sufrimiento se compara a la gloria que habrá de venir. Ahora estos 3 discípulos quedaron marcados por la inenarrable experiencia de escuchar directamente a Dios. Eso quedó gravado en su corazón para siempre.
Ni su Padre le quitará a Jesús el sufrimiento de su propia entrega; ese es el camino; ni tampoco a los discípulos; pero ahora la certeza de que su seguimiento es “el camino” los mantendrá a ellos, también hasta el final. La enorme experiencia de Dios que tanto Jesús como ellos tuvieron, los sostendrá hasta el final en el seguimiento de cada uno.

Escuchar a Jesús, vivir el evangelio, poner ahí nuestro principio y fundamento, serán la clave fundamental de cualquier ser humano para convertirse en seguidor de Jesús. No vivamos sólo de oídas nuestra relación con Jesús: escuchémoslo desde nuestro interior.

domingo, 9 de marzo de 2014

NO A LA IDOLATRÍA DEL DINERO, Homilia del P. Pagola, Mzo 2 del 2014

        EL Dinero, convertido en ídolo absoluto, es para Jesús el mayor enemigo de ese mundo más digno, justo y solidario que quiere Dios. Hace ya veinte siglos que el Profeta de Galilea denunció de manera rotunda que el culto al Dinero será siempre el mayor obstáculo que encontrará la Humanidad para progresar hacia una convivencia más humana.  
         La lógica de Jesús es aplastante: “No podéis servir a Dios y al Dinero”. Dios no puede reinar en el mundo y ser Padre de todos, sin reclamar justicia para los que son excluidos de una vida digna. Por eso, no pueden trabajar por ese mundo más humano querido por Dios los que, dominados por el ansia de acumular riqueza, promueven una economía que excluye a los más débiles y los abandona en el hambre y la miseria.
         Es sorprendente lo que está sucediendo con el Papa Francisco. Mientras los medios de comunicación y las redes sociales que circulan por internet nos informan, con toda clase de detalles, de los gestos más pequeños de su personalidad admirable, se oculta de modo vergonzoso su grito más urgente a toda la Humanidad: “No a una economía de la exclusión y la iniquidad. Esa economía mata”.
         Sin embargo, Francisco no necesita largas argumentaciones ni profundos análisis para exponer su pensamiento. Sabe resumir su indignación en palabras claras y expresivas que podrían abrir el informativo de cualquier telediario, o ser titular de la prensa en cualquier país. Solo algunos ejemplos.
         “No puede ser que no sea noticia que muera de frío un anciano en situación de la calle y que sí lo sea la caída de dos puntos en la bolsa. Eso es exclusión. No se puede tolerar que se tire comida cuando hay gente que pasa hambre. Eso es iniquidad”.
         Vivimos “en la dictadura de una economía sin rostro y sin un objetivo verdaderamente humano”. Como consecuencia, “mientras las ganancias de unos pocos crecen exponencialmente, las de la mayoría se quedan cada vez más lejos del bienestar de esa minoría feliz”.
         “La cultura del bienestar nos anestesia, y perdemos la calma si el mercado ofrece algo que todavía no hemos comprado, mientras todas esa vidas truncadas por falta de posibilidades nos parecen un espectáculo que de ninguna manera nos altera”.

         Como ha dicho él mismo: “este mensaje no es marxismo sino Evangelio puro”. Un mensaje que tiene que tener eco permanente en nuestras comunidades cristianas. Lo contrario podría ser signo de lo que dice el Papa: “Nos estamos volviendo incapaces de compadecernos de los clamores de los otros, ya no lloramos ante el drama de los demás”.

"Un migrante acompañando migrantes", texto de un estudiante Jesuita en Brasil, Mzo 1 '14.

El jesuita mexicano Arturo Estrada Acosta, S.J., estudiante de Teología en Belo Horizonte, Brasil, escribe este testimonio.

«Desde que me destinaron a estudiar teología a Brasil, supe que aquello iba a ser un reto: nueva cultura, nuevo idioma, nuevo estilo de ser jesuita. Y no me equivoqué, los primeros meses fueron desconcertantes y duros, muchas veces me pregunté qué estaba haciendo aquí, mientras en otras gozaba la delicia de estar en medio de una nueva cultura que es fascinante. Sin embargo, en medio de eso, una certeza era clara: vivir con jesuitas de toda América Latina inflamaba mi corazón. Esto me llevó a una búsqueda personal y comunitaria, que fue acompañada por la claridad de que el Señor pedía más de mí, me invitaba a ir más allá de mis prejuicios, a dejarme sorprender por la realidad, y que al mismo tiempo, me llamaba a soñar la Compañía junto con otros.
Fue en este contexto que un compañero jesuita me invitó a dar clases de portugués dos horas a la semana a inmigrantes haitianos que estaban llegando a la ciudad. Mi primera reacción fue de extrañeza. ¡Un extranjero dando clases de una lengua que no es la suya a otro extranjero! Qué cosa tan absurda, pensé. Sin embargo acepté el reto, tal vez porque en el fondo creía que más allá de lo que pudiera saber de la lengua portuguesa, tenía algo que compartir, una experiencia que transmitir. Y, nuevamente, no me equivoqué.
Dos horas diarias se convirtieron en todo el fin de semana. Comencé a conocer nuevos amigos que tenían dificultad con la lengua, que se desconcertaban por la nueva cultura, que experimentaban momentos de felicidad y momentos de tristeza, es decir, que tenían una experiencia parecida a la mía. Ahí me comencé a sentir migrante en medio de migrantes. Sin embargo, también fui descubriendo las diferencias, sus historias, los caminos que habían tenido que recorrer, no sin peligro, para llegar hasta Brasil. La tristeza de no estar cerca de sus familiares y la dificultad de ser aceptados dentro de una sociedad que no está preparada para 20
recibir extranjeros. Simplemente me sentí, junto con mis compañeros (jesuitas y no jesuitas, hombres y mujeres de distintas nacionalidades), identificado, hermanado. Esto nos llevó a dar respuestas cada vez más adecuadas y más pensadas, lo cual se tradujo en una oficina de atención a migrantes.
A partir del 15 de noviembre de 2013, de la mano de mis compañeros y compañeras, de la Compañía de Jesús (Provincia de Brasil), de las Hijas de Jesús, de brasileños y brasileñas, de instituciones locales y nacionales y sobre todo, de muchos haitianos y haitianas que han caminado con nosotros y otros tantos que siguen su camino en otros países, comenzamos a dar respuestas más organizadas. Por medio de un proyecto a corto y medio plazo queremos ofrecer un acompañamiento que permita a nuestros amigos haitianos y haitianas, y a nosotros mismos, insertarnos en la sociedad brasileña, con las mismas oportunidades.
Personalmente, dos cosas han sido claves en este proceso. Primero, tener un equipo con el cual soñar una realidad que hasta entonces estaba escondida a los ojos de la mayoría. Una realidad de injusticia estructural que supone que no somos iguales y que, por lo tanto, establece fronteras basadas en índices económicos. Una realidad que ha sido responsable del empobrecimiento de países. Segundo, relacionarme con los haitianos y haitianas como amigo. No regalamos despensas, ni damos dinero, ni ofrecemos trabajo, simplemente ofrecemos un camino que ya hemos hecho nosotros mismos: aprendizaje de la lengua, tramitaciones en la policía federal, relaciones con brasileños, etc.
En ningún momento he hablado de Jesús, del Reino o del Evangelio, pues los inmigrantes haitianos y el equipo con el que trabajo somos de diferentes creencias religiosas. Pero en todo momento he sentido que sigo a Jesús, que vivo pedacitos de Reino y que el Evangelio se encarna acompañando a las y los migrantes. Soñamos con una sociedad inclusiva, con un mundo donde las fronteras no existan, donde ningún ser humano sea ilegal, donde las diferencias de color y raza sean motivo de alegría y no de violencia.

Mis estudios de teología han tomado sentido. Sé que no se trata de un esfuerzo meramente intelectual, sino de mirar con los ojos de Jesús, de entender la realidad con herramientas teológicas. Me siento un jesuita en acto, y no en potencia, esperando a ser ordenado para entregarme a la promoción de la fe y la justicia. Creo en una Compañía cada vez más latinoamericana y cercana a los que más sufren, no por opción simplemente, sino porque estar con ellos nos hace felices, y cuando amamos y los queremos profundamente, queremos lo mejor para ellos.»

Inauguración Cátedra José Ramón Cossío, Palabras del Rector, Marzo 8 '14

Mensaje para la inauguración de la Cátedra José Ramón Cossío Díaz

Estimado Dr. José Ramón Cossío Díaz, Ministro Suprema Corte de Justicia de la Nación, Magistrados, Consejeros Electorales, Diputados y funcionarios públicos, autoridades académicas, profesores, alumnos y alumnas, amigos todos.

Muy buenos días tengan todos ustedes. En nombre de la comunidad de la Universidad Iberoamericana Puebla, les doy la más cordial bienvenida a este evento académico que hoy inauguramos y que tiene un gran significado para nosotros pues una de las principales apuestas que tenemos como Universidad es la búsqueda de la justicia.

El modelo educativo de las instituciones jesuitas se distingue de otros por su sello particular: es de inspiración cristiana y se orienta por el carisma ignaciano. Lo anterior significa que nos rigen valores e ideales coherentes con nuestra propia espiritualidad; pues nos interesa ser una universidad inserta en esta realidad que se caracteriza por sus múltiples contrastes y contradicciones, por sus estructuras que reproducen la inequidad y la pobreza, por la corrupción que envenena día con día a la economía, la política, el medio ambiente y a la sociedad y por la violencia y el crimen organizado que imponen su propia ley. Así pues, ante un panorama tan complejo, ¿cuál es el propósito de la Universidad? No buscamos seguir alimentando a los poderes fácticos ni solpanado los pactos entre las cúpulas de poder que luchan por mantener el status quo; sino, justamente lo contrario, develar y denunciar las ideologías dominantes y ofrecer alternativas para la construcción de una sociedad humana.

En la IBERO Puebla estamos, pues, convencidos que ante esa realidad tan dolorosa tenemos el compromiso de transformarla, de no cerrar los ojos, de resistirnos a aceptar las cosas tal como son, como igualmente de ser una voz crítica y de denuncia ante todo aquello que lastima día con día la dignidad humana. Nos mueve pues, la lucha por la justicia, especialmente en la defensa de todos aquellos cuyos derechos más básicos han sido conculcados. Por tanto, buscamos que todos aquellos jóvenes que pasan por nuestras aulas se conviertan no en los mejores del mundo, sino en los mejores para el mundo. Ello implica ayudarlos a descubrir esa realidad  e ir más allá de la burbuja que los contiene, para que asuman que sólo hay dos posturas posibles ante las que se juega el sentido y valor del ser humano: o nos hacemos cargo de la realidad y la afrontamos con todos sus retos, o la ignoramos ocultando nuestro rostro entre las manos. La primera postura realmente es compleja, pero definitivamente es la única que puede dar sentido a la existencia humana, razón por la cual la educación jesuita la ha hecho suya, pues sólo a través de ella se puede justificar nuestro  compromiso por la educación.

Para ello, retomamos lo que el Padre Peter-Hans Kolvenbach, quien fuera nuestro superior general, afirmaba en su momento: “cuando la experiencia directa (de los pobres) toca al corazón, la mente se puede sentir desafiada a cambiar. La implicación personal en el sufrimiento inocente, en la injusticia que otros sufren, es el catalizador para la solidaridad que abre el camino a la búsqueda intelectual y a la reflexión moral”.

Desde este horizonte, seguimos creyendo en la necesidad de formar profesionistas que contribuyan al análisis y estudio de la ciencia jurídica para encontrar soluciones reales a los problemas que aquejan nuestra sociedad. Creemos en formar abogados que sepan explicar de manera crítica la compleja realidad y busquen promover y generar el desarrollo social de una manera ética, justa y equitativa.

Así pues, la Cátedra José Ramón Cossío Díaz que hoy orgullosamente inauguramos, busca proporcionar a los estudiantes y académicos de la Universidad un espacio que les permita, a través de las experiencias de especialistas en Derecho, conocer, analizar, estudiar y discutir temas de relevancia actual, desde un foro abierto y plural, acercándolos a la realidad, para incidir, desde su quehacer profesional, en su transformación. 

No quisiera dejar de comentar que esta Cátedra es posible gracias al trabajo que ha realizado el Departamento de Ciencias Sociales a través de las Coordinaciones de Derecho y Ciencias Políticas y Administración Pública, mismas que propiciaron el convenio de colaboración que recientemente se ha firmado entre la Ibero Puebla y la Suprema Corte de Justicia de la Nación, siendo un componente fundamental para la organización de este evento.  

Así pues, con estas palabras deseo inaugurar junto con ustedes la Cátedra José Ramón Cossío Díaz que hoy reúne a grandes personalidades jurídicas, incluyendo al
ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación que generosamente prestó su nombre a dicha Cátedra. Sepan que la razón por la que decidimos nombrar a esta Cátedra "José Ramón Cossío Díaz" obedeció a la comprobada calidad ética y al compromiso con la impartición de la justicia que ha demostrado el Dr. Cossío Díaz a lo largo de su trayectoria profesional. Estamos seguros que en su calidad de ministro en el máximo tribunal constitucional de México, seguirá incorporando en sus sentencias y votos el criterio último de la verdad y velará por el respeto a los derechos humanos y el cumplimiento de la ley desde los intereses de las grandes mayorías empobrecidas, siendo ejemplo para nuestros alumnos y alumnas, académicos e investigadores.

A todos ustedes mi agradecimiento, deseando que esta jornada sea muy fructífera y aporte a los propósitos que hoy nos convocan.  

¡Enhorabuena!

7 de marzo, 2014

Dr. Fernando Fernández Font, SJ
Rector.